lunes, 28 de marzo de 2016

Gun Crazy (1949) / Dir. Joseph H. Lewis

Por A Lady

Gun Crazy es un producto de propuestas sumamente modernas y osadas envuelta en la cubierta de un pulp fiction más o menos cualquiera. Observadores menos hábiles podrían incluso dejarla pasar como melodramón insertado en el estilo del film noir, ya estandarizado para 1949. Si bien es cierto que el presupuesto a disposición para realizar la película era, digamos, más que limitado, es imposible mantener el ingenio y malicia de los creadores bajo su apariencia de serie B. Hay escenas en Gun Crazy que bien pudieron ser sacadas de un filme de cualquier director experimental de los 60's y los temas desarrollados remiten a Bowling for Columbine de Michael Moore y, de cierta manera aún muy incipiente y prototípica, a 愛のコリーダ (Ai no korida) de Nagisa Oshima. Es una obra por demás crítica e indagadora, porque si bien las otras películas del ciclo, como muestras paradigmáticas del subgénero, superan a Gun Crazy en concentración y enfoque de propósito narrativo, ninguna logra a través de aparentes divagaciones la presentación de problemáticas sociales específicas, como el fetiche por las armas como parte ineludible de la cultura gringa; ni la de temáticas más que censuradas en los 40's, dígase el instinto sexual considerado desde su potencial criminal.
Peggy Cummins, esa chaparrita que hizo algunas otras películas de serie B (la mejor de ellas The Night of the Demon) es escalofriante, por ratos, como Annie Laurie Starr. Esta femme fatale carece de todo glamour y hasta cuando intenta ser elegante irradia barrio; esto sólo es parte del encanto del personaje: el magnetismo de Starr no yace en el ideal de la maldad hecha mujer (si se piensa en, por ejemplo, Rita Hayworth), sino justamente en lo elemental de sus motivos. Esta circunstancia se beneficia aun más del comportamiento y procederes de Bart Tare, interpretado por el entonces guapo de John Dall, los cuales pertenecen al estelar masculino más afeminado de todo el ciclo. Es como si Tare no encontrara en Annie las barreras que siempre han retenido su completo potencial de asesino al empuñar un arma. Cuando una patrulla persigue al matrimonio, Tare duda acerca de si debe disparar sólo a la llanta para detener su marcha o terminar de una vez por todas con esa molestia específica dándole un tiro en la cabeza al policía conductor. Para los guionistas, uno de los cuales fue el blacklisted Dalton Trumbo (quien por andar de comunista tuvo pedos con McCarthy y logró con esta película un éxito comercial inusitado para las King Brothers Productions), el culto exacerbado a las armas de fuego en USA ha establecido un impulso inconsciente en sus usuarios que los lleva, en algún momento u otro, a cometer el propósito último de un arma: eliminar vidas. Un tipo de posdisposición preestablecida.
Las connotaciones sexuales está por todas partes y uno se pregunta cuáles eran los parámetros de censura del Hays Code, porque, después de The Postman Always Rings Twice y ésta, lo explícito está de más; además de las varias escenas de besos más sugerente de lo común (algunas de ellas en la cama), varias tomas de la cara de Bart Tare en angustia o indecisión demuestran de manera clara quién es la que regentea esa relación, especialmente en el plano sexual: Tare sólo tiene la mejor puntería, pero la que decide hacia dónde apunta esa pistola es Ms. Starr.
Dos escenas conforman los mayores espectáculos de la película. La primera es la toma única durante el atraco al banco; recuerdo haberme preguntado si lo que estaba viendo era realmente era una toma de locación verdaderamente larga en un filme gringo de los 40's, muy raras para la época y solo radicalmente introducidas, como todo lo que hacía Welles, por la escena incial de Touch of Evil en 1958. La perspectiva trasera de esta toma en Gun Crazy crea la ilusión de acompañar a los atracadores recién casados y percibir con más exactitud el tiempo real que condiciona el éxito del robo. La segunda parte aludida es la secuencia que transcurre en la carnicería; es aquí en donde las imágenes se taladran en la memoria del espectador, porque no debería de haber reses colgando de ganchos en una película de la primer etapa de films noires. La fotografía de Russell Harlan y el diseño de producción de estas dos partes ha sido inspiración por lo menos para Arthur Penn en Bonnie & Clyde y, aunque él diga que todas sus imágenes son productos de sus "sueños", para Alejandro Jodorowsky en El topo y en La montaña sagrada. Ver a Peggy Cummins blandiendo una pistola y corriendo entre carne de res es algo que permea y marca.
A pesar de las largas y algo innecesarias escenas de la persecución final, el final de la pareja en un pántano, lugar simbólico para su situación humana en aquel momento, es una construcción visual aun aceptando que el hecho de que Tare sea quien le dispara a Annie al tener certeza de que sus amigos peligran, representa un retroceso en la concentración de pesimismo que la trama había ido acumulando desde su inicio. Al final, Tare muere, pero sólo después de haber hecho frente al "yugo" sexual y psicológico de Annie, la cual, continuando la tendencia de Elsa en The Lady from Shanghai, más que tener un objetivo último que la lleve a cometer atrocidades, sigue, en esencia, un sólo impulso: su placer.

Otras impresiones:
1. La escena en la que Bart Tare niño mata al pollito me dejó con la sangre helada.
2. La hermana WASP de Tare me da más repulsión que cualquier otro personaje malévolo de esta película.
3. Las bolsas de mano y las hamburguesas se volvieron realia necesaria y sustituta de los zapatos femeninos desde The Lady from Shanghai.
4. John Dall era bien gay en la vida real. En 1949 yo sí le andaba dando amor.
5. La escena en la que los niños hacen rueda para admirar el nuevo "juguete" de Bart Tare es perturbadora.
6. La cara de Peggy Cummins cuando quiere asesinar por gusto a un policía al salir de uno de sus últimos atracos bien podría ser el gesto más terrorífico de cualquier femme fatale.
7. México, guarida de ratas por siempre jamás.

4½ / 5

No hay comentarios:

Publicar un comentario