sábado, 1 de agosto de 2015

Willy Wonka and the Chocolate Factory (1971) / Dir. Mel Stuart

Por Keith Nash
"Todo aquí es comestible, o en su mayoría lo es", anuncia el señor Wonka a sus afortunados visitantes. Escenografías en colores chillones, texturas extravagantes, con efectos visuales que hacen suspirar al amante de lo kitsch han hecho de esta película un artículo de culto del cual ha abrevado una innumerable cantidad de series, películas, caricaturas e incluso memes. La película fluye de manera fácil, no presenta cambios en el ritmo y las actuaciones son adecuadas, con un Gene Wilder (Willy Wonka) maravilloso, excepcional, constante, divertido y cínico.
 
La búsqueda:
En tan solo dos escenarios, el entorno social de Charlie y la fábrica de Wonka, podría parecer difícil perder algo o al mismo tiempo tratar de encontrarlo, sin embargo lo que se busca no se encuentra envuelto en ninguna barra de chocolate ni tampoco se obtiene con el Golden ticket, no lo posee cualquiera y demuestra ser inasequible por medio de numerario (no puede comprarse). Para niños y no, aunque el corte de la película es familiar (infantil) quienes deberían estar obligados a verla son todos aquellos que pretenden ser padres. La película más que un juego es una severa advertencia a aquellos padres quienes viven aterrorizados por sus hijos, a los que no se atreven a negar nada, mucho menos a reprenderlos en orden de los buenos modos. Los consejos de Wonka: “no te saques los mocos” “habla tratando de pronunciar adecuadamente” “no comas como animal” etcétera. Respecto a esto, la más transparente de las metáforas en la película (“good egg or bad egg”), Verruca Salt, sirve como claro ejemplo sobre lo que sucede con los hijos que con el terror, un miedo insospechado, ¡el pánico de no ser amado por tu propio hijo!, doblegan a los padres; uno que pudo haber sido un good egg, convertido sin duda en un bad egg, ¿por quién? Otro bad egg. En una lectura personal, creo, la metáfora va encaminada en hacernos comprender lo necesario que es romper los ciclos familiares.

 

La metáfora de la libertad:
Es su propio abuelo quien insta a Charlie a romper las reglas a ir más allá, a tomar de la soda que los hará volar; un deseo que acompaña en todas las edades a todos los hombres, romper, aunque sea por unos segundos, el eterno romance de los pies con el suelo; una lección que debe ser aprendida y repetida, empujar a nuestros niños o jóvenes a romper todas las reglas cuando por una ilusión honesta se haga. 


Impresiones irrelevantes:
1. Hubo una bukakke party in Wonka's factory.
2. La mamá que le escogieron a Charlie, qué güera tan pinche fea.
3. El maestro de Charlie es la neta.


 

Por A Lady

Uno de las cosas que más me llamaron la atención fue algo externo a la película en sí: la recepción que Tim Burton materializó 30 años después carece del todo del encanto predigital y, sobre todo, de uno de los roles más memorables (que no de los mejores) de Gene Wilder, sustituido por un Johnny Depp que más bien parecía Michael Jackson con síndrome de abstinencia en una actuación muy autoconsciente de no tratar de imitar a Wilder. Concuerdo en la idea de que el Golden Ticket es una metáfora de lo que no puede comprarse o ganarse en un concurso: la inocencia y la bondad, entre otros rasgos deseables en un niño; todos menos Charlie han perdido su infancia, en tanto que pertenecen al campo de acción del adulto: obesidad, codicia, competencia, enajenación, comportamientos que ejercen al saberse invulnerables, ya que al seguir siendo vistos como niños por la sociedad (sus padres) sus acciones son tomadas como inconsecuentes. Es sólo en la fábrica de Wonka, donde la actitud hacia los niños es totalmente distinta porque la noción de realidad es también distinta, que los chamacos son tratados como individuos, no como pseudoindividuos. Y es aquí donde la comida (los dulces) toma un papel importante, puesto que son un producto de la imaginación, de la cual carecen la mayoría de los niños y adultos; sólo quien sabe apreciar la creatividad puede apreciar del todo los dulces de Wonka y los niños indecentes han perdido ya esta capacidad. Es curioso que en la película ningún adulto se vea comiendo dulces y los que los compran lo hacen sólo porque codician entrar a la fábrica. Ni siquiera Wonka come dulces, quien los ve como creaciones artísticas, no especialmente como algo placenteramente comestible. Pareciera que los dulces están, en principio, destinados sólo a los niños no podridos, quienes son capaces de disfrutar y ser felices sin ningún objetivo utilitario o material. La película es también un vehículo didáctico (pretensión apropiada para un film infantil), en cuanto pretende inculcar "modales" a los niños, que si bien son pérdidas de naturalidad (no te saques los mocos ya que probablemente la chamaca se los come [referencia al gusto por mascar])* significa, a la vez, que la infancia es algo que se va perdiendo paulatinamente al entrar a un mundo de reglas que deben ser respetadas para ser una "persona decente". El humor es más negro que el chocolate que hace Wonka y da a entender que, tal vez, parte de los dulces que produce contienen algunas cuantas secreciones humanas. La escena del viaje en bote puede competir con el viaje más mariguano de Hunter S. Thompson y es una de las razones que esta película sea volvió de culto (ya decían por ahí que un culto es un grupo que no llegó a ser una minoría).

Otras impresiones:
1. La mamá de Charlie está fea, pero su canción me gustó. Parece que le dice: "Ay, mijo. Te vas a quedar siempre pobre, pero siempre serás rebuena gente".
2. ¿Cuánto habrá cobrado Roald Dahl por ceder los derechos a la marca Wonka?
3. La película parece estar filmada en Inglaterra, pero en la toma aérea del final te das cuenta que la filmaron en Alemania.

*Propongo que esta película sea parte del programa de la ONU en una campaña por abolir el chicle del mercado mundial.

4 / 5

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