Por A Lady
Es chocante querer tipificar una década con base en estereotipos determinados. Si bien la crítica y el análisis se fundamentan en gran parte en ello, es también ordinario intentar tipificar la producción artística de esos mismos espacios temporales a través de generalizaciones intransigentes. Aun ya dichos estos presupuestos, padezco de una tendencia obsesiva a querer ver (no sin fundamento) más que un aire de fuertes similitudes entre ciertas películas facturadas durante la segunda mitad de los 60's; un tendencia a categorizarlas como "películas sesenteras". Secuencias experimentales multicolores apuntaladas por una edición no lineal, guiños sinceros o hipócritas hacia movimientos sociales (especialmente con las luchas revolucionarias del socialismo) y la insistencia en que el mundo colapsará muy pronto a causa del caos que el humano se ha creado son algunos de los aspectos que podria tener lo que llego a considerar como una "película sesentera", sea de ficción o documental o, no pocas veces, un híbrido de ambos tipos. Justamente en este apartado podría uno quizá inscribir a Loin du Vietnam, el "documental" colectivo organizado por el ya entonces sobresaliente Chris Marker (La jetée se había estrenado en 1962) y compuesto por fragmentos dirigidos por diversos individuos, entre cuyos nombres destacan los de Jean-Luc Godard, Agnès Varda, Alain Resnais, Claude Lelouch y Joris Ivens, quien se ocuparía de nuevo al año siguiente del tema de Vietnam con otros documentales. A pesar de que este filme presenta varios de los elementos de lo que considero una "película sesentera", hay algo en él que lo hace esencialmente distinto a muchas otras producciones documentales de esos años: a pesar de ser fácilmente reconocido como un producto fuertemente enmarcado en su tiempo, los hechos que representa parecen aludir a lo que está por suceder en años posteriores al 2017. La guerra y sus mecanismos no se acabarán nunca.
Loin du Vietnam no es lo que normalmente se denominaría un documental en forma. Hay numerosas secuencias en las que la objetividad entra del todo en el terreno de la experimentación visual y la ficción: esa larga (muuuuuy laaaaaarga) secuencia en la que el actor Bernard Fresson interpreta al personaje Claude Ridder, escritor comprometido y moralmente conflictuado que había aparecido ya en el mismo año en Je t'aime, je t'aime de Resnais. En este segmento, Ridder recibe el encargo de reseñar el famoso y polémico libro de Herman Kahn On Escalation: Metaphors and Scenarios, el cual equiparaba el sistema de la guerra al de una escalera cuyo último travesaño llevaría a la autodestrucción de la humanidad. Justo después de esta parte, el mismo Godard, con un ritmo y melodía de habla algo soporífera, explica con verdadera elocuencia sus razones para preferir apoyar la causa de Vietnam no mediante la realización de una pieza documental tradicional, sino apelando al radicalismo estético que desafíe los estándares de forma fílmica establecidos por la industria gringa. Después de esta exposición de razones, se sucede una secuencia de imágenes interpretativas del caos y el horror que representaba para ¿Godard? la Guerra de Vietnam. Es justo esta divergencia de la configuración del documental tradicional lo que hace coherente la forma de esta película, por ratos altamente demandante con la capacidad de concentración y velocidad de razonamiento del espectador; la forma en que los cineastas de Loin du Vietnam concibieron lo que es documentación se fundaba en la condición de que es imposible separar la subjetividad del tratamiento de un tema, que, inevitablemente, se documenta sólo bajo una perspectiva única y condicionada y que el concepto creativo es más trascendente que el simple mostrar de hechos reales mediante una cámara. De todos los directores de segmentos, Godard es quien cuestiona con más claridad la posición del director como crítico de su tiempo y su capacidad de provocar un cambio de consciencia en los espectadores y es refrescante y necesaria, aún en 2017, su opinión al respecto: el apoyo desde lejos, sin experimentar aquéllo contra lo que se protesta o por lo que uno se indigna, es mero actuar vacío y es peligroso, tanto por distorsionar las razones de una causa como por enunciar sin conocimiento del contexto. Los demás colaboradores, excepto quizá Resnais, no critican en absoluto la posibilidad de obtener una veracidad documental a través de sus intervenciones.
Esto lleva a cualquier espectador más o menos alerta a asociar lo que está viendo en pantalla con la actualidad. Es más que asombroso (y es un asombro terrible) ver que el punto principal de Loin du Vietnam es, como su nombre indica con demasiada obviedad, cuáles fueron los efectos de la Guerra de Vietnam en los lugares que no eran Vietnam y cómo ésta trastornó la convivencia cotidiana de los gringos, los franceses, los cubanos, los chinos, los coreanos, etc.; ese asombro yace, en realidad, no tanto en enterarse de que estas reverberaciones no son nada nuevo, sino en darse cuenta que cualquier trauma bélico es pretexto para promocionar sus propias causas: el Black Power, el socialismo cubano, el hippiesmo, los movimientos de latinos en USA, todos aprovecharon Vietnam como plataforma propia, todos vieron en su apoyo al Vietcong (al que los soldados gringos llamaban Victor Charlie) la oportunidad de hacer sobresalir a sus propios intereses. Nada nuevo aquí, pero lo que sí ha cambiado de forma evidente es la manera en la que el externamiento de la opinión propia tomaba lugar. Hay escenas en Loin du Vietnam en las que se observa a Fidel Castro, a gringos de a pie dar sus puntos de vista en pro o contra de dicha guerra y es hasta regocijante recordar que alguna vez fue posible encarar opiniones contrarias a la propia sin la posibilidad de "eliminarlas", de deshacerse de ellas de antemano, de borrar su existencia, como lo permiten ahora las redes sociales.
El defecto más grave de Loin du Vietnam es su enfoque premeditadamente antiestadounidense, y no es que no haya habido motivos suficientes para odiar gringos en 1967, pero es claro que al no mencionar la intervención de otras potencias en el conflicto (por ejemplo, la de Francia) y al enfocarse exclusivamente en los grandes errores de USA, la película empequeñece de manera considerable su validez de generalización. Con todo, este ciclo inicia con un producto que, aunque claramente marcado por su tiempo, refleja situaciones terroríficamente parecidas a las que vivimos hoy.
Otras impresiones:
1. Los refugios individuales que los vietnamitas ponían a nivel del piso son cosas sacadas de la ciencia ficción pura. Cuentan que en las calles de Hanoi aún se ven sus entradas. ¿Qué más recordatorio queremos?
2. El difunto Castro era todo un rock star con groupies (todos los artistas vanguardistas del mundo) en los 60's.
3. Hay rostros de mujeres vietnamitas en esta película que expresan tanto sufrimiento contenido como no cualquier humano es capaz de soportar.
4. Ya desde este filme temprano sobre la Guerra de Vietnam se menciona a Norman Morrison, cuáquero que se inmoló debajó de la oficina de Robert McNamara en el Pentágono. Parece ser que su nombre se repetirá a lo largo del ciclo.
5. Insisto: la voz de Godard es como para dormir al narcoléptico más hardcore.
6. La escena del teatro callejero demuestra cómo los códigos estéticos son una de las formas más efectivas para excluir a los que son desdeñados mediante ese mismo arte.
4 / 4
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