Por A Lady
¿De qué manera la valoración justificada de una película puede basarse menos en la habilidad constructiva de la trama y más en el star power de sus protagonistas? Si este proceder se permitiera como regla general en la actualidad, alguna que otra película veraniega sería tal vez mejor recibida por muchos más críticos sólo a causa de la fuerza de presencia de los personajes encarnados en la pantalla. Afortunadamente, esto no es así. Pero lo ha sido en casos muy particulares, como en The Big Sleep. Famosa se ha hecho la anécdota de que cuando Hawks y los guionistas (entre los que se encuentra un tal William Faulkner) se dieron cuenta de que la identidad del asesino del chofer de Carmen Sternwood quedaba sin aclarar entre tantas bifucarciones de la historia, decidieron contactar al autor de la novela, Raymond Chandler, quien respondió: "Dammit I didn't know either". En fin, que el guión es uno de los más intrincados del cine gringo y varios cabos quedan sueltos al final de la historia, además de contar con escenas que aparentemente poco tienen que ver con la continuidad de la historia, las cuales debían funcionar como indicios de la acción de la novela, pero que, debido a las restricciones del ya famoso y mencionado en otras reseñas Hays Code, sólo pudieron desear ser capaces de insinuarle al espectador algo de los comportamientos "peculiares" de sus personajes, detallados en la fuente literaria original.
A pesar de contar con estos múltiples defectos de seguimiento, el filme es considerado una obra superior por la historia que los críticos del siglo XX nos han dejado, y no es difícil ver por qué. Considero desde los inicios de mi vida de consumidor de cine que debe existir cierta intensidad visual y anímica, difícil de definir, en las imágenes y/o actuaciones de cualquier película que deba considerarse "buena"; la combinación Bogart-Bacall es una fuente aparentemente infinita de las que puede fluir este encanto. Sin atender que existen dos versiones de este filme (una de 1945, no estrenada, la cual se sustituyó al año siguiente por una versión con más escenas entre Bogart y Bacall y con varias menos de la versión anterior, cuya duración era superior por 20 min; de estas escenas se extrañaba una en especial: la conversación entre el detective Marlowe y el District Attorney de L.A., en la que se intentaba aclararle al público los puntos más laberínticos de la trama) sólo debidas al hecho de que Humphrey Bogart y Lauren Bacall se habían casado apenas en 1944 y eran la pareja más redituable de la industria, agradezco cada escena en la que los ojos de lince de Vivian Sternwood se afilan para examinar el terreno o proferir líneas con las que pocas femmes fatales tuvieron el gusto ("A lot depends on who's in the saddle"), el cinismo de Philip Marlowe, quien, a pesar de todo, es un enamorado sin remedio y, más que nada, las incontables veces en la que este guión se convierte (en parte gracias a estos dos) en un compendio de diálogos citables, aún más citables si se tiene el recuerdo de sus miradas y entonaciones, las cuales revelan de la mejor manera la gran carga sexual velada en la que se basa esta historia, como buen producto genérico del film-noir. Esta película es uno de esos ejemplares extremadamente raros en los que casi todo el valor estético de la obra se halla sólo en la interacción de dos personas y justo este factor es el que permite que se origine una mezcla muy extraña y pocas veces lograda (tal vez ésta sea la única vez): el romance film-noir con final medio feliz.
Sin embargo, el enredijo del guión y la preponderancia de la pareja principal no fue obstáculo para que muchos elementos y personajes del hábitat de Marlowe y Ms. Sternwood destacaran a la vista. Uno de los puntos más inquietantes es la intervención de las mujeres: a lo largo del filme pueden verse distintas apariciones femeninas, las cuales ejercen oficios normalmente adjudicados a hombres en el cine de los 40's: taxista, librera con dotes de detective, una srita. más administradora que secretaría y, no podía faltar, la niña de familia drogadicta y seudo-ninfómana (Carmen Sternwood), quien resulta ser el detonante de tooooodos los problemas de la película y cuyos problemas de adicción a ambas cosas se insinúa por una muy molesta compulsión por estar chupándose el pulgar. La función común de la femme fatale es duplicada y repartida en diferentes grados entre varios personajes femeninos y, si bien la maldad suprema proviene aquí de un hombre, los medios de los que se vale para hacer y deshacer a su gusto son mujeres, más o menos conscientes de la relevencia de sus presencias en el juego y las cuales le permiten a la mujer fatal protagonista liberarse de su destino nefasto prototípico en el film-noir. Por fin, la mujer, al final, podría ser "feliz". Es, casi todo el tiempo, un instrumento, pero un instrumento "feliz".
Otras impresones:
1. Nunca me había dado cuento hasta ahora que México es el lugar sin ley en el imaginario del film-noir. Por lo menos aquí, en Out of the Past de Tourneur y en Touch of Evil y The Lady from Shanghai de Welles es este país al que huyen los delincuentes, los corruptos, los asesinos, los timadores y las mujeres que deben dinero.
2. Una de las escenas que me hicieron dar un brinquito fue cuando Marlowe le da sus cachetadas a Carmen, cuando la encuentra toda drogada y se da cuenta de que le sacaron fotos. De seguro de las cochinonas. Cuánta violencia.
3. Carol Lundgren, el "ayudante/asistente" de Arthur Geiger, mata a alguien por vengar a su "jefe". Otra historia de amor gay en esta películas. Otro ejemplo está en The Maltese Falcon.
4. Cada vez que veía a Carmen chuparse el dedo me daban ganas de ponerle de ese esmalte con sabor a ajo.
4½ / 5
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