Por A Lady
Mucho se sabe ya del infierno en vida que Coppola experimentó filmando Apocalypse Now. Ese trastorno y casi demencia quedó más que documentado en Hearts of Darkness: A Filmmaker's Apocalypse de Fax Bahr y George Hickenlooper, título que también alude a la novela de Joseph Conrad en la que Coppola medio basó su película: el infarto que le dio a Michael Sheen; el ciclón que arrasó Manila y, de paso, todas las locaciones y equipo de grabación; la total falta de profesionalismo de el para entonces ya muy gordo Marlon Brando y las condiciones de humedad y, por tanto, de calor sofocante de las Filipinas desafiaron la capacidad y tenacidad de adaptación de los gringos aferrados, curiosamente de forma muy similar a como lo había hecho Vietnam y "Victor Charlie" unos veinte años antes en Hanoi mismo, durante la guerra. Esta lucha que parecía no anunciar ningún buen término tuvo sus repercusiones en el resultado del filme de Coppola. Sería hipócrita y esnob decir que Apocalypse Now, en cualquiera de sus versiones, es un filme sin fallas, porque es fàcil encontrar en sus frecuentes pérdidas de ritmo durante escenas demasiado largas o, en apariencia, innecesarias, uno de los tropiezos más flagrantes. Con todo, lo que sí se puede afimar es que se trata de una obra imperfecta que, de alguna extraña manera, hace que sus errores se hagan menos ante sus aciertos, que pueden contarse entre las escenas más efectivas, hermosas y perdurables del cine jamás filmado.
Creo que para que estas partes pudieran salir tan bien, Coppola tuvo que haber estado bastante consciente de algo: de que para 1979, Vietnam se había vuelto, más que en memoria histórica, en una metáfora. Y en una que era ideal como fondo para las representaciones del horror y los niveles que éste podía alcanzar y hasta dónde el entendiemiento humano podía comprenderlos. Ya en The Deer Hunter se notaba cierta tendencia a lo ahistórico con lo de la ruleta rusa como metáfora de la guerra y en Apocalypse Now esta tendencia encuentra su culminación al valerse de varios otros recursos para lograr que su significado abarque casi todo lo que se entienda como naturaleza humana. Tal vez, el recurso utilizado de forma más espectacular y paralizadora es el uso del Walkürenritt de mi bienamado Wagner en el ataque aéreo a un pueblo del Vietcong. Ver los helicópteros acercándose a la cámara desde el horizonte soleado, con la alusión germana de fondo, es una experiencia coeherente en más de un sentido: en el recordatorio del mal uso del arte en las guerras (como los Nazis hicieron con la música de Wagner), en la asociación del poder destructor de las valquirias con el de lo único con lo que el ser humano podría igualarlo: armas, y en la aseveración de que las personas siempre, desde la gestación de las mitologías, hemos sido seres que encuentran placer en la victoria sobre el otro.
Otro recurso que aprovecha la métafora Vietnam es la búsqueda que el capitán Benjamin L. Willard emprende tras el coronel Walter E. Kurtz, quien vive como una deidad viviente en un pueblo, rodeado de sus adeptos a los que él mismo convirtió. El rostro pintado de Michael Sheen al salir del río, la completitud del personaje de Marlon Brando y el gráfico sacrificio del buey son indicios claros de que, lo que uno esperaba ver como horror bélico, es ya un horror que está dentro del ser humano mismo y que no puede representarse de manera fácil sólo con imágenes de guerra. Coppola anda buscando aquí nuevos recursos de representación y, por momentos, los encuentra y muy bien. La escena inicial es otro ejemplo de esto: es espectacular cómo sube la explosión de napalm sincronizada con las voz de Jim Morrison afirmándonos que "this is the end". Los colores de los agentes tóxicos gaseosos funcionan también como elemento de composición, que hace lo suyo logrando que varios stills se vuelvan cuadros dignos de colgarse en cualquier sala de estar respetable. Es alguien que ve recursos de forma en algunas de los factores más dañinos y exterminadores de los gringos contra los vietnamitas y, a la vez, es la historia dura siendo materia de la imaginación. Como debe ser.
La parte en la que la trama se concentra en la vida de una familia de ascendencia francesa es muestra de cómo la historicidad funciona en el filme como un escenario más que propicio para lo que los guionistas pretendieron: si bien muchos plantíos vietnamitas y camboyanos fueron y son propiedad de los invasores franceses y de sus descendientes, el afán y el arraigo que el jefe de esta familia muestra es equiparable al motor que impulsa el afán inútil de los gringos en Vietnam, ya que, aunque tu inversión esté ahí, los tiempos van en tu contra y es evidente que se fracasará si se atenta contra ellos.
Lo que es más que impresionante de Coppola es, entre otras cosas, su capacidad para dirigir multitudes. En The Godfather I y II había quedado más que claro que su talento para hacer que una familia italoamericana de mafiosos (o sea, de grandes dimensiones) compusiera escenas de fiesta como ninguna otra (y aquí una similitud con Cimino, otro italoamericano, y su escena de boda rusoamericana en The Deer Hunter). Tanto en los mafiosos como en las tropas gringas en Apocalypse Now se puede hallar un movimiento cadensioso y sesudamente elaborado de los individuos que componen los cuadros que presentan muchedumbres. Tómese como ejemplo la secuencia en la que las bunnies de Playboy llegan a saltarles a los soldados; hay una escena en la que el campo de visión se abre y se puede ver un helicóptero en el centro, rodeado de soldados jariosos correteando a las pobres mujeres atolondradas, mientras el aire hace surcos constantes y regulares en el agua que rodea la plataforma del show. Sincronizaciones así son díficiles de lograr y Coppola, a pesar de su producción bastante mediocre después de esta película (aún me acuerdo el chasco que me dio cuando me enteré que el mismísimo había dirigido ese engrendro lacrimógeno con Robin Williams y Jennifer Lopez (!!!) llamado Jack, tan gustoso para los domingos familiares de renta de VHS o de televisión abierta), concibió numerosas de estas creaciones.
El Vietcong es prácticamente invisible en esta película y sólo se alude a él ocasionalmente. Así como esos soldados norvietnamitas, la exactitud histórica sólo es un pretexto para hablar del tema que eternamente será asociado a la guerra: el horror.
Otras impresiones:
1. Marlon Brando tuvo que ser, de plano, el mejor pinche actor del mundo para improvisar de esa manera.
2. Harrison Ford de lentes y peinado de suadero.
3. Esta película y Full Metal Jacket de Kubrick dizque medio se basan en el libro pseudoperiodístico Dispatches de Michale Herr. Algo sexy ha de tener ese libro.
4. Radio Vietnam: The End de los Doors, Suzie Q de los Creedence y Satisfaction de los Rolling. Radio Vietnam es como oír Radio Universal Stereo 88.1 FM.
5. Las luces en la escena del puente Do Lung ya las quisieran muchos musicales gringos.
6. Aguirre, der Zorn Gottes de Herzog y esta película tienen, sin duda, mucho que platicarse.
4½ / 5
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