Por A Lady
Antes de ver The Conjuring había pasado ya bastante tiempo (en correspondencia con mi edad) desde que una película de terror me había dado realmente ese malestar y acecho anímico que sólo The Exorcist podía causarme. Ambas películas tienen dos efectos relevantes en mi vida: un impacto en mi concepción espiritual de la vida humana y la representación de ciertas ideas algo indefinibles a través de alguno(s) de sus personajes. Tan grande ha sido la impronta que la película de Friedkin dejó en mi mente de infante que la figura de Regan MacNeill ha sido el símbolo de las acciones más indecibles en mis pesadillas y, para resumir, podría decir que The Conjuring ha sido la única otra película de terror que me ha llevado a confirmar casi irrefutablemente algunas intuiciones sobre un plano de existencia inmaterial.
Debo decir que gran parte de la atracción que este filme influye sobre mí se debe a dos factores: el realismo pretendido (y mayormente alcanzado) del guión y la actuación de (dejénla hacer películas de terror durante toda su vida) Vera Farmiga. Su Lorraine Warren sobrepasa en dimensionalidad, profundidad e intriga a cualquier otro personaje del filme. La escena donde Ed cuenta al otro don al que le cayó la maldición que, en uno de los exorcismos que presenciaron, Lorraine vio algo en los ojos del poseído que la trastornó durante días y que no contó nunca nada al respecto; justo este tipo de técnicas maravillosas son las que amo en esta película: el horror que se pretende representar es de una magnitud y una naturaleza tan informulable que sólo puede ser insinuado a través de la exclusiva percepción de un individuo con capacidades cognitivas tan extraordinarias. Las escenas donde Lorraine percibe entes o energías son actuadas con una sensibilidad precisa que nunca cae en lo rídiculo y que, de hecho, está llena de fe en la existencia de otras dimensiones de existencia. Es aquí donde The Conjuring logra lo que pocas películas de terror de los años recientes se han siquiera planteado: el género, aunque lleno de seres fantásticos y situaciones inverosímiles, debe creer en lo que crea y darle la trascendencia adecuada que las formas del horror merecen en nuestras cotidianidades, lo cual sería incluso benéfico para las intenciones comerciales de los estudios. Amo este personaje.
La mayor parte de este realismo efectivo se le debe a la base histórica de la trama que, si bien fue modifcada para su ficcionalización, retoma mucho de los archivos de investigación de los Warren y del libro que una de las hijas de los "maldecidos" escribió en dos tomos como de 600 pp. cada uno; el filme maneja de forma estupenda la manera de proceder demonológico y esto le aporta más credibilidad y angustia a la historia. El tema de la maternidad aporta también mucho a este aspecto. La ofensa más grande que la bruja Batsheeba pudo infringir contra el dios cristiano fue el exterminio de un ser inocente y totalmente vulnerable venido de su propio cuerpo, el producto de su capacidad de crear vida. La maternidad como lazo y compenetración humana primigenia, en la mayoría de los casos, es una de las uniones más inquebrantables y su violación puede significar un favor inconmensurable para las energías negativas. Este mismo demonio intenta perpetuar la prevalencia de su propia energía negativa dentro de su territorio con otros cuantos filicidios inducidos, pero finalmente es subyugado: la escena en la que la voluntad del demonio es controlada con el "simple" hecho de llamarlo por su nombre demuestra el poder místico de control que la palabra que denomina tiene sobre la realidad de las personas y, muy posiblemente, en la realidad de otras dimensiones. Finalmente, un exorcismo no es más que una ceremonia muy barroca fundada en la fe del poder ritual del Verbo: la palabra como yugo y control.
4 / 5
Por Keith Nash
Para cuando se estrenó The Conjuring, mi nuevo romance con el cine gringo de terror estaba cantado; a pesar del revuelo que causó, lo que me motivó a asistir a una sala de cine a verla, cosa que casi detesto, fueron un par de reseñas de amigos en Facebook, personas de cuyo juicio normalmente me fío en lo que a cine se refiere. Aún recuerdo aquella noche, al salir del cine mis nervios estaban crispados, mientras caminaba del cine hacia mi casa (vivo en un pueblo chiquito) la oscuridad parecía mucho más amenazadora que otras tantas noches mientras atravesaba pueblo quieto.
El terror perdurable:
A diferencia de otras cintas del genero, que van perdiendo ciertos efectos en el observador conforme se repite su transmisión o se vuelven a observar, The Conjuring causa el efecto contrario, al verla de nuevo, los escalofríos no solo se repiten, sino que aumentan, se van descubriendo nuevas formas en las que la película, su argumento, su trama y su magistral dirección, vuelven a envolvernos, a adentrarnos en un mundo “paralelo” y, sin embargo, latente y real. Este envolvimiento parte de la fantástica conducción armoniosa y sobria de los acontecimientos a descubrir. No hay una ruptura en el plano de la película, nada que nos lance con vértigo hacia la oscuridad y el terror, parece que nos deja primero creer en ella, creer latentemente en los hechos, va suavemente poseyéndonos hasta que nos aniquila endemoniadamente, hasta que estamos perdidos en ella, hasta que ya no hay vuelta atrás y no tenemos más remedio que creer o al menos dudar de lo que hasta antes habíamos creído. Claro, ninguno de estos efectos se hubiera logrado sin actuaciones más que convincentes, maravillosas e ideales, sin la perfecta cámara que el filme entero tiene, los ángulos, la luces y la fotografía que secundan y dan fuerza al discurso entero de la película, la ambientación, que es perfecta sin nunca llegar a ser kitsch (lo cual hubiera sido patético e inútil); más bien adecuada y sobria y el conjunto de otras virtudes secundarias, pero esenciales, tales como el discreto pero bien planeado soundtrack.
¿A qué terror nos somete? Al terror de la transgresión del núcleo más seguro e indestructible, en apariencia, que un hombre puede tener: la familia; en este ciclo, hemos observado prácticamente siempre la transgresión de la juventud, la juventud idílica o la juventud perdida y, sin embargo, el último reducto de terror en esta película parece es la destrucción de la familia. Vemos cómo en el lugar más seguro, el seno familiar, la maldad que de algún lugar, no sé cual, emana busca romper a toda costa los vínculos terrenos más valiosos, el vínculo creado entre una madre y su hijos. El afán de este ente (ya sea de cuento o de una realidad alterna) es desmembrar para siempre estos vínculos, entregando esa ruptura como muestra de sacrificio máximo a una fuerza mucho más poderosa y siniestra que ella misma.
Observaciones irrelevantes:
1. Cuando fui niño ese juego de los aplausos y las escondidas siempre me pareció la conducción hacia un mundo misterioso, nunca sabes quien aplaude delante de la venda tus ojos.
2. Siempre he pensado que The Conjuring es un nombre que simplemente no le va a esta película.
3. El catálogo de entes que habitaban la casa daba para hacer un talk show al estilo de Jerry Springer
4. ¡¡¡Qué bonito soundtrack!!!
5 / 5
Antes de ver The Conjuring había pasado ya bastante tiempo (en correspondencia con mi edad) desde que una película de terror me había dado realmente ese malestar y acecho anímico que sólo The Exorcist podía causarme. Ambas películas tienen dos efectos relevantes en mi vida: un impacto en mi concepción espiritual de la vida humana y la representación de ciertas ideas algo indefinibles a través de alguno(s) de sus personajes. Tan grande ha sido la impronta que la película de Friedkin dejó en mi mente de infante que la figura de Regan MacNeill ha sido el símbolo de las acciones más indecibles en mis pesadillas y, para resumir, podría decir que The Conjuring ha sido la única otra película de terror que me ha llevado a confirmar casi irrefutablemente algunas intuiciones sobre un plano de existencia inmaterial.
Debo decir que gran parte de la atracción que este filme influye sobre mí se debe a dos factores: el realismo pretendido (y mayormente alcanzado) del guión y la actuación de (dejénla hacer películas de terror durante toda su vida) Vera Farmiga. Su Lorraine Warren sobrepasa en dimensionalidad, profundidad e intriga a cualquier otro personaje del filme. La escena donde Ed cuenta al otro don al que le cayó la maldición que, en uno de los exorcismos que presenciaron, Lorraine vio algo en los ojos del poseído que la trastornó durante días y que no contó nunca nada al respecto; justo este tipo de técnicas maravillosas son las que amo en esta película: el horror que se pretende representar es de una magnitud y una naturaleza tan informulable que sólo puede ser insinuado a través de la exclusiva percepción de un individuo con capacidades cognitivas tan extraordinarias. Las escenas donde Lorraine percibe entes o energías son actuadas con una sensibilidad precisa que nunca cae en lo rídiculo y que, de hecho, está llena de fe en la existencia de otras dimensiones de existencia. Es aquí donde The Conjuring logra lo que pocas películas de terror de los años recientes se han siquiera planteado: el género, aunque lleno de seres fantásticos y situaciones inverosímiles, debe creer en lo que crea y darle la trascendencia adecuada que las formas del horror merecen en nuestras cotidianidades, lo cual sería incluso benéfico para las intenciones comerciales de los estudios. Amo este personaje.
La mayor parte de este realismo efectivo se le debe a la base histórica de la trama que, si bien fue modifcada para su ficcionalización, retoma mucho de los archivos de investigación de los Warren y del libro que una de las hijas de los "maldecidos" escribió en dos tomos como de 600 pp. cada uno; el filme maneja de forma estupenda la manera de proceder demonológico y esto le aporta más credibilidad y angustia a la historia. El tema de la maternidad aporta también mucho a este aspecto. La ofensa más grande que la bruja Batsheeba pudo infringir contra el dios cristiano fue el exterminio de un ser inocente y totalmente vulnerable venido de su propio cuerpo, el producto de su capacidad de crear vida. La maternidad como lazo y compenetración humana primigenia, en la mayoría de los casos, es una de las uniones más inquebrantables y su violación puede significar un favor inconmensurable para las energías negativas. Este mismo demonio intenta perpetuar la prevalencia de su propia energía negativa dentro de su territorio con otros cuantos filicidios inducidos, pero finalmente es subyugado: la escena en la que la voluntad del demonio es controlada con el "simple" hecho de llamarlo por su nombre demuestra el poder místico de control que la palabra que denomina tiene sobre la realidad de las personas y, muy posiblemente, en la realidad de otras dimensiones. Finalmente, un exorcismo no es más que una ceremonia muy barroca fundada en la fe del poder ritual del Verbo: la palabra como yugo y control.
El peor de los pocos defectos que le encuentro a la película es un dejo de confirmación absoluta del dogma católico: si bien existen demonios (energías negativas) y un dios (energía positiva), las formas en las que se nos podrían presentar para hacer posible nuestra percepción de ellas, esto no descarta nunca la posibilidad de que la imagen sea sólo una truculencia para hacerle a los humanos los tipos de existencia multidimnsionales menos incomprensibles.
Otras impresiones:
1. Ya salió el tráiler de la secuela y no se ve sexy. Lo único que se ve deseable de ver es, para variar, Vera Farmiga.
Otras impresiones:
1. Ya salió el tráiler de la secuela y no se ve sexy. Lo único que se ve deseable de ver es, para variar, Vera Farmiga.
2. Patrick Wilson siempre me ha parecido un actor muy inepto. Para él oficiar un exorcismo tiene la misma emoción que sacarle punta a un lápiz.
3. Me chiflan las películas de brujas y creo que se debió hacer un spin-off sobre Bathseeba y no sobre Anabelle. De seguro luego van a querer hacer un filme para cada muñeco chueco que tenían en esa bodega.
4. La ingeniería de sonido está de sueño húmedo.
4 / 5
Por Keith Nash
Para cuando se estrenó The Conjuring, mi nuevo romance con el cine gringo de terror estaba cantado; a pesar del revuelo que causó, lo que me motivó a asistir a una sala de cine a verla, cosa que casi detesto, fueron un par de reseñas de amigos en Facebook, personas de cuyo juicio normalmente me fío en lo que a cine se refiere. Aún recuerdo aquella noche, al salir del cine mis nervios estaban crispados, mientras caminaba del cine hacia mi casa (vivo en un pueblo chiquito) la oscuridad parecía mucho más amenazadora que otras tantas noches mientras atravesaba pueblo quieto.
El terror perdurable:
A diferencia de otras cintas del genero, que van perdiendo ciertos efectos en el observador conforme se repite su transmisión o se vuelven a observar, The Conjuring causa el efecto contrario, al verla de nuevo, los escalofríos no solo se repiten, sino que aumentan, se van descubriendo nuevas formas en las que la película, su argumento, su trama y su magistral dirección, vuelven a envolvernos, a adentrarnos en un mundo “paralelo” y, sin embargo, latente y real. Este envolvimiento parte de la fantástica conducción armoniosa y sobria de los acontecimientos a descubrir. No hay una ruptura en el plano de la película, nada que nos lance con vértigo hacia la oscuridad y el terror, parece que nos deja primero creer en ella, creer latentemente en los hechos, va suavemente poseyéndonos hasta que nos aniquila endemoniadamente, hasta que estamos perdidos en ella, hasta que ya no hay vuelta atrás y no tenemos más remedio que creer o al menos dudar de lo que hasta antes habíamos creído. Claro, ninguno de estos efectos se hubiera logrado sin actuaciones más que convincentes, maravillosas e ideales, sin la perfecta cámara que el filme entero tiene, los ángulos, la luces y la fotografía que secundan y dan fuerza al discurso entero de la película, la ambientación, que es perfecta sin nunca llegar a ser kitsch (lo cual hubiera sido patético e inútil); más bien adecuada y sobria y el conjunto de otras virtudes secundarias, pero esenciales, tales como el discreto pero bien planeado soundtrack.
¿A qué terror nos somete? Al terror de la transgresión del núcleo más seguro e indestructible, en apariencia, que un hombre puede tener: la familia; en este ciclo, hemos observado prácticamente siempre la transgresión de la juventud, la juventud idílica o la juventud perdida y, sin embargo, el último reducto de terror en esta película parece es la destrucción de la familia. Vemos cómo en el lugar más seguro, el seno familiar, la maldad que de algún lugar, no sé cual, emana busca romper a toda costa los vínculos terrenos más valiosos, el vínculo creado entre una madre y su hijos. El afán de este ente (ya sea de cuento o de una realidad alterna) es desmembrar para siempre estos vínculos, entregando esa ruptura como muestra de sacrificio máximo a una fuerza mucho más poderosa y siniestra que ella misma.
Observaciones irrelevantes:
1. Cuando fui niño ese juego de los aplausos y las escondidas siempre me pareció la conducción hacia un mundo misterioso, nunca sabes quien aplaude delante de la venda tus ojos.
2. Siempre he pensado que The Conjuring es un nombre que simplemente no le va a esta película.
3. El catálogo de entes que habitaban la casa daba para hacer un talk show al estilo de Jerry Springer
4. ¡¡¡Qué bonito soundtrack!!!
5 / 5
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