Que yo sepa, no hay muchos filmes de terror feminista (que sí muchos filmes feministas de terror), a excepción de algunas pocas obras relativamente recientes. Cada año recibimos nuestra buena dotación de rubias buenotas corriendo detrás de la fuerza asesina que inevitablemente las descuartizará sin que ellas pongan algún tipo de resistencia inteligente. Las fuerzas malignas en este género tampoco provienen con frecuencia de una fuente femenina, además de las brujas que generalmente se basan en figuras que son casi siempre un horrendo cliché (la inglesa The Descent y la francesa À l'interieur son gratas excepciones a estas reglas). Los creadores de Ginger Snaps estuvieron conscientes de este hueco que aún prevalecía para el 2000 en las temáticas del género y sus esfuerzos resultaron en una película que es tan novedosa como inquietante y que ha formado un culto de seguidores en Canadá y USA.
Es curioso que en español el concepto "hombre lobo" excluye a cierto sector de la población mundial que nació sin pene y, según las manifestaciones de cultura popular, también en otros sistemas lingüísticos prevalece esta exclusión; el filme dirigido por John Fawcett, es a la vez, una crítica a esta discriminación y una opinión sobre lo que puede pasar si un imposición femenina es llevada al extremo sobre voluntades ajenas. Algo que llama la atención desde la escena inicial es la manera en la que se derrama sangre en el transcurso de la película y el especial significado que se le puede atribuir a la menstruación: parece ser que ésta se convierte en la verdadera maldición de Ginger, ya que lo que atrae al ser-lobo, quien resulta ser un ejemplar masculino, es el olor de la sangre vaginal. Desde este punto las referencias feministas son más que claras. Nunca me he considerado un feminista programático, pero siempre he sentido una enorme atracción hacia las mujeres que ejercen un poder irrefrenable en su entorno; tal vez por esto las alusiones en Ginger Snaps me parecen más fácilmente acertadas en su mayoría, pero pueden aducirse más argumentos que esta preferencia personal. Si bien las consecuencias que trae consigo la llegada de Andrés a la vida de Ginger son llevadas un poco más allá de lo factible, lo que simboliza está bien posicionado: el desarrollo de un apetito y potencial sexual femenino es una fuerza (y a veces un arma) que, en la mayoría de los casos, ejerce un control supremo sobre el comportamiento de los varones atraídos por su magnetismo. El ataque que Ginger recibe del licántropo es la transmisión de la fuerza sexual devoradora de una criatura provista con atribuciones eminentemente masculinas en la cultura popular de tradición occidental. Esa misma fuerza natural que Ginger potencializa a través de la consciencia del poder de su sexualidad es una de las cosas más loables de la película. Aún así, el mismo guionista sabe que los desplantes feministas en extremo tienen su lado oscuro (muy oscuro) y las muertes que Ginger lleva a cabo y las imposiciones que pretende hacerle a su hermana Brigitte son actitudes tan arraigadas en ella que, al final, sólo pueden ser detenidas a través del instinto de autoconservación del otro o la otra. Otras de las escenas clave es en la que la madre de ambas, sabiendo que sus hijas son asesina y cómplice, le propone a Brigitte incendiar la casa y empezar de cero, pero sin la compañía del papá, asumiendo que toda la desinformación que ha dado a sus hijas sobre la posición de la mujer frente al mundo masculino es la culpable de todos los crímenes. La idea sobre la sexualidad y las relaciones hombre-mujer que la madre de las confundidas adolescentes tiene está construida sobre convenciones que ya nada tienen que ver con la realidad; ésta es una de las mejores alegorías de los efectos nefastos de una crianza fundada en estereotipos en torno al rol femenino, tanto si la mujer criada se decide por una vida introvertida como la que se decide por el feminismo desinformado. Como un buen filme feminista, los estereotipos de feminidad indefensa (aunque actualmente la figura de Ginger ya se ha vuelto también un cliché) y la actitud de superioridad masculina deben ser severamente aniquilados; es éste uno de los puntos débiles que encuento en el filme: los tipos de comportamiento femenino adolescente, que en el 2000 pudieron ser transgesores, son ahora estereotipos de actitudes vacías con pretensiones de feminismo.
Es curioso que en español el concepto "hombre lobo" excluye a cierto sector de la población mundial que nació sin pene y, según las manifestaciones de cultura popular, también en otros sistemas lingüísticos prevalece esta exclusión; el filme dirigido por John Fawcett, es a la vez, una crítica a esta discriminación y una opinión sobre lo que puede pasar si un imposición femenina es llevada al extremo sobre voluntades ajenas. Algo que llama la atención desde la escena inicial es la manera en la que se derrama sangre en el transcurso de la película y el especial significado que se le puede atribuir a la menstruación: parece ser que ésta se convierte en la verdadera maldición de Ginger, ya que lo que atrae al ser-lobo, quien resulta ser un ejemplar masculino, es el olor de la sangre vaginal. Desde este punto las referencias feministas son más que claras. Nunca me he considerado un feminista programático, pero siempre he sentido una enorme atracción hacia las mujeres que ejercen un poder irrefrenable en su entorno; tal vez por esto las alusiones en Ginger Snaps me parecen más fácilmente acertadas en su mayoría, pero pueden aducirse más argumentos que esta preferencia personal. Si bien las consecuencias que trae consigo la llegada de Andrés a la vida de Ginger son llevadas un poco más allá de lo factible, lo que simboliza está bien posicionado: el desarrollo de un apetito y potencial sexual femenino es una fuerza (y a veces un arma) que, en la mayoría de los casos, ejerce un control supremo sobre el comportamiento de los varones atraídos por su magnetismo. El ataque que Ginger recibe del licántropo es la transmisión de la fuerza sexual devoradora de una criatura provista con atribuciones eminentemente masculinas en la cultura popular de tradición occidental. Esa misma fuerza natural que Ginger potencializa a través de la consciencia del poder de su sexualidad es una de las cosas más loables de la película. Aún así, el mismo guionista sabe que los desplantes feministas en extremo tienen su lado oscuro (muy oscuro) y las muertes que Ginger lleva a cabo y las imposiciones que pretende hacerle a su hermana Brigitte son actitudes tan arraigadas en ella que, al final, sólo pueden ser detenidas a través del instinto de autoconservación del otro o la otra. Otras de las escenas clave es en la que la madre de ambas, sabiendo que sus hijas son asesina y cómplice, le propone a Brigitte incendiar la casa y empezar de cero, pero sin la compañía del papá, asumiendo que toda la desinformación que ha dado a sus hijas sobre la posición de la mujer frente al mundo masculino es la culpable de todos los crímenes. La idea sobre la sexualidad y las relaciones hombre-mujer que la madre de las confundidas adolescentes tiene está construida sobre convenciones que ya nada tienen que ver con la realidad; ésta es una de las mejores alegorías de los efectos nefastos de una crianza fundada en estereotipos en torno al rol femenino, tanto si la mujer criada se decide por una vida introvertida como la que se decide por el feminismo desinformado. Como un buen filme feminista, los estereotipos de feminidad indefensa (aunque actualmente la figura de Ginger ya se ha vuelto también un cliché) y la actitud de superioridad masculina deben ser severamente aniquilados; es éste uno de los puntos débiles que encuento en el filme: los tipos de comportamiento femenino adolescente, que en el 2000 pudieron ser transgesores, son ahora estereotipos de actitudes vacías con pretensiones de feminismo.
Sería interesante indagar también en dónde inicia la premisa de la maldición transmitida por vía sexual y que en Ginger Snaps e It Follows es el dispersador de la catástrofe.
La escena final, a pesar de ser consecuente con la trama, me dejó compungido. Aun sabiendo que Ginger no puede seguir existiendo en su entorno sin desequilibrarlo y hacer que todo se vuelva havoc, me dolió un poquito ver y recordarme que la sexualidad femenina extrovertida sigue debiendo ser castigada en la mayoría de las sociedades occidentales.
Otras impresiones:
1. El chavillo que se anda echando Ginger me da asquito cuando le da la infección.
2. El vecinito gordo con su uniforme de hockey: Jajajajajajajaajajjaajaaaaaaa.
3. Siempre he querido sentir qué se sentirá vivir en un suburbio gringo o canadiense. Ha de ser horrible, pero la publicidad me ha enganchado.
3½ / 5
Por Keith Nash
A finales de los noventa una ola de shows televisivos de terror invadió las pantallas, Are You Afraid of the Dark? o Tales from the Crypt y eran series de mediano entretenimiento que utilizaban fórmulas muy básicas y harto conocidas, repetían las fórmulas: la casa embrujada, la tía que resultaba ser una bruja o la secta secreta que comía animales vivos. Entretenían y divertían, pero no causaban ningún terror, mucho menos pánico o siquiera zozobra y de estas series seguro que un guión prófugo de ellas dio origen a esta muy aburrida, ñoña y carente de innovación película llamada Ginger Snaps. Trata, sin ningún éxito, metaforizar la pubertad haciendo uso de la fórmula de la licantropía, un licántropo de cuyo primigenio origen nunca nos enteramos bien a bien. De buenas a primeras, la chica es atacada en el más trivial de los ataques, y después la vemos metamorfosearse de un modo tan lento y aburrido que para cuando termina por ser el monstruo que debía, la película lleva ya más de una hora y media, acompañada por una hermana que más parece estar constipada que “paniqueada” y a la que le hace falta que alguien le dé unos zapes para que reaccione ante las “aterradoras” (más bien comiquitas) situaciones que atraviesa. Después el outcast, mitad dealer mitad estrellita de Disney Channel, quien nunca termina ni de actuar bien ni de cuajar el personaje (tampoco es que el personaje requiriera una interpretación magistral ni nada pero una actuación decente hubiera estado bien). El único personaje que metafóricamente funciona es el de la madre, una mujer atrapada en la pubertad, que no se atrevió a terminar la metamorfosis entre una niña y una mujer y que ahora a su edad decide romper por completo el cascarón, ser una mujer completa.
En lo técnico, es una película independiente y hecha con tres pesos, ese no es el problema, el problema es aferrarse a esa imagen, a no querer (o no poder), más allá del dinero, entregar un trabajo con calidad. Está por demás decir que dinero no implica calidad ni falta de dinero implicará falta de calidad (véase The Blair Witch Project) y esa falta de calidad hace que para el espectador, o al menos para mí como espectador, se vuelva un martirio verla y tener que estar apretando los ojos para tratar de ver algo a mitad de una escena. Patética.
Lo cómico, su dosis de comedia me parece lo único que es indescifrable y no por lo buenos y perspicaces que pudieran ser los “chistes”, sino porque, de entre tanto, yo ya no sabia que era chiste y que era en serio; incluso llegué a formularme la duda si esta película no era más bien una obra maestra del humor involuntario (vayan los dioses licántropos a saber).
Observaciones irrelevantes:
1. De entre tantas cosas malas que no me gustaron de esta película también noté que no hubo una sola canción que fuera atractiva.
2. El niño gordo que bullea al perro me dio mucha risa.
2. Me di cuenta, gracias a Ginger Snaps que cuando estoy aburrido como a lo idiota: nueces, palomitas, un sandwich, paletas y varios danoninos me acompañaron en esta película.
3. ¿O sea que el dealer se quería coger a las dos o qué?
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