jueves, 4 de febrero de 2016

The Blair Witch Project (1999) / Dir. Daniel Myrick & Eduardo Sanchez

Por A Lady

Hacer películas de terror renovadoras para la cultura occidental ha de ser una empresa más que complicada. Sólo pensar que los receptáculos de nuestros temores son por demás limitados, ya que somos seres cultural y socialmente condicionados y nuestros miedos son determinados por estos factores, y uno se dará cuenta del tamaño del desafío al que se enfrentan los guionistas y directores. Es también por esto que el género de terror es uno de los que más sufre a causa de los clichés y estereotipos: de toda la producción que el género ofrece durante todo un año comercial, normalmente sólo una o dos obras son dignas de revisitarse y ser disfrutadas a posteridad en repetidas ocasiones. Tristemente se deduce de esta circunstancia que nuestros miedos y temores se han vuelto un cliché (en su momento, podremos discutir cómo Unfriended representa un intento por romper con estos clichés). En uno de los peores momentos de acumulación de estereotipos en el cine de terror, The Blair Witch Project llevó a cabo dos proezas: renovar lo irrenovable y hacer mucho dinero de un presupuesto rídiculo.
La renovación que este filme (el cual fue el trabajo de titulación de Daniel Myrick y Eduardo Sanchez) significó consiste más en un cambio de perspectiva de recepción que de los temas tratados: como estrategia de marketing, la película era proyectada en festivales y se repartían volantes con las fotos de los chavos extraviados en el bosque (los actores portan sus propios nombres durante toda la película), por si alguno de los asistentes sabía algo de su paradero; incluso después de su estreno comercial masivo, la película fue mercadeada como un documental real. Es curioso que, a pesar de su éxito comercial, la opinión que muchos de los espectadores de a pie tuvieron después de haber visto el filme no era muy elogiosa (¿una prueba más de lo limitado de nuestra paleta de espantos?).
Uno de las cosas encomiables del filme son las actuaciones no profesionales; no hay dramatismo fingido en sus reacciones y puede sentirse el pavor que les provoca el sólo hecho de enfrentarse a un bosque de noche. El efecto documental en el espectador es aún más efectivo gracias al papel de Heather Donahue, el cual llega a ser tan desesperante y antipático como alguien a quien uno seguramente conoció una vez. Una de las mejores escenas de la película es cuando Heather, sabiéndose ya perdida en el bosque, es bulleada por uno de sus compañeros y pide con lágrimas no ser filmada, a pesar de su constante y necio afán por "querer grabar todo". Este es un buen cuestionamiento de las dinámicas de registro de eventos que muchos documentales emplean, en los que se pretende captar situaciones de la realidad tangible, sin considerar que la realidad siempre posee una dimensión imperceptible que se encuentra detrás de la apariencia; los métodos y pertinencia de los que se vale muchas veces este deseo por documentar TODO lo relevante a su tema de investigación, sin importar que peligros o intrusiones estén implicadas, también recibe su pedrada en esta parte de la película.
La secuencia final, en la que Heather y Michael huyen inútilemente de los discretos acosos de la bruja y su mente los atormenta más de lo que lo sobrenatural lo hace, es magnífica en tensión y naturalidad; ver a Michael parado frente a la pared esperando ser asesinado como otrora los niños de la leyenda, hace una conexión espectacular de lo legendario con los más cercano a nuestra cotidianidad: un grupo de chavos incautos cargados de impertinencia y muchas baterías.


Otras impresiones:

1. Heather Donahue se ganó el Raspberry para la Peor Actriz. Y ni que actuara tan mal.
2. Esos montoncitos de piedritas dan más miedo que cualquier escena de posesión o gore.
3. A Josh, ¿se lo chupó la bruja? Con esos gritos que pegaba...
4. Uno de mis más grandes miedos es quedarme a oscuras en un bosque de noche. Prender una fogata no ayuda: te alumbra como 5 metros a la redonda, pero a ti te puede ver alguien en la oscuridad desde un kilómetro.

4 / 5 


Por Keith Nash

Era el año 1999 y en el plano internacional el expresidente norteamericano William Clinton es llevado a juicio después de un escándalo sexual, la economía sufre su más drástico cambio en la historia reciente con la entrada en vigor y circulación del euro como moneda única para 12 naciones, en México el papa Juan Pablo II realiza su cuarta visita, la UNAM estalla en huelga estudiantil y en el fútbol la selección mexicana alza su primer copa de la FIFA. Por otra parte, en el mundo del cine se estrenan Matrix, Eyes Wide Shut y The Fight Club, también durante la entrega de los permios Oscar American Beauty se lleva la estatuilla por mejor película; y por último, en la literatura, Günter Grass obtiene el Nobel y el premio Príncipe de Asturias. ¡Vaya año! Y a pesar de todo ese ajetreo una de las cosas de las que todos hablamos una y otra vez en aquel año fue una sola The Blair Witch Project, y plática que continúo mucho tiempo después. Hubo, como en lo particular nunca había visto yo antes a mis 14 años, un agitación general por esta película: todo mundo quería verla, todo mundo fuimos a los cines, no niego, y recuerdo bien esa tarde de noviembre, que al salir sentí una extraña decepción. Quise salir llorando y, sin embargo, sólo salí confundido. No cabe duda de que en ese tiempo no logré observar todas las maravillas que esta película plantea como documento de cinematografía; desde la hechura, lo inteligente y bien planeado del guioón (¡vaya tensión que logra!), lo audaz y transgresor de su metodología de mercado (hay que recordar que en aquel año la película se “vendía” como un hecho 100% verídico), lo convincente de sus actuaciones, tan convincentes que muchos creyeron que no era actuada. Esta fue una película que logró hacerse un espacio propio en un año particularmente intenso.
Antes de abordar cualquier otra particularidad sobre esta película me gustaría hacer una mención de la repercusión económica que esta película logró, un fenómeno que no ha sido repetido, o no al menos con esa intensidad. Es sencillo, pero tal vez difícil de comprender, pero esta película fue hecha con nada más que morralla, unos paupérrimos treinta mil dólares (aprox.) y su taquilla a nivel mundial fue cerca de los doscientos cincuenta millones de dólares. ¡Impresionante! Lo que deja claro que no es sólo la recepción del público y deja ya también marcada para siempre la ruta de los filmes independientes; que sean independientes y de bajo presupuesto no los veta de la responsabilidad de ejecutar lo mejor posible sus ideas.
Para los actores, quienes en realidad (eso sí), fueron “abandonados en el bosque” y a los que por medio de notas en botellas vacías les eran dadas las instrucciones del rodaje y quienes filmaron casi 20 horas. Y de ahí otro gran mérito de la película: su edición, la cual logra envolvernos, ya sea para saber qué pasa con los tres jóvenes perdidos en el bosque o para seguir desvelando los aterradores misterios que esconde el embrujado bosque.
Por último, la escena en donde Heather se disculpa en un primer plano (el ancestro maligno de la moderna selfie) se ha convertido para siempre en uno de los más reconocibles íconos de la cinematografía de terror porque es genial, en el sentido de lo lleno de genio, no de lo cool.


Impresiones irrelevantes:

1. La señora loca a la que entrevistan seguro es mamá de la protagonista del hit de Youtube “obedece a la morsa”.
2. No importa cómo perderse en un bosque debe ser aterrador, yo una vez me perdí transbordando en metro Chabacano y casi hago un “Heather” despidiéndome de mi mamá.
3. Y todas las películas de terror con “cámaras caseras” que vinieron después…
4. Deberían de ir a blairwitch.com es una joyita que sigue en internet. Es como internet... pero de finales de los 90´s.

5 / 5

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