viernes, 12 de febrero de 2016

The Descent (2005) / Dir. Neil Marshall

Por A Lady

The Descent tiene un lugar especial en mi corazón ❤. Cuando empezaba a observar películas aún siendo adolescente, recuerdo haber ido a un Cinemex, el cual frecuentaba incluso tres veces por semana, a ver este filme en una sala vacía. Después de verla unos 10 años después de la primera vez, sigo sintiendo ese hueco en la panza que me da la certeza de que el gran horror que describe esta película no son seres de las cavernas, sino la consciencia de vivir sin sentido alguno y saber que, en algún momento, las personas que le otorgaban ese sentido perdido eras tangibles y estaban vivas.
Con el próposito de aligerar un poco el vacío de la muerte de su familia, Sarah intenta encontrar algo de ella misma que, tal vez, le de una muestra de que su vida posee todavía algo por lo que persistir: es curioso que la aventura que las comadres emprenden no se dirige hacia arriba (escalar una montaña), sino que desciende hacia una caverna que se torna abismal y laberíntica; se trata de una intrusión hacia los miedos más profundos de todas ellas (Sarah descubre en la caverna que Juno era la mamashiiiiraaaa de su difunto marido y que éste, después de todo, no era tan memorable como pensaba) y el hecho de que ninguna sobreviva al enfrentamiento con esos mismos miedos dice mucho de los fundamentos de su sed de aventura. Como casi todos los miedos humanos, los de las chicas tienen la característica de tener un lado oculto: uno se sabe amenazado, pero lo que nos espera saltando a la otra piedra es impredecible... y cuando uno encuentra lo desconocido, lo que desde el principio no se suponía uno debía conocer, es uno de los encuentros más terribles y fatales que se pueden vivir.
Otro de los aspectos que me chiflan de esta película es el enfásis que hace sobre la casi nula sensibilidad que el ser humano tienen ante la naturaleza como ente preponderante y ominoso. Las fuerzas naturales (y éstas incluyen a la consciencia) terminan siempre por ser más fuertes que las intenciones bondadosas que el grupo de amigas proyecta sobre Sarah, para quienes descubrir un nuevo sistema geológico significará una victoria de su voluntad sobre los obstáculos de la naturaleza, conjetura por demás equivocada y eminentemente actual. Finalmente, en el momento de imponerse para sobrevivir, la depredación se impone a la dimensión civilizada del individuo; en ese aspecto, los monitos de las cueva son un reflejo de lo elemental en el ser humano: capaces de adaptarse a las condiciones más adversas con tal de subsistir.
Una de las escenas que más conectan ambos mundos (el de los changuitos con el de las chavas-rucas) es aquélla en la que Sarah, sin saberlo, asesina al hijo de una mujer de la caverna. Sin remordimiento alguno, Sarah inflinge el mismo dolor por el que ella misma pasó al saber a su hija muerta de una manera sumamente grotesca. En este momento, Sarah aún es impulsada por su instinto de autoconservación y no es sino hasta el final que un deslumbre de consciencia la hace aceptar que lo que ha deseado desde el accidente es su propia muerte.
En The Descent hay un cambio que ya se notaba desde Ginger Snaps con respecto a la fuente del terror en la trama: si bien Scream y The Blair Witch Project son películas que elaboraron magistralmente un juego metagénerico en torno a la percepción de la realidad a través de los medios y las consecuencias del exterior que esto puede traer a la vida, el filme de Neil Marshall propone una interiorización del horror: nuestros tormentos más mortales van con nosotros a donde quiera que vayamos. Nosotros somos nuestro propio exterminio.

Otras impresiones:
1. Siempre he considerado la escena donde Sarah se hunde en el lago de sangre como una intertextualidad con la escena de Carrie, esa donde le cae la sangre de cochino en el prom.
2. Pues seré culero o lo que quieran, pero me dio mucho gusto que se muriera Holly. Y me daría más gusto que les pasara lo mismo a todos los imprudentes impertinentes del mundo.
3. La muerte que sí me dolió fue la de la más joven, la que iba a titulrse de médica. Pobrecita, ya no pudo curar gente. Eso le pasa por curarle la pierna a Holly.
4. La escena donde Sarah sueña que ha encontrado una salida y se le ve subiendo una rampa cubierta de huesos es para imprimirla en HD y colgarla en tu sala.

4 / 5


Por Keith Nash

El miedo es uno y muchos. Seis mujeres en una cueva, todas jóvenes, todas blancas (la única que no es blanca es de ese tipo de "no blanca" que es blanca) todas atléticas y de mediana edad, ¿qué podría salir mal?, ¿qué podría parecer más tedioso y aburrido a priori? Parece incluso el cast de una comedia de situación y aventuras, llena de valores, de amistad, en donde el trabajo en equipo, la comprensión y la ayuda mutua vencen los obstáculos y al final todas vuelven a casa con una sonrisa con una hermosa revelación espiritual; sin embargo una serie de pequeñas malas decisiones, ciertos rencores escondidos, hacen que este sexteto de bellas mujeres termine irreversiblemente perdido, primero en sí mismas y, después, perdido en lo profundo de un sub-mundo extraño que las acosará, las desmembrará y las destruirá por completo.

La transición de los miedos:
En la primera mitad de la película observamos una particular manifestación del terror, tal vez más humanizada. Después del terrible accidente que cobra la vida de su esposo y de su hija, es natural que Sarah Carter (Shauna Macdonald) manifieste una serie de pequeños desequilibrios emocionales, las pesadillas, ciertas alucinaciones en la vigilia. el entorno de la película, siempre encerrado y opresivo, devela claramente estos sentimientos de dolor, de angustia y de desasosiego por los cuales atraviesa la protagonista; aquella escena en la que corre y corre atravesando pasillos que se van ennegreciendo es genial y clara sobre los dolores que debe atravesar después de tal experiencia hasta que, simbólicamente, encuentra el alivio en los brazos de una de sus amigas, quien también le revela la verdad sobre el destino de sus pequeña hija. El resto de la primera mitad de la película transcurre en ese mismo sentimiento de dolor y pesadumbre que agobian a la protagonista, y vamos observando como éste va mutando lenta y constantemente, como la gota que crea una cueva, en una nueva especie de miedo, en una paranoia que oprime y obnubila y, como consecuencia, en una claustrofobia que encierra y ciega; en este sentido y en esta primera parte la película The Descent lo hace genial. Creo, en mi escala de valores particular, que una película del género de terror debería medirse por la calidad en la tension que maneje y The Descent logró tenerme siempre alerta y en tension, y los primeros 45 minutos son de una tensión bárbara (aprende algo de eso Ginger Snaps, dinero) y cuando el recurso de la paranoia y claustrofobia están en su momento más alto (el que también significaría el descenso natural de su curva) la fuente del terror en la película cambia súbitamente, aun con unos avisos previos, a los que tal vez dejamos de prestar la atención necesaria por ser “la inestable” del grupo quien nos advierte: la aparición de estos humanoides, de un repugnancia particular, repugnancia que procede no de su fealdad sino de su semejanza con los humanos, hace que todo en la película gire y continue su ascenso; señoras y señores, se acabaron los terrores internos, he aquí los terrores externos, las entrañas, la sangre saliendo a chorros por todos lados, golpes, patadas y piolets ensangrentados. Se vuelve corpóreo y latente el terror y si la tension ya era alta en aquel momento, ahora sale disparada por la chimenea; aunque hay que dejarse llevar por la película, no hay que detenerse a preguntar nada, sólo disfrutar y, si se puede, abandonarse al engaño, participar de él.
En resumen, The Descent es una película de terror que no teme a nada, que va hacia adelante y se atreve a mezclar, y lo logra con gran éxito, diferentes tipos o subgéneros del terror y que para culminar brillantemente deja a la protagonista en el limbo (claro, existe el corte gringo de esta película que edita la escena final de Sarah encerrada en la cueva alucinando con su hija para abrir paso a la secuela, pero aquí esa versión o ese corte no nos importa).

Impresiones irrelevantes:
1. La banda sonora es precisa, es exacta y siempre es oportuna.
2. ¿Cuántas mujeres se necesitan para pedir indicaciones? Pues ya vimos que seis no son suficientes. Creo que la película da para hacer mil chistes de machismo con la falta de orientación en la mujeres.
3. Pues era obvio que se iban a perder, ¿no?. O sea, eran puras mujeres, obvio se iban a perder.
4. Me parece impresionante que todas las escenas de la cueva fueron realizadas en un estudio.
5. Quihúboles con la escena de Sarah saliendo de la cueva. Está para hacerle: ¡¡tsssssss, ah no ma'!!

4 / 5

No hay comentarios:

Publicar un comentario