lunes, 29 de febrero de 2016

The Witch (2015) / Dir. Robert Eggers

Por A Lady

Para el 2015 la generación de películas de terror gringas pintaba dar, por lo menos, uno o, si nos iba bastante bien, dos productos más que interesantes. Sólo en 2014 It Follows y Unfriended refrescaron el inventario de elementos narrativos y visuales del género más vilipendiado por los intereses comerciales de los estudios y sugerían la idea de que el cine de terror se vería beneficiado en el futuro del trabajo cuidadoso e inteligente de directores y guionistas con verdaderas propuestas en mente y no sólo con pretextos mequetrefes para aventar sangre o sacar al monstruo/asesino/demonio/criatura correspondiente con la mera intención de que el espectador no tenga que pensar en nada durante las dos horas que dure la película, que tratar de la presencia del verdadero horror en la vida humana, el cual pocas veces se encuentra en los lugares comunes del género.
Pocas películas me han provocado tanta expectativa y me han hecho el tiempo de espera para el estreno tan tortuoso como The Witch. Esto se debe principalemente a dos razones: mi interés por el tema de la brujería y el haber visto el trailer meses antes del estreno en México. El estreno en este país fue continuamente aplazado, según esto, por dificultades con los distribuidores, pero algo me hace suponer que no sólo los aspectos administrativos actuaron sobre estos cambios de fecha, sino que los cines pudieron no estar seguros si el contenido de la película pudiera traerles problemas y disconformidades con algunos clientes en un lugar aún tan ciegamente católico como México, especialmente gran parte del público que consume películas de espanto. En cuanto al trailer, éste parecía anunciar, por lo menos, imágenes muy distintas a las que se acostumbra encontrar en cualquier película de terror dominguera y, en el mejor de los casos, un enfoque visual remotamente apartado de la obviedad de la mayoría de los filmes sobre entes sobrenaturales.
Es curioso que, si bien hay un gran número de filmes sobre entes demoniacos intangibles, díganse demonios, el número de películas en torno a la brujas y sus prácticas son, en comparación, escasas; el pináculo temprano es la inmortal Häxan de Benjamin Christensen, The Devil Rides Out de Terence Fisher fue un producto de su tiempo (a veces involuntariamente cómico) y hecho justo en el mismo año (1968) que Witchfinder General de Michael Reeves, que trató el tema con más perspectiva histórica, Dario Argento hizo lo suyo con la trilogia de Le tre madri y también Mario Bava con La maschera del demonio y, en los últimos años 20 años, The Blair Witch Project y The Conjuring han sido las películas estéticamente más exitosas que han encontrado inspiración en este tema. The Witch es, probablemente, la primera película después de Häxan que pretende excavar más en fuentes históricas sobre la brujería que confiar en la efectividad de la imaginación. La película acepta al final que los poderes sobrenaturales existen, pero el trayecto de una mujer, especialmente una mujer joven, con potencial satánico es sugerentemente descrito como factor determinante para tomar esa última decisión de firmar el libro de la Bestia.
La película inicia con el juicio que el pueblo de peregrinos mugrosos, aparentemente no hace mucho llegados de Inglaterra, le hacen al aún más mugroso William, padre de Thomasin, quien es la dama en cuestión. En ningún momento se aclara la razón por la que William se destierra voluntariamente de la comunidad junto con toda su familia y se asienta en una choza a las orillas del bosque; el orgullo se insinúa repetidas veces como la causa de los problemas de William y es probable que los demás peregrinos hayan considerado su fanatismo religioso una molestia y/o un impedimento para la buena convivencia. Con todo, William demuestra en varias partes de la trama que este mismo orgullo lo lleva a callar verdades, aun sabiendo que esto será en perjuicio de su hija mayor. El hecho de que estos problemas vengan directamente de los reproches de la madre de Thomasin dice aún más: cualquier vago y mínimo descuido por parte de ella merece un regaño y es claro que es ella quien cumple la función (además de la de niñera, lavandera, chacha y campesina) de cabeza de turco cuando, entre la confusión, recibe gritos simultáneos de padre y madre para ser silenciada y aceptar su culpa infundada. La mujer joven tiene en este ambiente familiar un futuro inexistente, ya que su educación es basada en la culpa y en la idea de que el ser humano es prácticamente un desecho indigno de la creación del dios cristiano, del mundo. La alternativa que Lucifer le ofrece a Thomasin significa la vida, la libertad sólo refrenada y condicionada por él mismo.
Esto último es la justificación de la escena en la que Samuel, el bebé, es sacrificado por la bruja del bosque. Si bien la escena no es gráfica en sentido grotesco, la secuencia es de un impacto considerable y sus encuadres ayudan a aceptar el hecho de que hasta las acciones más aberrantes pueden ser representadas con belleza. Nunca había visto una escena tan bien lograda de un lactante siendo víctima del satanismo desde aquella en Häxan en la que un bebé es arrojado a un caldero. Otra escena que desconcierta la construyen las últimas palabras de Caleb antes de morir. Pareciera que él mismo pudiera estar hablándole a Jesús, quien viene a rescatarlo del hechizo de la bruja, pero los ademanes amanerados de sus manos y la afectación de su entonación apuntan a una farsa, una burla de las palabras que pronuncia, como si muriera con una mofa a la posibilidad de ser salvado o de ser digno de misericordia divina.
Mención aparte merecen los gemelos y sus canciones-invocaciones a Black Philipp. Saber a dónde fueron a dar ese par de niños poseídos no es algo que el espectador promedio desee saber y el guión inteligentemente evita dar una respuesta no pedida. Cada quien puede imaginarse lo que su cabeza le dé; en todo caso, no es un lugar paradisiaco. La relación que se hace aquí entre la capacidad de ser un medio del mal y el ser un infante se trata de manera más elegante que en otros cientos de películas en las que un niño es la semilla del mismísimo, la más conocida siendo The Omen. El asunto es aún más escabroso si se considera que aquí se trata de gemelos, como dualidad casi ritual y mítica, visible en muchas imágenes de brujería.
Una de las presencias más pertubadoras en la película es la de los animales, que a veces no lo son realmente. Las cabras, perro y caballo están enterados de lo que sucede en la ¿granja? y de qué se esconde debajo de la imagen de ese macho cabrío negro y esa liebre que los visita. La mitad del horizonte es ocupada por la figura de los primeros árboles del bosque y es justo esta fuerza imponente e imbatible que representa la naturaleza ante las creencias dogmáticas y culpabilizadoras contra el humano lo que en realidad constituye a la fuerza del mal, a la tierra desconocida y fuera de contacto con el humano mismo; las únicas criaturas que, al final, logran saborear esa naturaleza y sus dones de libertad (maligna, pero libertad a fin de cuentas) son las mujeres del diablo, las que "han probado el sabor de la mantequilla".
Hacía tiempo que el horror gringo, y el mundial, no presentaba temas tan potentes y situaciones tan aberrantes, y rara vez se han configurado estas aberraciones con tanta belleza.

Otras impresiones:
1. Lo que evita que esta película se perfecta es, principalmente, su duración y algunas cosas que no acaban de conectar con respecto al par bien-mal. No me importa.
2. Thomasin se me hace un nombre hermoso.
3. En el cine mucha gente se salía de la sala a media película porque se les hacía muy violento lo que estaban viendo. Más bien, creo que les era agresivo. Pero ni La rosa de Guadalupe ni las mutilaciones del narco en el periódico, ni las encueradas del Gráfico se les hacen agresivas ni ofensivas: ironías de la vida.
4. Sangre saliendo de la ubre de la cabra en vez de leche. Total, soy intolerante a la lactosa.

4½ / 5

viernes, 26 de febrero de 2016

Unfriended (2014) / Dir. Levan Gabriadze

Por A Lady

Si uno atendía la expectativa común de aparición de películas de terror interesantes (ya dejen buenas) en el transcurso de un año, después del estreno de It Follows parecía que el 2015 no ofrecería otro producto de este género en el que valiera gastar el costo de un DVD. Unfriended resultó, para mí, ser la inquietante excepción y el nacimiento de una esperanza chiquita de que, por fin, todos los recursos y discursos aún no explotados del cine de terror (tan actuales y alusivos son éstos ahora) pudieran ser formados por mentes y manos algo más hábiles.
Desde la entrada con el logo pixeleado de la Universal se dan pistas de la fuente de horror que describe esta película: si bien el argumento se centra en la vida de los "chavos" (¡cuántos "chavos" de más de 30 años hay en el mundo!), cualquiera que haya sentido un pánico consciente con este filme, también vive inmerso en un mundo tecnológico, cuya amenaza más terrible es que deje de ser controlable (se te borró la tesis sin querer de la unidad C: por un virus, no puedes cerrar ventanas, se te desconfiguró tu Mac, Explorer no te deja usar otro navegador). Tal vez en este punto reside la fría recepción inmediata que este filme tuvo; he escuchado y leído diversas opiniones sobre Unfriended y casi todas parecían referirse a otra película, una que me sería más común e irrelevante. Al verla de nuevo, me fue inevitable hacer algunas conjeturas: ¿gran parte del horror está quizás en esa negación de reconocimiento con ciertos aspectos de lo narrado que atañe del todo a la realidad de cualquier persona con acceso a las redes digitales de información?
Muchas cosas en esta película son pura alegoría, y no lo digo con dejo despectivo. La pantalla de la Mac de Blaire es la única toma durante todo el filme y es en la que vemos transcurrir toda la acción; cuando Laura Barns, ya en la forma del troyano más troll imaginable, comienza a "eliminar amigos", ninguno de los adolescentes considera, en un principio, necesario ir al domicilio del matado; no hay contacto real entre este grupo de "amigos" que, sin embargo, decide ocupar su tiempo libre en "reunirse" por Skype, lo cual parece ocurrir habitualmente. En esto nada parece ser otra cosa que los hábitos de ocio del adolescente occidental promedio con acceso a una compu con internet; es hasta que los demás comportamientos cotidianos de estos morros demuestran que lo oscuro de la vida diaria nos confronta: desde el hecho de que la niña Barns consideró su vida acabada sólo por haber sido cyber-bulleada, la inercia de acción que se maximiza en las redes sociales, las armas como utensilios cotidianos normalizados (ese cuchillo, esa pistola), hipocresía y, sobre todas esas cosas, la vacuidad de lo que, según creencia popular, debería ser la época más espontánea y energética de sus vidas. Una escena ejemplifica muy bien la noción de (ir)responsabilidad que las vidas cibernéticas hacen posible: cuando Blaire se excusa con Laura diciendo que "everyone was posting". En este sentido, el virus Laura Barns es la revencha que sigo esperando: la imposibilidad de anónimato y la exigencia de confrontación con el otro, con el afectado, la cual es casi nula en las redes sociales, donde cualquier opinión y punto de vista argumentado y contrario al de nosotros es del todo eliminable y despreciable, y toda intervención comunicativa que sea considerada indeseable y solicite una reacción activa en la realidad (Blair pidiendo ayuda en la Chatroulette) tiene una gran grado de probabilidad de ser ignorada.
Si bien no se trata de un filme perfecto (el guión es bueno, pero toma un rumbo un poco predecible, con lo que sacrifica así historia por contenido implícito), Gabriadze demuestra ser un director joven con promesas interesantes para el futuro.
Hay momentos en Unfriended en los que lo que fue intencionado como terror transmite más bien una tristeza enorme por ver a los "adultos" del futuro podridos ya desde su juventud, aunque esto no aplica sólo para la chaviza enajenada de información, sino para cualquiera cuya realidad quepa cada vez más en una pantalla y no pueda discernir entre acción e intención (como todos los chairos cyber-revolucionarios): cuando los ex-"amigos" de la Barns están a punto de morir, se preocupan únicamente por llevar consigo la cámara para seguir siendo visibles, para no "desaparecer" y, finalmente, esto no les trae ni un poco de ayuda y sólo los lleva a exhibir su exterminio en tiempo real. Como en Unfriended, para esos casos la vida se goza y se acaba on-line. Qué horror la juventud en éxtasis.

Otras impresiones:
1. Parece ser que se espera una "nueva ola" de cine de horror de calidad. Si las críticas son acertadas, The Witch de Robert Eggers sería la primera entrega de horror gringo de 2016 digna de que se pague un boleto de cine y un combo de nachos con hot-dog.
2. ¿Cuál habrá sido el presupuesto para dejar que Mac y Facebook prestaran sus interfaces?
3. ¡Ya ven! La maldición sólo les cae a las Mac. Me caen gordas las Mac.
4. La música de los créditos confirma mis sospechas de que los creadores de la película suponen que los chavos que la vean no se sentirán en absoluto perturbados y la considerarán sólo como otra ocasión pa' echar coto.
5. Por desgracia, miles de secuelas. Miles.

4 / 5


Por Keith Nash

Las redes sociales habían hace ya mucho tiempo comenzado a transitar por el cine, habían aparecido en cualquier género: lo mismo había comedias que comedias románticas, documentales serios y críticos, desde el profundo razonamiento hasta películas pueriles y absurdas al unísono, así como intentos serios por contar el origen y la forma de este fenómeno social exclusivo de nuestra época; así que era lógico y una cuestión de tiempo que alguien tuviera la “brillante idea” de transportarlas hacia el espectral mundo del cine de terror moderno. Ésta será la primera, si no es que ya existen otras muchas, de una serie de películas que utilizarán como tópico las redes sociales, hace unos años tan pocas y hoy tantas y tan variables y, al mismo tiempo, tan estrictamente idénticas. No es que el resultado de este experimento me parezca del todo malo (o tal vez sí), sino que me pareció carente de un valor significativo, de una idea que irrumpiera en el plano, de un estruendoso momento o de un estruendoso monstruo o algo que en realidad sacudiera. A mi parecer, la película no logra conectar, increíble y contradictoriamente el terror que la historia narra con los horrores que se pueden enmascarar detrás de estas nuevas formas de convivencia social. Claro, no todo es malo; una de las ideas que me parece logra transmitir, de manera muy precisa y adecuada, es la del aislamiento y las llamadas “burbujas de red social”, que dicen que lo que a los usuarios les parece trascendente o relevante es solo trascedente y relevante para él y sus allegados en las redes sociales, es decir a nadie más que a ti y un poco a tus amigos de Facebook les importa lo que te pase, pienses, hagas, compres, bebas, comas, digas y al resto del mudo le importa un bledo. Después, el formato de la película me parece genial, no lo niego, pero en realidad lo que me parece maravilloso es la idea abstracta de llevar a cabo la película entera desde la pantalla de una laptop, pero a la hora de aterrizarla hace que se vuelva un tanto cansado a la vista (algo que también podría ser una referencia); sí esta padre, pero también está tedioso. Otro factor que me parece relevante y en el que sí le pongo un like a la película es que reta al espectador a hacer también multitasking y al mismo tiempo multithinking y en eso sí el vértigo que tiene la película es innegable y loable.

Observaciones irrelevantes:
1. Que bonitas son las Mac.
2. Pues según yo el asesino es el papá de la Laurita malacopa.
3. Dan ganas de hacer todas esas cosas que ellos hacen con sus compus, pero luego te acuerdas que eres cliente de Telmex y te alegras de que no se te haya caído la conexión en dos días.
4. Bien bonitas y bien poderosas.

3 / 5

martes, 23 de febrero de 2016

It Follows (2014) / Dir. David Robert Mitchell

Por A Lady

Ya para el 2014 era difícil imaginarse que una película de terror pudiera tener una premisa que sorprendiera: infinidad de churros de todo tipo reciclaban las mismas historias y clichés de siempre hasta el vómito y sólo alguno que otro film de muy buen corte (The Cabin in the Woods) mostraba inventiva compleja suficiente para renovar un género que parecía haber imaginado ya todo. Pero la capacidad del cine gringo de género, no obstante, de superarse así mismo, ya sea por necesidad comercial y/o artística es algo que nunca debe subestimarse. David Robert Mitchell era un nombre que no conectaba con ninguna referencia en la cabeza de muchos cinéfilos promedio a principios de 2014; ahora, aun si no produjera ninguna otra cosa relevante, pasará a la historia del cine de horror como el director de It Follows.
Si bien la premisa narrativa no es del todo nueva (en Ginger Snaps ya se veía, aunque apenas muy en ciernes, una relación entre el horror y la sexualidad concebida más de este lado de los 2000's, sin tomar en cuenta el trasfondo ominoso que representan los slasher films de finales de los 70's y de todos los 80's, especialmente Halloween, a la que It Follows le debe gran parte de su existencia), el tratamiento que se le da al tema es por demás intrigante y de un pulso admirable. La existencia de un tipo de demonio-ente que es prácticamente una ETS dice mucho de las insinuaciones que la película sugiere: la acción toma lugar en un mundo parecido al de los 80's gringos, en el ambiente de una juventud indiferente que ve pasar la vida jugando cartas y que no hace nada concreto en realidad (hay momentos en los que me entraba una desesperación por poner hacer quehacer a esos adolescentes ociosos); es, tal vez, un reflejo del mundo histórico en el que nace el VIH, el consumo de drogas y el número de asesinatos por arma de fuego van a la alza y la imagen política que se promueve en el mundo es de una mochería como pocas cuando el mundo occidental ve cerrar el siglo XX con gran decadencia social en USA. Las fuentes del horror en este filme provienen de ese limbo moral y vital que lleva a los adolescentes afectados a tomar casi de inmediato la decisión de pasar el demonio-infección a otro, sabiendo aún que es muy probable que éste acabe con la vida (y el cuerpo) de su receptáculo y, revancheramente, regrese al último de la serie de infectores.
Grandiosas son las técnicas de configuración del equipo creativo. Si bien el lugar narrativo remite a ciertos momentos históricos específicos, uno encuentra muchos elementos que no concuerdan con la temporalidad real: los coches son de antes de los 80's, pero ya pueden leerse e-books en un lector-concha (Dostoyevsky, que confirma mucho acerca del vacío existencial de este entorno); el espectador entra en un rescoldo temporal que es todas esas épocas de los 70's hasta principios de los 90's, pero que no es ninguna a la vez. Las formas cambiantes del demonio son otro detalle importante. Parece ser que las apariencias que toma el ente provienen del subconsciente del afectado(a), de los miedos y los deseos fallidos, y es terrorífico y morbosamente fascinante enterarse que la forma que toma en la escena magistral de la piscina es la del papá de Jay y ella misma dice, al preguntarle sus amigos sobre la imagen del monstruo, que no puede decirles. ¿Qué recuerdos le trae?
Otro de los principales contribuyentes a la creación de esta atmosfera especial es el soundtrack compuesto por Disasterpeace, el cual no oculta su referente histórico: aquella música al ritmo de la cual Jamie Lee Curtis huía de Michael Meyers en Halloween.
Es curioso y revelador encontrar, incluso ya en los productos de 2014, cómo la constante temática del sexo adolescente es considerada un origen infalible de fuerzas malignas, sólo que ahora con algunas pequeñas variaciones: el "impulso de vida" que debía ser reprimido debido a su incorrectitud en las películas de horror setenteras y ochenteras (Nightmare on Elm Street, Halloween, Friday the 13th) y que en Ginger Snaps debe ser eliminado a causa de su poder destructivo, es eliminado aquí por la misma apatía vital de la juventud que, como se sugiere al final de la película, tiende incluso a dejarse exterminar por una fuerza que es como los peores males de la vida: "It's very slow, but it's not dumb".

Otras impresiones:
1. De todas las formas del monstruo, la que más miedo me dio fue la del altote que sale a espaldas de la amiga que toca la puerta.
2. La escena de la sangre extendiéndose en la alberca será recordada por muchos años.
3. Estoy seguro que si la película hubiera sido comercialmente más exitosa, Apple hubiera sacado enseguida lectores rosas en forma de concha.

4 / 5


Por Keith Nash

La hermosura puede asaltarnos desde diferentes terrenos. Antes que cualquier otra cosa, deseo ponderar la belleza que el filme de Mitchell nos otorga; a esta película con gusto le borraría yo las etiquetas, siempre chocantes y limítrofes; una historia fundamentada desde la sexualidad podría ser fácil blanco de un charro y desagradable porno/erotismo, de una aproximación a la sexualidad, morbosa, picaresca, fútil, aberrante, chocante y, por ende, desagradable. Nos libra, con gran éxito, de una comedia adolescente, que bien podría estar llena de todos los clichés, estereotipos, visiones obcecadas y deprimentes que en masa hoy los medios nos repiten una y otra vez, sobre lo que, en una dirección enfocada al salvaje consumo y la consumición, es y debe ser ahora la sexualidad entre los jóvenes. Nos libra también de la sexualización infantil, creando personajes ubicados en los albores de la vida adulta, estudiantes universitarios quienes tendrán que atravesar vicisitudes relacionadas con el sexo y no adolescentes consumiéndose por los deseos de actos y ritos aún lejanos e innecesarios para ellos. Ahí, en medio de estás sanas decisiones, un aglomerado constante de hermosas y bien logradas imágenes, que explotan en cadena una y otra vez, a la vista, en concierto magnífico entre el terror y el deleite visual.
Hay una aproximación latente en este filme a la nueva linea divisoria, aún borrosa e indefinida, entre lo público y lo privado, entre lo meramente personal y lo que merece ser compartido, como pareciera mandamiento divino, en las redes sociales; los constantes muestreos de voyeurismo, los niños espiando a la vecina, las vecinas embelesadas con el chico sexy de la calle y, sin mencionarlas, siempre están ahí las redes sociales: en varios momentos aparece Instagram, la comida desde un ángulo superior en foto fija y un largo etcétera de tópicos constantes en aquella red social que se van dibujando una y otra vez en la película; los dispositivos que aparecen creados expresamente para el film y ademas de la creación de lo que hoy se conoce como un catfish, es decir quien crea una identidad falsa para adentrarse en la vida de otras personas, siempre con intenciones sexuales y que son el principal vehículo, hoy en día, de los predadores sexuales. Nos arrojan las pistas para comprender, me parece, el origen de esta maldición de está reedición del It de Stephen King, esta nueva maldad en si, cuyos orígenes yacen en lo más profundo de la maldad humana, y al elegir el "modo de transmisión" símil a una enfermedad venérea, nos va desenvolviendo también la intención de la misma, así como su fin, su objetivo, que podría ser o no la desarticulación del sexo como un acto de intimidad y entrega a ser únicamente un acto reflejo de un deseo de consumo.
Me parece también que esta película tiene otro acierto y es que logra reflejar muy bien el estilo de la juventud de esta época, estoy seguro que dentro de tal vez 20 años, sus futuros observadores quedarán maravillados por lo bonito que se vestían los jóvenes en esta época, (una nostalgia similar a la que sentimos los que vimos hace 10 años Back to the Future). Me da la impresión de estar viendo una película que se convertirá pronto en un clásico, en una cápsula del tiempo.

Impresiones irrelevantes:
1. La reflexion que hace Jay (Maika Monroe) sobre llegar a la adultez es fantastica y por la acción que sigue en la película cobra una fuerza aun más estrepitosa.
2. Yo pensaba usar la palabra daifa en este post pero no pude. Aunque había lugar para hacerlo, no quise contar la película.
3. El final abierto me deja una zozobra terrible. Confieso que le tengo fobia a las segundas partes.
4. El valor que esta película le otorga al silencio es magnífico.

5 / 5

viernes, 19 de febrero de 2016

The Conjuring (2013) / Dir. James Wan

Por A Lady

Antes de ver The Conjuring había pasado ya bastante tiempo (en correspondencia con mi edad) desde que una película de terror me había dado realmente ese malestar y acecho anímico que sólo The Exorcist podía causarme. Ambas películas tienen dos efectos relevantes en mi vida: un impacto en mi concepción espiritual de la vida humana y la representación de ciertas ideas algo indefinibles a través de alguno(s) de sus personajes. Tan grande ha sido la impronta que la película de Friedkin dejó en mi mente de infante que la figura de Regan MacNeill ha sido el símbolo de las acciones más indecibles en mis pesadillas y, para resumir, podría decir que The Conjuring ha sido la única otra película de terror que me ha llevado a confirmar casi irrefutablemente algunas intuiciones sobre un plano de existencia inmaterial.
Debo decir que gran parte de la atracción que este filme influye sobre mí se debe a dos factores: el realismo pretendido (y mayormente alcanzado) del guión y la actuación de (dejénla hacer películas de terror durante toda su vida) Vera Farmiga. Su Lorraine Warren sobrepasa en dimensionalidad, profundidad e intriga a cualquier otro personaje del filme. La escena donde Ed cuenta al otro don al que le cayó la maldición que, en uno de los exorcismos que presenciaron, Lorraine vio algo en los ojos del poseído que la trastornó durante días y que no contó nunca nada al respecto; justo este tipo de técnicas maravillosas son las que amo en esta película: el horror que se pretende representar es de una magnitud y una naturaleza tan informulable que sólo puede ser insinuado a través de la exclusiva percepción de un individuo con capacidades cognitivas tan extraordinarias. Las escenas donde Lorraine percibe entes o energías son actuadas con una sensibilidad precisa que nunca cae en lo rídiculo y que, de hecho, está llena de fe en la existencia de otras dimensiones de existencia. Es aquí donde The Conjuring logra lo que pocas películas de terror de los años recientes se han siquiera planteado: el género, aunque lleno de seres fantásticos y situaciones inverosímiles, debe creer en lo que crea y darle la trascendencia adecuada que las formas del horror merecen en nuestras cotidianidades, lo cual sería incluso benéfico para las intenciones comerciales de los estudios. Amo este personaje.
La mayor parte de este realismo efectivo se le debe a la base histórica de la trama que, si bien fue modifcada para su ficcionalización, retoma mucho de los archivos de investigación de los Warren y del libro que una de las hijas de los "maldecidos" escribió en dos tomos como de 600 pp. cada uno; el filme maneja de forma estupenda la manera de proceder demonológico y esto le aporta más credibilidad y angustia a la historia. El tema de la maternidad aporta también mucho a este aspecto. La ofensa más grande que la bruja Batsheeba pudo infringir contra el dios cristiano fue el exterminio de un ser inocente y totalmente vulnerable venido de su propio cuerpo, el producto de su capacidad de crear vida. La maternidad como lazo y compenetración humana primigenia, en la mayoría de los casos, es una de las uniones más inquebrantables y su violación puede significar un favor inconmensurable para las energías negativas. Este mismo demonio intenta perpetuar la prevalencia de su propia energía negativa dentro de su territorio con otros cuantos filicidios inducidos, pero finalmente es subyugado: la escena en la que la voluntad del demonio es controlada con el "simple" hecho de llamarlo por su nombre demuestra el poder místico de control que la palabra que denomina tiene sobre la realidad de las personas y, muy posiblemente, en la realidad de otras dimensiones. Finalmente, un exorcismo no es más que una ceremonia muy barroca fundada en la fe del poder ritual del Verbo: la palabra como yugo y control.
El peor de los pocos defectos que le encuentro a la película es un dejo de confirmación absoluta del dogma católico: si bien existen demonios (energías negativas) y un dios (energía positiva), las formas en las que se nos podrían presentar para hacer posible nuestra percepción de ellas, esto no descarta nunca la posibilidad de que la imagen sea sólo una truculencia para hacerle a los humanos los tipos de existencia multidimnsionales menos incomprensibles.

Otras impresiones:
1. Ya salió el tráiler de la secuela y no se ve sexy. Lo único que se ve deseable de ver es, para variar, Vera Farmiga.
2. Patrick Wilson siempre me ha parecido un actor muy inepto. Para él oficiar un exorcismo tiene la misma emoción que sacarle punta a un lápiz.
3. Me chiflan las películas de brujas y creo que se debió hacer un spin-off sobre Bathseeba y no sobre Anabelle. De seguro luego van a querer hacer un filme para cada muñeco chueco que tenían en esa bodega.
4. La ingeniería de sonido está de sueño húmedo.

4 / 5


Por Keith Nash

Para cuando se estrenó The Conjuring, mi nuevo romance con el cine gringo de terror estaba cantado; a pesar del revuelo que causó, lo que me motivó a asistir a una sala de cine a verla, cosa que casi detesto, fueron un par de reseñas de amigos en Facebook, personas de cuyo juicio normalmente me fío en lo que a cine se refiere. Aún recuerdo aquella noche, al salir del cine mis nervios estaban crispados, mientras caminaba del cine hacia mi casa (vivo en un pueblo chiquito) la oscuridad parecía mucho más amenazadora que otras tantas noches mientras atravesaba pueblo quieto.

El terror perdurable:
A diferencia de otras cintas del genero, que van perdiendo ciertos efectos en el observador conforme se repite su transmisión o se vuelven a observar, The Conjuring causa el efecto contrario, al verla de nuevo, los escalofríos no solo se repiten, sino que aumentan, se van descubriendo nuevas formas en las que la película, su argumento, su trama y su magistral dirección, vuelven a envolvernos, a adentrarnos en un mundo “paralelo” y, sin embargo, latente y real. Este envolvimiento parte de la fantástica conducción armoniosa y sobria de los acontecimientos a descubrir. No hay una ruptura en el plano de la película, nada que nos lance con vértigo hacia la oscuridad y el terror, parece que nos deja primero creer en ella, creer latentemente en los hechos, va suavemente poseyéndonos hasta que nos aniquila endemoniadamente, hasta que estamos perdidos en ella, hasta que ya no hay vuelta atrás y no tenemos más remedio que creer o al menos dudar de lo que hasta antes habíamos creído. Claro, ninguno de estos efectos se hubiera logrado sin actuaciones más que convincentes, maravillosas e ideales, sin la perfecta cámara que el filme entero tiene, los ángulos, la luces y la fotografía que secundan y dan fuerza al discurso entero de la película, la ambientación, que es perfecta sin nunca llegar a ser kitsch (lo cual hubiera sido patético e inútil); más bien adecuada y sobria y el conjunto de otras virtudes secundarias, pero esenciales, tales como el discreto pero bien planeado soundtrack.
¿A qué terror nos somete? Al terror de la transgresión del núcleo más seguro e indestructible, en apariencia, que un hombre puede tener: la familia; en este ciclo, hemos observado prácticamente siempre la transgresión de la juventud, la juventud idílica o la juventud perdida y, sin embargo, el último reducto de terror en esta película parece es la destrucción de la familia. Vemos cómo en el lugar más seguro, el seno familiar, la maldad que de algún lugar, no sé cual, emana busca romper a toda costa los vínculos terrenos más valiosos, el vínculo creado entre una madre y su hijos. El afán de este ente (ya sea de cuento o de una realidad alterna) es desmembrar para siempre estos vínculos, entregando esa ruptura como muestra de sacrificio máximo a una fuerza mucho más poderosa y siniestra que ella misma.

Observaciones irrelevantes:
1. Cuando fui niño ese juego de los aplausos y las escondidas siempre me pareció la conducción hacia un mundo misterioso, nunca sabes quien aplaude delante de la venda tus ojos.

2. Siempre he pensado que The Conjuring es un nombre que simplemente no le va a esta película.
3. El catálogo de entes que habitaban la casa daba para hacer un talk show al estilo de Jerry Springer
4. ¡¡¡Qué bonito soundtrack!!!

5 / 5

martes, 16 de febrero de 2016

The Cabin in the Woods (2012) / Dir. Drew Goddard

Por A Lady

Pocas películas en la actualidad logran renovar un género de manera tan fresca con una premisa tan antigua como lo hace The Cabin in the Woods. Es curioso que una comparación de esta película con las autorreferencias que se pueden encontrar en Scream dé una correspondencia de una tendencia en el cine de horror que se manifiesta cada vez más clara y más integrada en el desarrollo de la trama: si Wes Craven manifiesta que los patrones compositivos de los filmes de terror de adolescentes son patrones repetitivos que, después de todo, no están tan lejos de algunas realidades, Drew Goddard los reelabora para una realidad construida, en la cual funcionan como los fundamentos del orden social mismo y como requisitos de la permanencia del ser humano en la tierra. Es la superpotencialización del rol del adolescente-víctima, la cual se deja entrever en la apariencia mercadológica del filme (trailers), mas no deja sospechar los fundamentos de su trama, que acaban por ser lo radicalmente distinto en comparación con otras obras de más o menos el mismo corte. No sé si la moda que de repente impuso este filme entre el peladaje hipster se deba en parte a estas referencias, aunque dudo que el efecto de la película se mantenga como lo hizo la de Craven a finales de los 90's y principios de los 2000's gracias a las interminables parodias que de ella se hicieron; esperemos que de la película de Goddard no se desprendan tantos subproductos lamentables. Después de todo, las películas de horror se vuelven memorables la mayoría de las veces por ser una muy buena idea materializada de una muy buena manera después de una serie de producciones más que fallidas que confían de más en las convenciones establecidas del género y, por lo tanto, son incapaces de ampliarlas o transgredirlas de manera inteligente. 
Otro de los síntomas contemporáneos en The Cabin in the Woods es que es difícil definir a qué género pertenece mayormente: sobre toda clasificación genérica se impone la del horror debido a la inmediatez de ciertos factores compositivos (personajes esquemáticos y reconocibles, trama del todo identificable y comparable), pero el punto de giro del filme da cabida a múltiples categorías (comedia de terror, workplace comedy, sci-fi horror) y justo con la ciencia ficción pueden encontrarse más alusiones: la presencia de Sigourney Weaver no es una mera cosa de casting, ya que se le presenta como la directora de todo un sistema destinado a mantener satisfechos a los seres más antiguos mediante la tecnología más avanzada (quien no reconozca la intertextualidad, vea la lista de filmes más detacados de 1979 y 1986). Cuando se ha visto la escena final, es claro que se trata aquí de una amalgama de las fuentes del miedo humano que han mutado con los milenios, pero que persiguen siempre un mismo fin: el control de las vidas humanas para un fin específico.
Uno de los aciertos más gratificantes del filme es la relación entre el terror y el oficinismo más godín: los horrores más variados son sólo el stock de las fuerzas de trabajo otorgadas por un orden elemental y, literalmente, titánico. Es un shock para el espectador saberse engañado (y fascinado por el descubrimiento de este engaño) al enterarse que todos los seres de los filmes de horror, materia de las pesadillas de muchos, son agentes que, en realidad, perpetúan el devenir funcional del mundo. Una de las escenas que será difícil de borrar de mi mente es aquélla en la que los dos jóvenes que mueren al último (la virgen y el mariguano) bajan por un elevador de páneles transparentes y recorren todo el almacén de criaturas terroríficas (bastante reconocibles, por cierto, pero un poquito modificados pa’ no tener que pagar derechos de autor).
Otro de los puntos que me llamó más la atención fue la normalización del horror de la muerte violenta en la cotidianidad: en la oficina de control del proyecto de sacrificio, los godínez apuestan sobre qué monstruo será el elegido para eliminar a los jóvenes incautos e incluso celebran el aparente buen término del mismo (¿reality shows? ¿les suena?). El verdadero horror no es la existencia y acciones de estas criaturas, sino el grado de normalidad que han alcanzado en nuestras vidas.
Lo grato y, para mí, más novedoso de la película es la mezcla de una idea aún no tan desarrolllada en las temáticas tradicionales del cine de este género (el terror como parte del sistema) y de una fuente legendaria tan antigua como el humano mismo (los titanes, señores del mundo) en una obra que, en apariencia, es un dead teenager horror film más y que resulta ser una de las mejores propuestas del género en lo que va de esta década.

Otras observaciones:
1. Juro que pensé que el lobo le iba a dar la mordida a la rubia. Afortunadamente fueron más astutos.
2. ¿Una película de teen horror sin Chris Hemsworth medio encuerado? ¿Juaaaaayyyyy?
3. Hellraiser, It, muchas películas clásicas de la Universal y muchas películas asiáticas de terror.
4. Sigourney Weaver es la actriz más bad ass del mundo.

4 / 4



Por Keith Nash

The Cabin in the Woods... ¡vaya agradable sorpresa! Al verla por primera vez, hace un par de años, esta película me causó una profunda marca, me hizo volver a evaluar mi concepto sobre el cine de terror, me hizo saber aquella vez que el cine de terror estaba sólo estereotipado en mi cabeza y que había de nuevo que reencontrarme con ese género a partir de una mirada fresca y limpiando de mi visión ciertos vicios que como espectador me había generado, ni yo se bien por qué, en su entorno, antes de ver esta película, la cual por cierto renté aquella vez en un Blockbuster (que el Dios del corporativismo salvaje y capitalista guarde en su santa gloria). Pensaba, tontamente, que el cine gringo de terror estaba copado de rubias bobas muertas, de damitas chillonas y virginales y de jóvenes obtusos y huecos que no podrían sobrevivir en el mundo real. En pocas palabras, por muchos años ese género me daba una terrible hueva y ni de chiste me acercaba al pasillo de terror en el Blockbuster. Las dos principales revelaciones fueron que: a) puede ser sumamente divertido y lleno de humor y b) puede ser agudo e inteligente.

¿Somos títeres?:
Dentro de las amplias reflexiones que esta película, escrita y dirigida por Drew Gorddad, nos invita a hacer es la de evaluar el entorno opresivo y sistematizado en el que hoy los jóvenes tratan de desenvolverse. Los destinos están creados y todo ha sido previamente determinado, la realidad se ha convertido, si no es que siempre fue así, en una fusion entre el orwellismo y huxleysismo, en donde el miedo y la manipulación mediática se han encontrado con el hedonismo y la ciega búsqueda del placer inmediato; para salvar a este mundo que hemos creado, debemos sacrificar ritualmente a la juventud y el ritual de salvación es simple, debemos sacrificar sus principales virtudes, la sana punsión sexual, la salud física, la inteligencia o la sed de conocimiento, la alegría o locuacidad y, por último, la inocencia. Y aunque en esta película los elegidos para llevar acabo el sacrificio son unos campesinos zombies, al parecer por medio de un azar, son también símbolos claros del aletargamiento y de lo retrogrado, personajes de ficción que quedan magistralmente y con clara intension en la opacidad, fanáticos religiosos que decidieron destruirse a sí mismos infringiéndose dolor antes que permitir alguna evolución de pensamiento. Está claro también que el pacheco del grupo es quien logra desde un inicio observar más allá de lo establecido y esto en función de que la droga que consumía, por un error de cálculo, dejó de generar efecto en él; además, claro que, independientemente de su adicción, el tipo no era ningún obtuso.
No nos hace falta llegar a un mundo subterráneo y hermético, casi misterioso, para saber u observar los terrores que quienes gobiernan el mundo nos tienen preparados; en esta ejemplificación The Cabin in the Woods se roba el espectáculo, al encontrar un almacén de terror, en donde todos los espectros, monstruos, espíritus chocarreros, fantasmas y entes malditos, convergen para hacer una secuencia de escenas que hacen la delicia, a veces por irónicas, otras por gore y una más por clásicas. Al final la película plantea el más escalofriante dilema y que dejo como punto final de este post: ¿valdría la pena sacrificarse para salvar este mundo?

Impresiones irrelevantes:
1. Hay algo en Franz Kranz que me recuerda mucho al protagonista de Donnie Darko.
2. Creo que no hablé para nada del magnífico sentido del humor que se disfruta tanto en esta película.
3. Siempre que pienso en Blockbuster y la compra que hizo grupo México (o como quiera que se llame el consorcio de Salinas Pliego) no puedo evitar pensar en Randy Marsh de Southpark.

viernes, 12 de febrero de 2016

The Descent (2005) / Dir. Neil Marshall

Por A Lady

The Descent tiene un lugar especial en mi corazón ❤. Cuando empezaba a observar películas aún siendo adolescente, recuerdo haber ido a un Cinemex, el cual frecuentaba incluso tres veces por semana, a ver este filme en una sala vacía. Después de verla unos 10 años después de la primera vez, sigo sintiendo ese hueco en la panza que me da la certeza de que el gran horror que describe esta película no son seres de las cavernas, sino la consciencia de vivir sin sentido alguno y saber que, en algún momento, las personas que le otorgaban ese sentido perdido eras tangibles y estaban vivas.
Con el próposito de aligerar un poco el vacío de la muerte de su familia, Sarah intenta encontrar algo de ella misma que, tal vez, le de una muestra de que su vida posee todavía algo por lo que persistir: es curioso que la aventura que las comadres emprenden no se dirige hacia arriba (escalar una montaña), sino que desciende hacia una caverna que se torna abismal y laberíntica; se trata de una intrusión hacia los miedos más profundos de todas ellas (Sarah descubre en la caverna que Juno era la mamashiiiiraaaa de su difunto marido y que éste, después de todo, no era tan memorable como pensaba) y el hecho de que ninguna sobreviva al enfrentamiento con esos mismos miedos dice mucho de los fundamentos de su sed de aventura. Como casi todos los miedos humanos, los de las chicas tienen la característica de tener un lado oculto: uno se sabe amenazado, pero lo que nos espera saltando a la otra piedra es impredecible... y cuando uno encuentra lo desconocido, lo que desde el principio no se suponía uno debía conocer, es uno de los encuentros más terribles y fatales que se pueden vivir.
Otro de los aspectos que me chiflan de esta película es el enfásis que hace sobre la casi nula sensibilidad que el ser humano tienen ante la naturaleza como ente preponderante y ominoso. Las fuerzas naturales (y éstas incluyen a la consciencia) terminan siempre por ser más fuertes que las intenciones bondadosas que el grupo de amigas proyecta sobre Sarah, para quienes descubrir un nuevo sistema geológico significará una victoria de su voluntad sobre los obstáculos de la naturaleza, conjetura por demás equivocada y eminentemente actual. Finalmente, en el momento de imponerse para sobrevivir, la depredación se impone a la dimensión civilizada del individuo; en ese aspecto, los monitos de las cueva son un reflejo de lo elemental en el ser humano: capaces de adaptarse a las condiciones más adversas con tal de subsistir.
Una de las escenas que más conectan ambos mundos (el de los changuitos con el de las chavas-rucas) es aquélla en la que Sarah, sin saberlo, asesina al hijo de una mujer de la caverna. Sin remordimiento alguno, Sarah inflinge el mismo dolor por el que ella misma pasó al saber a su hija muerta de una manera sumamente grotesca. En este momento, Sarah aún es impulsada por su instinto de autoconservación y no es sino hasta el final que un deslumbre de consciencia la hace aceptar que lo que ha deseado desde el accidente es su propia muerte.
En The Descent hay un cambio que ya se notaba desde Ginger Snaps con respecto a la fuente del terror en la trama: si bien Scream y The Blair Witch Project son películas que elaboraron magistralmente un juego metagénerico en torno a la percepción de la realidad a través de los medios y las consecuencias del exterior que esto puede traer a la vida, el filme de Neil Marshall propone una interiorización del horror: nuestros tormentos más mortales van con nosotros a donde quiera que vayamos. Nosotros somos nuestro propio exterminio.

Otras impresiones:
1. Siempre he considerado la escena donde Sarah se hunde en el lago de sangre como una intertextualidad con la escena de Carrie, esa donde le cae la sangre de cochino en el prom.
2. Pues seré culero o lo que quieran, pero me dio mucho gusto que se muriera Holly. Y me daría más gusto que les pasara lo mismo a todos los imprudentes impertinentes del mundo.
3. La muerte que sí me dolió fue la de la más joven, la que iba a titulrse de médica. Pobrecita, ya no pudo curar gente. Eso le pasa por curarle la pierna a Holly.
4. La escena donde Sarah sueña que ha encontrado una salida y se le ve subiendo una rampa cubierta de huesos es para imprimirla en HD y colgarla en tu sala.

4 / 5


Por Keith Nash

El miedo es uno y muchos. Seis mujeres en una cueva, todas jóvenes, todas blancas (la única que no es blanca es de ese tipo de "no blanca" que es blanca) todas atléticas y de mediana edad, ¿qué podría salir mal?, ¿qué podría parecer más tedioso y aburrido a priori? Parece incluso el cast de una comedia de situación y aventuras, llena de valores, de amistad, en donde el trabajo en equipo, la comprensión y la ayuda mutua vencen los obstáculos y al final todas vuelven a casa con una sonrisa con una hermosa revelación espiritual; sin embargo una serie de pequeñas malas decisiones, ciertos rencores escondidos, hacen que este sexteto de bellas mujeres termine irreversiblemente perdido, primero en sí mismas y, después, perdido en lo profundo de un sub-mundo extraño que las acosará, las desmembrará y las destruirá por completo.

La transición de los miedos:
En la primera mitad de la película observamos una particular manifestación del terror, tal vez más humanizada. Después del terrible accidente que cobra la vida de su esposo y de su hija, es natural que Sarah Carter (Shauna Macdonald) manifieste una serie de pequeños desequilibrios emocionales, las pesadillas, ciertas alucinaciones en la vigilia. el entorno de la película, siempre encerrado y opresivo, devela claramente estos sentimientos de dolor, de angustia y de desasosiego por los cuales atraviesa la protagonista; aquella escena en la que corre y corre atravesando pasillos que se van ennegreciendo es genial y clara sobre los dolores que debe atravesar después de tal experiencia hasta que, simbólicamente, encuentra el alivio en los brazos de una de sus amigas, quien también le revela la verdad sobre el destino de sus pequeña hija. El resto de la primera mitad de la película transcurre en ese mismo sentimiento de dolor y pesadumbre que agobian a la protagonista, y vamos observando como éste va mutando lenta y constantemente, como la gota que crea una cueva, en una nueva especie de miedo, en una paranoia que oprime y obnubila y, como consecuencia, en una claustrofobia que encierra y ciega; en este sentido y en esta primera parte la película The Descent lo hace genial. Creo, en mi escala de valores particular, que una película del género de terror debería medirse por la calidad en la tension que maneje y The Descent logró tenerme siempre alerta y en tension, y los primeros 45 minutos son de una tensión bárbara (aprende algo de eso Ginger Snaps, dinero) y cuando el recurso de la paranoia y claustrofobia están en su momento más alto (el que también significaría el descenso natural de su curva) la fuente del terror en la película cambia súbitamente, aun con unos avisos previos, a los que tal vez dejamos de prestar la atención necesaria por ser “la inestable” del grupo quien nos advierte: la aparición de estos humanoides, de un repugnancia particular, repugnancia que procede no de su fealdad sino de su semejanza con los humanos, hace que todo en la película gire y continue su ascenso; señoras y señores, se acabaron los terrores internos, he aquí los terrores externos, las entrañas, la sangre saliendo a chorros por todos lados, golpes, patadas y piolets ensangrentados. Se vuelve corpóreo y latente el terror y si la tension ya era alta en aquel momento, ahora sale disparada por la chimenea; aunque hay que dejarse llevar por la película, no hay que detenerse a preguntar nada, sólo disfrutar y, si se puede, abandonarse al engaño, participar de él.
En resumen, The Descent es una película de terror que no teme a nada, que va hacia adelante y se atreve a mezclar, y lo logra con gran éxito, diferentes tipos o subgéneros del terror y que para culminar brillantemente deja a la protagonista en el limbo (claro, existe el corte gringo de esta película que edita la escena final de Sarah encerrada en la cueva alucinando con su hija para abrir paso a la secuela, pero aquí esa versión o ese corte no nos importa).

Impresiones irrelevantes:
1. La banda sonora es precisa, es exacta y siempre es oportuna.
2. ¿Cuántas mujeres se necesitan para pedir indicaciones? Pues ya vimos que seis no son suficientes. Creo que la película da para hacer mil chistes de machismo con la falta de orientación en la mujeres.
3. Pues era obvio que se iban a perder, ¿no?. O sea, eran puras mujeres, obvio se iban a perder.
4. Me parece impresionante que todas las escenas de la cueva fueron realizadas en un estudio.
5. Quihúboles con la escena de Sarah saliendo de la cueva. Está para hacerle: ¡¡tsssssss, ah no ma'!!

4 / 5

lunes, 8 de febrero de 2016

Ginger Snaps (2000) / Dir. John Fawcett

Por A Lady

Que yo sepa, no hay muchos filmes de terror feminista (que sí muchos filmes feministas de terror), a excepción de algunas pocas obras relativamente recientes. Cada año recibimos nuestra buena dotación de rubias buenotas corriendo detrás de la fuerza asesina que inevitablemente las descuartizará sin que ellas pongan algún tipo de resistencia inteligente. Las fuerzas malignas en este género tampoco provienen con frecuencia de una fuente femenina, además de las brujas que generalmente se basan en figuras que son casi siempre un horrendo cliché (la inglesa The Descent y la francesa À l'interieur son gratas excepciones a estas reglas). Los creadores de Ginger Snaps estuvieron conscientes de este hueco que aún prevalecía para el 2000 en las temáticas del género y sus esfuerzos resultaron en una película que es tan novedosa como inquietante y que ha formado un culto de seguidores en Canadá y USA.
Es curioso que en español el concepto "hombre lobo" excluye a cierto sector de la población mundial que nació sin pene y, según las manifestaciones de cultura popular, también en otros sistemas lingüísticos prevalece esta exclusión; el filme dirigido por John Fawcett, es a la vez, una crítica a esta discriminación y una opinión sobre lo que puede pasar si un imposición femenina es llevada al extremo sobre voluntades ajenas. Algo que llama la atención desde la escena inicial es la manera en la que se derrama sangre en el transcurso de la película y el especial significado que se le puede atribuir a la menstruación: parece ser que ésta se convierte en la verdadera maldición de Ginger, ya que lo que atrae al ser-lobo, quien resulta ser un ejemplar masculino, es el olor de la sangre vaginal. Desde este punto las referencias feministas son más que claras. Nunca me he considerado un feminista programático, pero siempre he sentido una enorme atracción hacia las mujeres que ejercen un poder irrefrenable en su entorno; tal vez por esto las alusiones en Ginger Snaps me parecen más fácilmente acertadas en su mayoría, pero pueden aducirse más argumentos que esta preferencia personal. Si bien las consecuencias que trae consigo la llegada de Andrés a la vida de Ginger son llevadas un poco más allá de lo factible, lo que simboliza está bien posicionado: el desarrollo de un apetito y potencial sexual femenino es una fuerza (y a veces un arma) que, en la mayoría de los casos, ejerce un control supremo sobre el comportamiento de los varones atraídos por su magnetismo. El ataque que Ginger recibe del licántropo es la transmisión de la fuerza sexual devoradora de una criatura provista con atribuciones eminentemente masculinas en la cultura popular de tradición occidental. Esa misma fuerza natural que Ginger potencializa a través de la consciencia del poder de su sexualidad es una de las cosas más loables de la película. Aún así, el mismo guionista sabe que los desplantes feministas en extremo tienen su lado oscuro (muy oscuro) y las muertes que Ginger lleva a cabo y las imposiciones que pretende hacerle a su hermana Brigitte son actitudes tan arraigadas en ella que, al final, sólo pueden ser detenidas a través del instinto de autoconservación del otro o la otra. Otras de las escenas clave es en la que la madre de ambas, sabiendo que sus hijas son asesina y cómplice, le propone a Brigitte incendiar la casa y empezar de cero, pero sin la compañía del papá, asumiendo que toda la desinformación que ha dado a sus hijas sobre la posición de la mujer frente al mundo masculino es la culpable de todos los crímenes. La idea sobre la sexualidad y las relaciones hombre-mujer que la madre de las confundidas adolescentes tiene está construida sobre convenciones que ya nada tienen que ver con la realidad; ésta es una de las mejores alegorías de los efectos nefastos de una crianza fundada en estereotipos en torno al rol femenino, tanto si la mujer criada se decide por una vida introvertida como la que se decide por el feminismo desinformado. Como un buen filme feminista, los estereotipos de feminidad indefensa (aunque actualmente la figura de Ginger ya se ha vuelto también un cliché) y la actitud de superioridad masculina deben ser severamente aniquilados; es éste uno de los puntos débiles que encuento en el filme: los tipos de comportamiento femenino adolescente, que en el 2000 pudieron ser transgesores, son ahora estereotipos de actitudes vacías con pretensiones de feminismo.
Sería interesante indagar también en dónde inicia la premisa de la maldición transmitida por vía sexual y que en Ginger Snaps e It Follows es el dispersador de la catástrofe.
La escena final, a pesar de ser consecuente con la trama, me dejó compungido. Aun sabiendo que Ginger no puede seguir existiendo en su entorno sin desequilibrarlo y hacer que todo se vuelva havoc, me dolió un poquito ver y recordarme que la sexualidad femenina extrovertida sigue debiendo ser castigada en la mayoría de las sociedades occidentales.

Otras impresiones:
1. El chavillo que se anda echando Ginger me da asquito cuando le da la infección.
2. El vecinito gordo con su uniforme de hockey: Jajajajajajajaajajjaajaaaaaaa.
3. Siempre he querido sentir qué se sentirá vivir en un suburbio gringo o canadiense. Ha de ser horrible, pero la publicidad me ha enganchado.

3½ / 5


Por Keith Nash

A finales de los noventa una ola de shows televisivos de terror invadió las pantallas, Are You Afraid of the Dark? o Tales from the Crypt y eran series de mediano entretenimiento que utilizaban fórmulas muy básicas y harto conocidas, repetían las fórmulas: la casa embrujada, la tía que resultaba ser una bruja o la secta secreta que comía animales vivos. Entretenían y divertían, pero no causaban ningún terror, mucho menos pánico o siquiera zozobra y de estas series seguro que un guión prófugo de ellas dio origen a esta muy aburrida, ñoña y carente de innovación película llamada Ginger Snaps. Trata, sin ningún éxito, metaforizar la pubertad haciendo uso de la fórmula de la licantropía, un licántropo de cuyo primigenio origen nunca nos enteramos bien a bien. De buenas a primeras, la chica es atacada en el más trivial de los ataques, y después la vemos metamorfosearse de un modo tan lento y aburrido que para cuando termina por ser el monstruo que debía, la película lleva ya más de una hora y media, acompañada por una hermana que más parece estar constipada que “paniqueada” y a la que le hace falta que alguien le dé unos zapes para que reaccione ante las “aterradoras” (más bien comiquitas) situaciones que atraviesa. Después el outcast, mitad dealer mitad estrellita de Disney Channel, quien nunca termina ni de actuar bien ni de cuajar el personaje (tampoco es que el personaje requiriera una interpretación magistral ni nada pero una actuación decente hubiera estado bien). El único personaje que metafóricamente funciona es el de la madre, una mujer atrapada en la pubertad, que no se atrevió a terminar la metamorfosis entre una niña y una mujer y que ahora a su edad decide romper por completo el cascarón, ser una mujer completa.
En lo técnico, es una película independiente y hecha con tres pesos, ese no es el problema, el problema es aferrarse a esa imagen, a no querer (o no poder), más allá del dinero, entregar un trabajo con calidad. Está por demás decir que dinero no implica calidad ni falta de dinero implicará falta de calidad (véase The Blair Witch Project) y esa falta de calidad hace que para el espectador, o al menos para mí como espectador, se vuelva un martirio verla y tener que estar apretando los ojos para tratar de ver algo a mitad de una escena. Patética.
Lo cómico, su dosis de comedia me parece lo único que es indescifrable y no por lo buenos y perspicaces que pudieran ser los “chistes”, sino porque, de entre tanto, yo ya no sabia que era chiste y que era en serio; incluso llegué a formularme la duda si esta película no era más bien una obra maestra del humor involuntario (vayan los dioses licántropos a saber).

Observaciones irrelevantes:
1. De entre tantas cosas malas que no me gustaron de esta película también noté que no hubo una sola canción que fuera atractiva.
2. El niño gordo que bullea al perro me dio mucha risa.
2. Me di cuenta, gracias a Ginger Snaps que cuando estoy aburrido como a lo idiota: nueces, palomitas, un sandwich, paletas y varios danoninos me acompañaron en esta película.
3. ¿O sea que el dealer se quería coger a las dos o qué?

jueves, 4 de febrero de 2016

The Blair Witch Project (1999) / Dir. Daniel Myrick & Eduardo Sanchez

Por A Lady

Hacer películas de terror renovadoras para la cultura occidental ha de ser una empresa más que complicada. Sólo pensar que los receptáculos de nuestros temores son por demás limitados, ya que somos seres cultural y socialmente condicionados y nuestros miedos son determinados por estos factores, y uno se dará cuenta del tamaño del desafío al que se enfrentan los guionistas y directores. Es también por esto que el género de terror es uno de los que más sufre a causa de los clichés y estereotipos: de toda la producción que el género ofrece durante todo un año comercial, normalmente sólo una o dos obras son dignas de revisitarse y ser disfrutadas a posteridad en repetidas ocasiones. Tristemente se deduce de esta circunstancia que nuestros miedos y temores se han vuelto un cliché (en su momento, podremos discutir cómo Unfriended representa un intento por romper con estos clichés). En uno de los peores momentos de acumulación de estereotipos en el cine de terror, The Blair Witch Project llevó a cabo dos proezas: renovar lo irrenovable y hacer mucho dinero de un presupuesto rídiculo.
La renovación que este filme (el cual fue el trabajo de titulación de Daniel Myrick y Eduardo Sanchez) significó consiste más en un cambio de perspectiva de recepción que de los temas tratados: como estrategia de marketing, la película era proyectada en festivales y se repartían volantes con las fotos de los chavos extraviados en el bosque (los actores portan sus propios nombres durante toda la película), por si alguno de los asistentes sabía algo de su paradero; incluso después de su estreno comercial masivo, la película fue mercadeada como un documental real. Es curioso que, a pesar de su éxito comercial, la opinión que muchos de los espectadores de a pie tuvieron después de haber visto el filme no era muy elogiosa (¿una prueba más de lo limitado de nuestra paleta de espantos?).
Uno de las cosas encomiables del filme son las actuaciones no profesionales; no hay dramatismo fingido en sus reacciones y puede sentirse el pavor que les provoca el sólo hecho de enfrentarse a un bosque de noche. El efecto documental en el espectador es aún más efectivo gracias al papel de Heather Donahue, el cual llega a ser tan desesperante y antipático como alguien a quien uno seguramente conoció una vez. Una de las mejores escenas de la película es cuando Heather, sabiéndose ya perdida en el bosque, es bulleada por uno de sus compañeros y pide con lágrimas no ser filmada, a pesar de su constante y necio afán por "querer grabar todo". Este es un buen cuestionamiento de las dinámicas de registro de eventos que muchos documentales emplean, en los que se pretende captar situaciones de la realidad tangible, sin considerar que la realidad siempre posee una dimensión imperceptible que se encuentra detrás de la apariencia; los métodos y pertinencia de los que se vale muchas veces este deseo por documentar TODO lo relevante a su tema de investigación, sin importar que peligros o intrusiones estén implicadas, también recibe su pedrada en esta parte de la película.
La secuencia final, en la que Heather y Michael huyen inútilemente de los discretos acosos de la bruja y su mente los atormenta más de lo que lo sobrenatural lo hace, es magnífica en tensión y naturalidad; ver a Michael parado frente a la pared esperando ser asesinado como otrora los niños de la leyenda, hace una conexión espectacular de lo legendario con los más cercano a nuestra cotidianidad: un grupo de chavos incautos cargados de impertinencia y muchas baterías.


Otras impresiones:

1. Heather Donahue se ganó el Raspberry para la Peor Actriz. Y ni que actuara tan mal.
2. Esos montoncitos de piedritas dan más miedo que cualquier escena de posesión o gore.
3. A Josh, ¿se lo chupó la bruja? Con esos gritos que pegaba...
4. Uno de mis más grandes miedos es quedarme a oscuras en un bosque de noche. Prender una fogata no ayuda: te alumbra como 5 metros a la redonda, pero a ti te puede ver alguien en la oscuridad desde un kilómetro.

4 / 5 


Por Keith Nash

Era el año 1999 y en el plano internacional el expresidente norteamericano William Clinton es llevado a juicio después de un escándalo sexual, la economía sufre su más drástico cambio en la historia reciente con la entrada en vigor y circulación del euro como moneda única para 12 naciones, en México el papa Juan Pablo II realiza su cuarta visita, la UNAM estalla en huelga estudiantil y en el fútbol la selección mexicana alza su primer copa de la FIFA. Por otra parte, en el mundo del cine se estrenan Matrix, Eyes Wide Shut y The Fight Club, también durante la entrega de los permios Oscar American Beauty se lleva la estatuilla por mejor película; y por último, en la literatura, Günter Grass obtiene el Nobel y el premio Príncipe de Asturias. ¡Vaya año! Y a pesar de todo ese ajetreo una de las cosas de las que todos hablamos una y otra vez en aquel año fue una sola The Blair Witch Project, y plática que continúo mucho tiempo después. Hubo, como en lo particular nunca había visto yo antes a mis 14 años, un agitación general por esta película: todo mundo quería verla, todo mundo fuimos a los cines, no niego, y recuerdo bien esa tarde de noviembre, que al salir sentí una extraña decepción. Quise salir llorando y, sin embargo, sólo salí confundido. No cabe duda de que en ese tiempo no logré observar todas las maravillas que esta película plantea como documento de cinematografía; desde la hechura, lo inteligente y bien planeado del guioón (¡vaya tensión que logra!), lo audaz y transgresor de su metodología de mercado (hay que recordar que en aquel año la película se “vendía” como un hecho 100% verídico), lo convincente de sus actuaciones, tan convincentes que muchos creyeron que no era actuada. Esta fue una película que logró hacerse un espacio propio en un año particularmente intenso.
Antes de abordar cualquier otra particularidad sobre esta película me gustaría hacer una mención de la repercusión económica que esta película logró, un fenómeno que no ha sido repetido, o no al menos con esa intensidad. Es sencillo, pero tal vez difícil de comprender, pero esta película fue hecha con nada más que morralla, unos paupérrimos treinta mil dólares (aprox.) y su taquilla a nivel mundial fue cerca de los doscientos cincuenta millones de dólares. ¡Impresionante! Lo que deja claro que no es sólo la recepción del público y deja ya también marcada para siempre la ruta de los filmes independientes; que sean independientes y de bajo presupuesto no los veta de la responsabilidad de ejecutar lo mejor posible sus ideas.
Para los actores, quienes en realidad (eso sí), fueron “abandonados en el bosque” y a los que por medio de notas en botellas vacías les eran dadas las instrucciones del rodaje y quienes filmaron casi 20 horas. Y de ahí otro gran mérito de la película: su edición, la cual logra envolvernos, ya sea para saber qué pasa con los tres jóvenes perdidos en el bosque o para seguir desvelando los aterradores misterios que esconde el embrujado bosque.
Por último, la escena en donde Heather se disculpa en un primer plano (el ancestro maligno de la moderna selfie) se ha convertido para siempre en uno de los más reconocibles íconos de la cinematografía de terror porque es genial, en el sentido de lo lleno de genio, no de lo cool.


Impresiones irrelevantes:

1. La señora loca a la que entrevistan seguro es mamá de la protagonista del hit de Youtube “obedece a la morsa”.
2. No importa cómo perderse en un bosque debe ser aterrador, yo una vez me perdí transbordando en metro Chabacano y casi hago un “Heather” despidiéndome de mi mamá.
3. Y todas las películas de terror con “cámaras caseras” que vinieron después…
4. Deberían de ir a blairwitch.com es una joyita que sigue en internet. Es como internet... pero de finales de los 90´s.

5 / 5

lunes, 1 de febrero de 2016

Scream (1996) / Dir. Wes Craven

Por A Lady

Wes Craven sabía cómo actúan los adolescentes. Era consciente de que, en la idea que el individuo promedio tiene de la sociedad occidental de clase media, la muerte de un adolescente posee un carácter dual: es trágica porque significa el final de una vida "llena de promesas e ilusiones" y es grata porque los mismos pertenecen a una generación para la que la apatía y la opacidad es regla general. Además de que don Craven supo siempre aprovechar y conjuntar (no siempre con el mismo grado de efectividad) el potencial sexual y, consecuentemente, del público que este tipo de personajes implica. 
Según mis recuerdos y mis fuentes de información, a principios de los 90's las películas de terror con adolescentes como protagonistas casi se habían extinto y la oferta del cine comercial de este género estaba dominada por el horror sci-fi (Hellraiser), el de los juguetes poseídos (Child's Play con sus secuelas) y el de criaturas monstruosas (Tremors y Leprechaun), casi siempre de una calidad apenas mediocre. Los adolescentes, por increíble que ahora parezca, habían perdido atractivo como victímas predilectas y todo indica que ese cine de terror, tan malo al inicio de la década antepasada, era la respuesta a las demandas de una generación de gringos que justo estaban sufriendo las secuelas de la época Reagan, de la violencia patrocinada por la Guerra del Golfo Pérsico, del monumental incremento de la drogadicción y la interrogante y el horror que aún era el VIH. Scream es históricamente importante por haber terminado con un periodo de esterilidad alarmante en uno de los géneros clásicos del cine hollywoodense, por traer de vuelta a los adolescentes clueless como víctimas perfectas y por manifestar más claro que ninguna otra película para un público juvenil que la invasión mediática a la que la juventud era sometida era totalmente capaz de estimular la psicosis de los hijos de una generación enferma.
Uno de los mejores aspectos del filme son las autorreferencias en el guión de Kevin Williamson. Todas las alusiones a lo formulaico de las películas de horror adolescente y a cuán inverosímil las tramas de las mismas pueden llegar a ser, son acumuladas con vistas a provocar un efecto de choque en la parte final de la película: a pesar de lo absurdo e improbable de las situaciones, el horror de, por ejemplo, vivenciar los estragos del asesinato y violación de tu madre y de verse enfrentado al hecho de que los seres con quien convives diariamente sean psicópatas de película, siempre es más posible de lo que parece. Y sobre todo, nunca deben subestimarse los efectos que los medios de comunicación masiva pueden detonar en una mente dañada, a pesar de que algunas de las actuaciones se vuelvan por momentos un cliché que ya nada tiene que ver con las intenciones autorreferenciales. En Scream, la información, veraz o no, es usada siempre al provecho de su usuario: Gale Weathers, quien al final del filme adquiere un carácter salvador para Sidney, no presenta nunca signo de arrepentimiento alguno por lucrar con el asesinato y la violación de un ser humano; a su vez, Sidney, en el trastorno inmediato a la muerte de su madre y resguardando una imagen cómoda de ésta, distorsiona la información que declara en el juicio y manda a un hombre inocente a la pena de muerte (nunca se le ve intención alguna de corregir su error para salvarle la vida al chavo). Los morros perseguidos por el asesino de la máscara blanca viven inmersos en un mundo de información que nunca ofrece versiones que abarquen todas las dimensiones de los acontecimientos. Craven ya veía venir la peligrosa saturación informativa a la que la juventud empezaba a verse sometida y la cual les impedía, de manera aún muy incipiente, ver claramente los hechos tangibles de su realidad. Que miedo ser chavo en estos tiempos.

Otras impresiones:
1. ¿Qué fue de Neve Campbell?
2. Yo no sé ustedes, pero David Arquette en ese traje de poli gringo se me antoja para darle unos arrimones y otras cosas menos descriptibles.
3. La escena cuando descubren quién es el asesino es una de las mejores de todo el terror gringo.
4. El conserje de la high school vestido de Freddy Kruger y Linda Blair de reportera de noticias.
5. Aún no me acostumbro a hablar de Wes Craven en pasado.

4½ / 5


Por Keith Nash

¡Aaaaah! En medio de un idílico, apacible y pequeño pueblo, de la siempre soleada California, a un grupo de jóvenes les sigue de cerca el resplandor afilado y metálico de la muerte; un asesino misterioso y desconocido ha decidido acabar con la tranquilidad de este pequeño pueblo que se ve, en un fin de semana, bañado en sangre y misterio. La anterior descripción podría bien ajustarse a un número considerable de películas de terror, sin importar la época, y se ajusta también a este particular y sumamente popular filme del director norteamericano Wes Craven, el cual aboga en su composición a los clichés, de los cuales está lleno el cine de terror, y hace uso de ellos como una herramienta
para mantener cautivo y mentalmente activo a su espectador. Desde el inicio, la película deja en claro que los clichés de las películas de terror se observarán y que estos serán, como un mantra malévolo, repetidos; y aun así logra levantarnos de nuestro lugar con gran sobresalto en momentos precisos y adecuados. Una película que se sirve de los clichés podría parecer odiosa y, sin embargo, Scream tiene la fuerza y el tino suficiente para además crear una nueva “generación” de clichés, las vueltas de tuerca, el asesino no solitario, la presentación de un posible background del cual se puede después hacer no sólo secuelas sino también las casi siempre mal logradas precuelas. No está de más hacer notar que Scream es una de las películas con mayor número de parodias y esto me parece un mensaje claro acerca del impacto que esta película causó en 1996, ya que como es obvio, sólo se limita a lo que es relevante y sólo se parodia lo que es por todos conocido. En aquella década no hubo, creo, alguien que no estuviera familiarizado con la iconografía que este filme desarrolló, ghostface por todos lados, hasta que la imagen, de tantas veces repetida, perdió su impacto y se convirtió en un cliché de las decoraciones ñoñas para Halloween de secundaria.
Ya de la película como tal, me deja una sensasion extraña que la mayoría de estos actores en realidad encontraron (algunos ya la tenían) su “consagración” en la televisión, es curioso que los dos principales personajes Sindney Prescott (Neve Campbell) y Gale Weathers (Courtney Cox) ya tenían sus personajes de televisión muy desarrollados y con un alto reconocimiento del público, y aun así, sobre todo Neve Cambell, logran despojarse de sus anteriores personajes y convertirse en las estrellas de esta película de terror. También es curioso que aunque la participación de Drew Barrymore es muy corta, pero significativa, escapa a la idea general que se tiene del filme. Los personajes masculinos, son como una baraja de idiotas, no hay uno solo que sea medianamente inteligente o al menos avispado, incluso me parece que en su conjunto estos personajes fueron la incubadora de otro fenómeno televisivo de la época, aunque en diferente década: Jackass; no podía dejar de verlos y pensar en qué momento aparece el enanito corriendo desnudo. Y también es muy agradable, es parte de su encanto ese splash de humor que tiene.
Por último, sí creo que a la película le sobran 30 minutos. Hay un momento muy claro donde la tensión se cae aterradoramente y es tal vez también el efecto que causan esos sobrecogedores e impactantes, deliciosos, primeros 15 minutos de la película. Esos sí son épicos.

Impresiones irrelevantes:
1. Qué fea ropa usaba la gente en los 90´s.
2. No se me antoja mucho ver las secuelas, la verdad es que esta me dejo una impresión positiva y no me dan ganas de cambiarla, no ahora.
3. Los guiños. Nightmare on Elm Street... everywhere.
4. Courtney Cox nomás no. Me choca, en mi mente nunca dejó de ser la amiga gorda de Rachel.

3½ / 5