Por A Lady
Dieter Dengler se ha convertido en una referencia cultural que entienden casi todos los gringos con una educación media: el alemán emigrado de la Selva Negra de postguerra que tenía el sueño, la necesidad de volar. Sueño que realizó al alistarse con los marines y que medio aplicó durante la Guerra de Vietnam, porque en su primer exploración aérea fue derribado por impacto de cañones del VC en Laos. Esto es una de esas "coincidencias" de circunstancias irónicas que la historia presenta a los humanos de la posteridad, como queriendo mostrar enlaces consecuentes de causa y consecuencia: Dengler desarrolló su fascinación por los aviones durante su infancia, al ver los aviones de caza estadounidenses volar y lanzar bombas sobre Wildberg, su pueblo natal, durante el final de la Segunda Guerra Mundial. En la primera fase de la Postguerra alemana, en la que las fuerzas militares del país fueron prohibidas y desmontadas, el pequeño Dieter quedó con su sueño varado en un país sin aviones, por lo que decide emigrar a USA, fascinado también por esa fuerza de la paz y el progreso que, para entonces, representaban los gringos en el hoyo que había quedado hecha Alemania. La ironía se cuenta sola: un hombre al que le nace una obsesión a causa de un trauma y quien, al cumplir aquél, debe vivir otro trastorno, a la manera de un precio que debe aún pagar o una vivencia que debe aún experimentar. La obsesión de Dieter Dengler no es un fenómeno aislado y es, tal vez, por eso que Werner Herzog lo utiliza en su documental Little Dieter Needs to Fly como un ejemplo generalizable a las vidas en las que los traumas tuvieron efecto productivo. Esto parece ser algo muy cercano a la vida de los alemanes que fueron "niños de la guerra" y una muestra de ello se encuentra también en el ensayo Luftkrieg und Literatur de W.G. Sebald, en el que se le da vueltas a la pregunta de qué efectos tuvo el haber vivido la guerra aérea durante la Alemania nazi en la producción literaria que se escribió en alemán durante la postguerra.
Ya he descrito algunos de los horrores que el cine manifiesta como aspectos imprescindibles de su configuración de la Guerra de Vietnam y Dengler, a la vez, se inserta en uno de ellos y abre otro campo temático. El aspecto que comparte con películas como The Deer Hunter y Dear America: Letters Home from Vietnam es el corroborar como documento lo que en la ficción se había retratado: sin los (hijos de) inmigrantes, USA no hubiera ni siquiera pensado en realizar las mil y un guerras en las que se entrometió a lo largo del siglo XX. Lo que es distinto en el filme de Herzog es el enfoque a un origen migratorio específico. Podrá ser sugestión o reproducción de clichés, pero no creo que el hecho de que Dieter Dengler declare hacia el final de la película: "They were the happiest days of my life", al ser cuestionado sobre el impacto que su cautiverio como prisionero de Guerra en Laos tuvo sobre su vida posterior, sea sólo una característica de su personalidad; aquí está presente un perfil psicológico colectivo: el de la población alemana de la segunda postguerra. Esto no se halla sólo en la postura de vida de Dieter Dengler, sino en la postura que Herzog toma hacia los acontecimientos que Dengler vivió en Laos. Por una parte, el mismo Dengler muestra una serenidad exterior notable al narrar lo vivido con el Vietcong o lo que su memoria ha hecho de ello. Esta frialdad es entendible en alguien que ha encontrado respuestas en las experiencias de su vida, alguien que ha realizado cometidos tan imperiosos que pueden estar sobre el sufrimiento corporal y psicológico más extremo, que puede transformar éstos en meras alucinaciones para mantener con vida al cuerpo que es el único medio para que esa existencia cumpla ese propósito tan superior. Semejante pedazo de tenacidad es difícil de encontrar, pero no exclusivo de un origen geográfico e histórico específico. Por ejemplo, este filme lo encuentra (y aquí se tiene una de las coincidencias más hermosas) en los alemanes de postguerra y los vietnamitas del Vietcong; ambos trastornos, uno personal y el otro colectivo, fueron más que devastadores (como el ver a tu amigo Duane ser decapitado con un machete ante ti o ver a tu pueblo ser incendiado, a tu familia violada y/o asesinada frente a ti) y, sin embargo, saber de manera inamovible de que son exigidos para que la existencia pueda ser llamada vida. En este tipo de convicción parece no existir el riesgo de que la vida que llegue después del horror requerido pierda su sentido, parece que hay órdenes más altos.
Por otra parte, Herzog decide tomar un camino de configuración nada alejado de la ética histórica que ha sido parte intrínseca de la Alemania posterior a la Segunda Guerra: el camino de la memoria y la reiteración, el camino de la imposibilidad del olvido. Ya se sabe que no hay garantía para la veracidad de la memoria, que es ésta, junto con el tiempo, los que distorsionan todo lo que cae en sus bodegas para volverlo un producto de historia personal y deseos reprimidos, de sueños. Aun así, el hecho de que Herzog haya hecho a Dengler revivir sus experiencias de guerra al hacer un viaje a Laos sólo para actuar, paso por paso, los momentos del trauma, se asemeja mucho a los mecanismos de rememoración que se aplican al pasado nacionalsocialista: hay que recordar y, de alguna manera metafórica, revivir la historia, para, posiblemente, no repetir el horror. Dengler y Herzog pertenecen a la misma generación y esto se nota no sólo en las fechas de nacimiento.
Es notable cómo, a pesar de que las mismas atrocidades que vimos en Apocalypse Now y Platoon están presentes también aquí, el espectador no recibe el impacto en forma de choque exterior, sino interior. Lo que se recibe de la Guerra de Vietnam en Little Dieter Needs to Fly son sus secuelas en la vida de uno de sus veteranos más sobresalientes. Más aun, no sólo las secuelas de la Guerra de Vietnam, sino de la Segunda Guerra y seguramente de las otras "Guerras", personales y político-económicas, es decir, las secuelas de la historia que nuestros presentes van tejiendo. Estamos ante una de las vidas de la guerra. Una de las pocas, a diferencia de las de muchos veteranos, que siguieron siendo vidas hasta el final de sus días.
Otras impresiones:
1. Hay un término que se menciona en Dear America: Letters Home from Vietnam y que viendo esta película me regresó a la memoria: zippo raiding, que sse refiere a las redadas gringas en villorrios vietnamitas durante la Guerra, en las que quemaban las chozas con encendedores Zippo.
2. Una de las cosas de Herzog es que es un burlón fino y de primera. La crítica a las películas de entrenamiento gringo para sobrevivir en la jungla es hecha con una voz soberbiamente impasible.
3. ¿El Dieter sí se casó o no?
4. Esta compulsión de rascar con la cuchara la superficie de la que se come y la obsesión por que nunca falte comida en la casa la he visto en dos personas importantes en mi vida: en mi abuelo (pasado hambriento en México) y en un amigo (pasado hambriento en Alemania).
5. Me pareció que Herzog entiende español, porque pone la versión de Gardel de Volver cada que puede. También me queda claro que es bastante huevón para armar soundtracks cuando no tiene compositores.
6. El oso negro esperando a comerse a Dengler me parece improbable en Tailandia, pero se me hace una metáfora preciosa.
7. Aunque siga habiendo guerras, los hombres y mujeres que participan en ellas como milicia ya no se forman el carácter de los antiguos veteranos. De ésos que no quedaron dementes.
4 / 5
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