Por A Lady
Gilda es una de las películas con mayor impacto en la historia de la cultura occidental desde la fecha de su estreno. Un fenómeno en particular que siempre me ha parecido inspirador es la fascinación que esta película causó a los españoles de los 40's y 50's (y tal vez también de los 60's y 70's). El público o, mejor dicho, el subconsciente del público se imponía a la censura de plena dictadura franquista, muy a pesar de las intenciones oficiales de reformar las costumbres de los corruptos españoles de la extinta República, pero, sobre todo, de las españolas, quienes, por no ser hombres, podían ser encandiladas de manera mucho más fácil por las insinuaciones del cine gringo de los 40's, en el que ese constructo franquista inheremente absurdo de "la mujer muy mujer" no se había parado ni en los filmes más mojigatos de los grandes estudios. Al gobierno español de ese entonces, si bien equivocado en su concepción de lo que deberían ser los preceptos morales del país, no le faltaba personal con sensibilidad y previsión, por lo que no es de extrañarse que Gilda haya sido uno de los filmes más infructuosamente lapidados por la prensa oficial de España (que era casi la única que existía). Hay imágenes en esta película que aún en el 2016 siguen poseyendo una fuerza erótica avasalladora y una capacidad como pocas para anidarse en la memoria. Es fácil, pues, ver por qué Margarita Carmen Cansino, a.k.a. Rita Hayworth, fue uno de los enemigos públicos nunca erradicados de Pilar Primo de Rivera. Por otra parte, ignoro si en México el fenónomeno tuvo un impacto similar.
Está de más decir que el 95% de la brillantez de Gilda se debe justo a la actriz que la interpreta: aunque su personaje aquí no engloba los aspectos más negativos que se le pueden atribuir a una femme fatale, Rita Hayworth como Gilda ha permanecido insuperable en su capacidad de insinuación e innuendo en el film noir. El personaje se nos presenta como una figura con un pasado que, según se alude, tiene en su haber a algunos cuantos hombres y cuyos involucramientos claramente sexuales no representan ningún tipo de remordimiento de conciencia en la dama. En ningún otra película que yo conozca de la época el código Hays se ha mostrado tan desvalido: esa merecidamente legendaria escena donde la Hayworth canta Put the Blame on Mame (aunque en realidad la que canta es Anita Ellis) y se va desprendiendo poco a poco sólo uno de los guantes que porta, puede ser la responsible de un sinnúmero de fantasías de todo tipo e interminables asociaciones, escena que fue lograda sin "violar" las normas irrisorias de dicho código. Gilda es el épitome de los alcances que puede tener la sexualidad femenina desprovista de culpas y consciente de su poder. Sin embargo, la mercadotecnia basada inevitablemente en la moral occidental de aquellos años tenía que dar la última palabra en el giro de la trama al descubrir que, por lo menos desde el reencuentro de Gilda con su ex Johnny Farrell, la vampiresa nunca tuvo encuentros sexuales con otros hombres, con excepción de su nuevo marido Ballin Mundson.
Esto trae a colación el otro personaje clave de la historia, Johnny Farrell, hecho realidad por un soberbio Glenn Ford. En la relación de apoyo-recelo que se entabla entre Farrell y Mundson, su benefactor y dueño de un casino en Buenos Aires, existe de nuevo un aire de amor entre hombres que insinúa más que una simple amistad e interés de negocios, especialmente si se tiene en cuenta que Mundson siempre ha tenido una "relación difícil" con las mujeres y la única que lo hace volver a intentar es Gilda, la cual da a entender varias veces que su vida de casada con Mundson es más que aburrida. O sea, Farrell es el chichifo ocasional de Mundson. Esta conclusión encuentra más fundamento en la dinámica que establece Farrell hacia Gilda después de la muerte fingida de Mundson, ya que si bien ella se vuelve a casar con él por amor, parece que Farrell la quiere hacer pagar por el matrimonio engañoso que contrajo primero con Mundson, como queriendo dar a entender que se las tiene que cobrar a él mismo y a su ex cliente, ahora ya muerto, por todos esos engaños de "mujer vil".
Otro personaje secundario importante es Uncle Pio, el conserje de los baños, que cumple la función de la conciencia de Johnny Farrell, a quien siempre trata de peasant y no es hasta que Farrell se da cuenta que ha maltratado injustamente a Gilda que lo empieza a ver con ojos más amables.
En general, Gilda es una obra que fue hecha y vendida en el tiempo exacto para tener una respuesta masiva inconmensurable, y gran parte del encanto que despidió Rita Hayworth en este personaje (quien aprovecharía dos años más tarde la fama que había adquirido gracias a este filme para explorar otros aspectos de la femme fatale, ahora dirigida por su ex marido Orson Welles [hay muchos ex maridos en torno a esto a película...] en The Lady from Shanghai) se le debe a ese vestido de satín con guantes que le diseñó Jean Louis y fotografiada por Rudolph Maté. Es la marca justificadora e irrefutable de la frase publicitaria con que se promocionó la película: "There NEVER was a woman like Gilda!".
Otras impresiones:
1. Una bomba atómica gringa, probada en 1946, fue bautizada "Gilda" en honor a la fuerza de explosión de su dadora de nombre. A la Hayworth no le agradó nada la ocurrencia. Qué políticamente correcta.
2. Esta película fue la razón por la que en España se creara la Oficina Naciona Clasificadora de Espectáculos, encargada de velar por el cumplimiento de los dictados católicos y patrióticos del Franquismo.
3. Según recuerdo, por lo menos en The Shawshank Redemption, en Ladri di biciclette y en Mulholland Dr. salen imáganes de Gilda.
4. Uno de los aspectos secundarios que me llamó más la atención es la aparición de los nazis en la trama. Ya es sabido que muchos huyeron a Argentina, pero sería muy interesante escarbar más en cómo se ha representado en el cine la presencia de los criminales de guerra en este país. Otro ejemplo bastante bueno es Wakolda de Lucía Puenzo.
5. De nuevo, Latinoamérica como refugio de delicuentes y malas mujeres.
6. Put the Blame on Mame ya con 64 reproducciones en el IPod.
7. "I'm not very good at zippers"... superen eso guionistas del siglo XXI.
5 / 5
Gilda es una de las películas con mayor impacto en la historia de la cultura occidental desde la fecha de su estreno. Un fenómeno en particular que siempre me ha parecido inspirador es la fascinación que esta película causó a los españoles de los 40's y 50's (y tal vez también de los 60's y 70's). El público o, mejor dicho, el subconsciente del público se imponía a la censura de plena dictadura franquista, muy a pesar de las intenciones oficiales de reformar las costumbres de los corruptos españoles de la extinta República, pero, sobre todo, de las españolas, quienes, por no ser hombres, podían ser encandiladas de manera mucho más fácil por las insinuaciones del cine gringo de los 40's, en el que ese constructo franquista inheremente absurdo de "la mujer muy mujer" no se había parado ni en los filmes más mojigatos de los grandes estudios. Al gobierno español de ese entonces, si bien equivocado en su concepción de lo que deberían ser los preceptos morales del país, no le faltaba personal con sensibilidad y previsión, por lo que no es de extrañarse que Gilda haya sido uno de los filmes más infructuosamente lapidados por la prensa oficial de España (que era casi la única que existía). Hay imágenes en esta película que aún en el 2016 siguen poseyendo una fuerza erótica avasalladora y una capacidad como pocas para anidarse en la memoria. Es fácil, pues, ver por qué Margarita Carmen Cansino, a.k.a. Rita Hayworth, fue uno de los enemigos públicos nunca erradicados de Pilar Primo de Rivera. Por otra parte, ignoro si en México el fenónomeno tuvo un impacto similar.
Está de más decir que el 95% de la brillantez de Gilda se debe justo a la actriz que la interpreta: aunque su personaje aquí no engloba los aspectos más negativos que se le pueden atribuir a una femme fatale, Rita Hayworth como Gilda ha permanecido insuperable en su capacidad de insinuación e innuendo en el film noir. El personaje se nos presenta como una figura con un pasado que, según se alude, tiene en su haber a algunos cuantos hombres y cuyos involucramientos claramente sexuales no representan ningún tipo de remordimiento de conciencia en la dama. En ningún otra película que yo conozca de la época el código Hays se ha mostrado tan desvalido: esa merecidamente legendaria escena donde la Hayworth canta Put the Blame on Mame (aunque en realidad la que canta es Anita Ellis) y se va desprendiendo poco a poco sólo uno de los guantes que porta, puede ser la responsible de un sinnúmero de fantasías de todo tipo e interminables asociaciones, escena que fue lograda sin "violar" las normas irrisorias de dicho código. Gilda es el épitome de los alcances que puede tener la sexualidad femenina desprovista de culpas y consciente de su poder. Sin embargo, la mercadotecnia basada inevitablemente en la moral occidental de aquellos años tenía que dar la última palabra en el giro de la trama al descubrir que, por lo menos desde el reencuentro de Gilda con su ex Johnny Farrell, la vampiresa nunca tuvo encuentros sexuales con otros hombres, con excepción de su nuevo marido Ballin Mundson.
Esto trae a colación el otro personaje clave de la historia, Johnny Farrell, hecho realidad por un soberbio Glenn Ford. En la relación de apoyo-recelo que se entabla entre Farrell y Mundson, su benefactor y dueño de un casino en Buenos Aires, existe de nuevo un aire de amor entre hombres que insinúa más que una simple amistad e interés de negocios, especialmente si se tiene en cuenta que Mundson siempre ha tenido una "relación difícil" con las mujeres y la única que lo hace volver a intentar es Gilda, la cual da a entender varias veces que su vida de casada con Mundson es más que aburrida. O sea, Farrell es el chichifo ocasional de Mundson. Esta conclusión encuentra más fundamento en la dinámica que establece Farrell hacia Gilda después de la muerte fingida de Mundson, ya que si bien ella se vuelve a casar con él por amor, parece que Farrell la quiere hacer pagar por el matrimonio engañoso que contrajo primero con Mundson, como queriendo dar a entender que se las tiene que cobrar a él mismo y a su ex cliente, ahora ya muerto, por todos esos engaños de "mujer vil".
Otro personaje secundario importante es Uncle Pio, el conserje de los baños, que cumple la función de la conciencia de Johnny Farrell, a quien siempre trata de peasant y no es hasta que Farrell se da cuenta que ha maltratado injustamente a Gilda que lo empieza a ver con ojos más amables.
En general, Gilda es una obra que fue hecha y vendida en el tiempo exacto para tener una respuesta masiva inconmensurable, y gran parte del encanto que despidió Rita Hayworth en este personaje (quien aprovecharía dos años más tarde la fama que había adquirido gracias a este filme para explorar otros aspectos de la femme fatale, ahora dirigida por su ex marido Orson Welles [hay muchos ex maridos en torno a esto a película...] en The Lady from Shanghai) se le debe a ese vestido de satín con guantes que le diseñó Jean Louis y fotografiada por Rudolph Maté. Es la marca justificadora e irrefutable de la frase publicitaria con que se promocionó la película: "There NEVER was a woman like Gilda!".
Otras impresiones:
1. Una bomba atómica gringa, probada en 1946, fue bautizada "Gilda" en honor a la fuerza de explosión de su dadora de nombre. A la Hayworth no le agradó nada la ocurrencia. Qué políticamente correcta.
2. Esta película fue la razón por la que en España se creara la Oficina Naciona Clasificadora de Espectáculos, encargada de velar por el cumplimiento de los dictados católicos y patrióticos del Franquismo.
3. Según recuerdo, por lo menos en The Shawshank Redemption, en Ladri di biciclette y en Mulholland Dr. salen imáganes de Gilda.
4. Uno de los aspectos secundarios que me llamó más la atención es la aparición de los nazis en la trama. Ya es sabido que muchos huyeron a Argentina, pero sería muy interesante escarbar más en cómo se ha representado en el cine la presencia de los criminales de guerra en este país. Otro ejemplo bastante bueno es Wakolda de Lucía Puenzo.
5. De nuevo, Latinoamérica como refugio de delicuentes y malas mujeres.
6. Put the Blame on Mame ya con 64 reproducciones en el IPod.
7. "I'm not very good at zippers"... superen eso guionistas del siglo XXI.
5 / 5
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