jueves, 27 de agosto de 2015

Super Size Me (2003) / Dir. Morgan Spurlock

Por Keith Nash

Cuando pensamos en epidemias surgen en la mente los grabados de Goya, cuerpos hacinados y pestilentes arreados en carretas, de muerte en las calles, cuervos y zopilotes infectos volando en círculos sobre ciudades lúgubres y desiertas,  y no la imagen de gringos cachetones, de niños corriendo histéricamente en algún playground y, menos aún, de ciudades vitales y boyantes con sus neones alegres y parpadeantes;  aunque viéndolo de cerca, tal vez,  el neoyorquino Andy  Warhol, lo mismo que el cesaraugustano, va retratando esta epidemia. Él, sus causas; el otro, sus consecuencias. Morgan Spurlock, por su parte, nos documenta de una forma divertida y arriesgada el fenómeno de los restaurantes de comida rápida en Norteamérica (y el mundo) los cambios culturales que estos han ido creando a su alrededor, el costo que generan al gasto público en contraste de las multimillonarias ganancias que producen a las grandes corporaciones y el cinismo con el que éstas han actuado durante décadas y otras muchas atrocidades.
En este documental podemos observar una premisa que a lo largo de este ciclo no había aparecido, (tampoco habían aparecido las hamburguesas ni los documentales) que es el alimentarse como un acto de la pereza más que del apetito mismo, para lograr este cambio en el paradigma cultural, las corporaciones (las malvadas corporaciones) han trabajado constantemente, arduamente, al inicio en silencio y en secreto, hoy con altavoz y anunciando su triunfo en grandes marquesinas; ha sido tal el impacto que incluso la aceptación del sobrepeso ha ido cobrando su lugar en la agenda de lo políticamente incorrecto señalar como un defecto físico. Hoy decirle gordo a un gordo está tan mal visto como decirle negro a un negro o marica a un marica y, sin embargo, a diferencia del negro o el marica, la obesidad sí es una cuestión de decisiones “conscientes” personales. El nuevo paradigma de la “predeterminación genética” es claramente utilizado para deslindar a las compañías de sus responsabilidades latentes en la expansión y desarrollo de una pandemia que atrae millones y millones de dólares hacia sus bolsillos (curioso que ese rasgo genético apareciera al mismo tiempo que su florecimiento e impactara a la población en la misma época y lugares  en que ellos desarrollan y explotan el mercado).
Aunque documental burlesco, conforme avanza se va poniendo cada vez más serio, las condiciones de salud de Spurlock que se deterioran en forma expedita y sorprendente, el señalamiento de los vacíos culturales que esta manera tan frívola de hacer negocios va generando y, al mismo tiempo, va rellenando este sistema y, sobre todo, la muestra que el tipo de alimentación no sólo va marcando o determinando nuestra talla, sino que nos pone en claro el hecho de que también va infiriendo en nuestro comportamiento diario, en nuestra disposición de hacer o no hacer cosas; parece que dijera “comes como idiota, actuarás como idiota” y la terrible afectación que esto ha ido generando en la parte de la población más vulnerable que son los niños adoctrinados y convertidos en adictos de estos restaurantes y a la serie de químicos procesados y presentados en forma de hamburguesa.
Todo este documental me recuerda y me reafirma lo que dice Borges en uno de sus cuentos: “en el ayer que me tocó, la gente era ingenua; creía que una mercadería era buena porque así lo afirmaba y repetía su propio fabricante.”
Lo bueno que el McDonald’s del lugar donde vivo se lo llevó a la chingada un huracán hace casi un año y, al parecer, no lo volverán a abrir.

Impresiones irrelevantes:
1. Me hizo falta saber cuánto dinero gastó durante ese mes, ese dato hubiera sido interesante tenerlo; en México un McDonald’s dista mucho de ser un lugar económico.
2. “Cada que pase frente a un McDonald’s le voy a dar un puñetazo a mis hijos”. Siempre muero de risa con eso.
3. Que bonitas las escaleras pintadas de rojo en el edificio donde vive Morgan Spurlock.
4. John Lennon pasó de ser un Beatle asesinado a un Big Mac enthusiast. Bien triste.
5. Don Gorske tiene su entrada en Wikipedia, por si gustan.

Pues le doy 4 / 5, aunque tal vez no merece tanto, pero me cae muy bien este documental.


Por A Lady

Mentiría si dijera que no me gusta la comida rápida gringa. Que conste que cada país tiene su propia comida rápida y no necesariamente saludable, p. ej. los antojitos mexicanos. Ésos también me gustan. Sin embargo, siempre después de ver este documental me quedo asqueado de la comida grasosa y empiezo a mirar las hamburguesas y los tacos de canasta con recelo. Lo que diferencia abismalmente el consumo de las distintas fast-foods nacionales es su manera de mercadeo e imposición comercial. Super Size Me documenta este factor de manera más que convincente y señala los espacios vacíos que la correctitud política ha establecido en las sociedades occidentales (especialmente en la gringa) con respecto a la alimentación propia.
Uno de los comentarios más acertados acerca de la comercialización de las trasnacionales de fast-food es que, en realidad, estas empresas han creado necesidades en ciertos sectores de la población (como toda buena empresa) apoyándose en la imagen creada de economía, practicidad, sabor tradicional y adecuación a un mundo que vive a un ritmo frenético. Las posibilidades y fuerzas de voluntad han demostrado que estas nociones son falsas o, por lo menos, franqueables la mayoría de las veces y que los clientes asiduos del McDonald's y el Burger King y el KFC y el Wendy's no siguen en realidad necesidades propias, sino mecanismos de manipulación de consumo. Una de mis partes favoritas es donde se insinúa que la gente que se alimenta de estas cosas es, por consecuencia, gente idiota y que su capacidad intelectual es proporcional a la calidad de su alimentación; otro punto que encuentro más que acertado es la propuesta de acabar con la postura de tolerancia hacia la obesidad: en países como USA y México, la obesidad es el caso normal de gran parte de la población nacional y es un problema no sólo de salud, sino también económico y social, ya que entre más obesidad, más enfermedades y mayor negocio para las aseguradoras y (esto depende de la honradez de los dirigentes) más gasto en servicios médicos que podrían ser evitados. La obesidad, como el alcoholismo y el tabaquismo, debe ser insertada en la consciencia social como lo que verdaderamente es: una enfermedad que cuesta millones de divisas por año y que, en la mayoría de los casos, es totalmente prevenible.
Morgan Spurlock abre muchas cuestiones sin dar una respuesta definitiva a todas, lo cual es bueno para la participación del criterio y opinión del espectador; en el sondeo que hace a un par de jóvenes negros es evidente que los recursos económicos de la clase a la que pertenecen los entrevistados son por demás limitados y el acceso a alimentos nutritivos (dejemos ya orgánicos) o una dieta más selecta les está excluida; otro de estos planteamientos abiertos es el cambio de conducta que se muestra en una escuela pública con un estudiantado problemático al cambiar su dieta de los recesos: sería interesante ver que pasaría si a los niños mexicanos les estuviera bloqueado el acceso a alimentos chatarra durante sus horas de escuela. Igual y habría menos delicuencia juvenil o menos futuros obesos mórbidos.
Este filme posee la característica de los buenos documentales: no dar respuestas definitivas, pero presentar pruebas contundentes; es un plus que Spurlock haya hecho de su documental un tipo de cinema verité al someterse a tal tortura corporal y hacerse voluntariamente evidencia viviente de su objeto de estudio. Si bien el filme es un poco demasiado corto y tienen algunas escena de más (como Spurlock llamando a los directivos de McDonald's más de una vez), su valor general es buenísimo.

Otras impresiones:
1. Qué pinche miedo que los doctores no tenían evidencias médicas de lo que la comida de McDonald's le hace al hígado.
2. A la novia se le veía muy preocupada por la posibilidad de que acabara cogiendo con un gordo Gorgory. Completamente entendible.
3. Al John Lennon-come-hamburguesas deberían de estudiarle el metabolismo. Podría tener el secreto de la eterna delgadez.
4. Esta película justifica mis aversión hacia los gordos estorbo (o sea, gordo, lento e idiota) de la Ciudad de México.  
5. Creo que no se me antojará comer hamburguesas como en medio año.
6. Eso de que la tradición culinaria mexicana absuelve los daños de salud que provocan los antojitos es una de las cosas de las que me puedo reír.

4 / 5

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