miércoles, 9 de septiembre de 2015

Det sjunde inseglet (1957) / Dir. Ingmar Bergman

Por Keith Nash

Una película maravillosa, con actuaciones que tal vez puedan ser catalogadas como gloriosas; ubicada históricamente en uno de los periodos más lóbregos y sombríos de la historia de la humanidad. La película acusa los efectos causados por una serie de choques entre la fe y la razón, entre Dios y el Hombre y entre el Ser y la Muerte; son retratados y puestos a juicio de un modo tan directo y tan efectivo que cuesta trabajo ver esta película y no salir sacudido a consecuencia de esos tremendos choques, los cuales hasta nuestros días siguen mostrando sus efectos y que han permeado para siempre y cambiado la idea del quehacer artístico. Ingmar Bergman consigue con un guión maravilloso con su particular y espléndida visión de cineasta transportándonos a un lugar más allá del cine, ¿Qué lugar? Al parecer el interior personal, eso dependerá de la oquedad o lo rebosado del espectador. En esta película se alude en todo en momento al espectador, este tipo de cine entra en una dinámica particular de diálogo entre el observador y el creador. Este cine habla y su voz está ahí para quien quiera aguzar el oído y prestar atención.
Desde el inicio de la película los cuestionamientos del ser comienzan a fluir, cuando a la muerte le toca jugar al ajedrez con las fichas negras, tal vez comprendemos que siempre es así, nosotros nos movemos primero, antes que la muerte, ella siempre está ahí, detrás de nuestros pasos esperando nuestro siguiente tiro, nuestra siguiente movida para que ella actúe, de otro modo es simplemente imposible ¿Quién podría jugar sus piezas después que la muerte? Este cuestionamiento, es decir, el Ser ante la Muerte, ata el nudo gordiano de la película; el siguiente aspecto que se cuestiona es la batalla entre la razón y la fe cuando surgen en el hombre, en este caso bajo la adversidad de una epidemia, las dudas razonables del hombre frente a Dios entre su existencia o su inexistencia, el dogma cristiano; para siempre estar en una postura radical en torno a esto, quienes dudamos o cuestionamos parece que “perdemos el derecho a Dios”. Hay que creer en Dios sin tratar de entender. Ya lo dice el Nuevo Testamento en el Evangelio según Juan: “Jesús le dijo: ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que no vieron, y sin embargo creyeron.” La dicha parece está reservada a quienes, sin ver, han creído, a los que han caminado hacia Dios con los ojos cerrados.
El siguiente cuestionamiento importante que se plantea es la idea sobre la existencia de Dios: éste juega o vive en dos polos distantes uno del otro, hay un Dios que es misericordioso y bondadoso, dador de vida y creador de la belleza más prodigiosa y, sin embargo, esta concepción se contrapone a la otra, la que tal vez más ha sido utilizada como instrumento de dominio cultural: la del Dios iracundo creador de suplicios y castigos para la humanidad, un Dios observado como una herramienta de castigo el cual lanza pestes y nos ha condenado a todos por no ser tan excelsos y puros como él; este Dios ha olvidado que nosotros, sus hijos, no somos dioses, somos hombres, creaciones imperfectas por él creadas. En este aspecto, creo que la película propone a Dios como la búsqueda de la paz (podría ser mucho más compleja la visión de la película, pero sí me parece que aboga un poco por eso).
Por último uno de los aspectos que más llamaron mi atención es el hecho de que la epifanía del caballero sucede ante la sencillez, la humildad y la hospitalidad de una mesa, brindada desde la amistad y aunque pobre, abundante (tomar en cuenta que ésos son preceptos muy cristianos); en este mismo escenario parece que el caballero ha vencido a la muerte en su juego, en el juego de estar vivo o muerto, y nos da una clave que me parece podría ser relevante para todos: quien no teme a la muerte, es libre de vivir.
En lo que se refiere a los aspectos técnicos de la película, qué se puede decir ante esta maravilla: escenas memorables, cámara que se mueve con una visión privilegiada, solo para citar alguna, la escena casi última en donde el caballero ha vuelto a casa y está leyendo el Apocalipsis, también escrito por Juan, y la muerte se presenta ante ellos, siete también. Es impresionante los rostros de cada uno de ellos, la formación que toman es muestra de una gran conciencia técnica y artística del director.

Impresiones irrelevantes:
1. Cuánto le debe la humanidad a la cerveza.
2. Creo que mi personaje favorito fue Jöns el escudero (Gunnar Björnstrand). Me pareció, además, el más razonable y lógico, también el más divertido.
3. Este don Bergman que nomás anda haciendo a la gente joven dudar de su fe.
4. El Bosco, cómo no.

5 / 5


Por A Lady

De todas las maravillas que Ingmar Bergman le dejó al mundo, ésta es la más recordada y comentada. Hablar sobre Det sjunde inseglet es hablar sobre la revolución que el cine europeo vivenció a finales de los 50's y durante todos los 60's y sobre las innumerables imitaciones y recepciones productivas que de ella se han hecho (entre ellas la maravillosa Love and Death de Woody Allen); millares de páginas se han escrito sobre esta película y pareciera que la fuente de inspiración que es no se acabara nunca, ya que con cada nueva revisión aparecen aspectos antes no vistos y el escalofrío al ver ciertas escenas conserva la misma fuerza. Si los historiadores del cine tuvieran que salvar sólo una de las películas de Bergman ante una catástrofe nuclear, ésta sería seguramente la elegida, la consideren, o no, la mejor.
Los dos temas principales (Dios y la muerte) que Bergman trata aquí son los pilares de muchas películas posteriores, así como el emplazamiento de la trama en la Edad Media (Jungfrukällan), pero es en ésta donde la exposición es mucho más explícita y directa: uno siente el impacto de las cuestiones existenciales y metafísicas que agobian al caballero Antonius Block debido a la claridad de su expresión, apoyada en gran medida en las maravillosa actuación de Max von Sydow y Bengt Ekerot (la Muerte). La cuestión de la inexistencia de Dios y, por consiguiente, de la desolación del ser humano en el universo, es la constante universal de la autoconsciencia y, sin embargo, tan pocas veces tratada con tanto acierto como Bergman supo hacerlo. Esta soledad existencial está presente en todas las acciones del mundo exterior que experimenta el caballero Block acompañado de su escudero Jöns (el maravilloso Gunnar Björnstrand): la peste, los cadáveres, la quema de brujas, las secta de los Flagelantes (una de las escenas más hermosas y horroríficas que recuerde haber visto en una película), el crimen, el engaño, etc. son confirmaciones de las teorías que atormentan a Block y las cuales no son nunca refutadas ni confirmadas definitavemente; por otra parte, la fe de Block se confirma a través de una de las experiencias más cotidianas para unos, pero más escasas para otros: la de la hospitalidad y la amabilidad hacia otros individuos. La escena del almuerzo de fresas y leche (ambos alimentos que juegan un principal en el Cantar de los cantares) demuestra que las perspectivas de vida ante los problemas existenciales y teológicos dependen del historial de experiencias en su devenir: Jof y Mia, los artistas, son individuos que buscan la felicidad en la vida y, aparentemente, se han mantenido alejados de los horrores de las Cruzadas. Ellos nunca han puesto en su duda su propia fe y confían en que los poderes divinos se encuentran en torno a ellos y no son más que benévolos; esto lleva a deducir que el artista como ser creador debe ser un visionario (como Jof) y que su tarea eterna es la de buscar un sentido a la existencia humana a través de esas visiones y sus materializaciones en obras de arte. El cuestionar el sentido de su propia existencia sin ningún tipo de contacto terrenal que equilibre las cuestiones metafísicas decantará, como en el caso de Block, en crisis pura y sin salida. Para él la vida es un engaño (lo cual descubrió mediante la farsa de las Cruzadas) y un interminable camino de sufrimiento; sin embargo, el fundamento que construye su fe no puede ser desarraigado de tajo sin morir en el intento, por lo que sus conflictos crecen cada vez más.
Es de notar que el mundo medieval que retrata Bergman es inclemente y los horrores más traumáticos para el ser humano son vistos como acciones cotidianas: en la escena en que Jöns rescata a la muchacha de las manos del delicuente exmonje, dice "pude haberte violado" y esa misma chica es la que da gracias a la Muerte por hacer que todo el tormento que es la vida termine. La agonía de los apestados, el delirio de la chica acusada de ser bruja (ésta es un caso notable de fe, ya que ella también cree que Satanás la asiste y que la recibirá después de ser quemada), el fanatismo manipulado de los Flagelantes ... el mundo (Europa) es un gran infierno en vida.
Lo que no es un infierno en vida y para nada hace sufrir es la gloriosa fotografía de Gunnar Fischer, quien dejará de trabajar con Bergman después de este filme para dejar libre el paso a la genial colaboración entre Bergman y Sven Nykvist.

Otras impresiones:
1. Qué bella es Bibi Andersson.
2. La danza de la Muerte de la escena final es también una de las que seguramente veré al morir.
3. La música de Erik Nordgren llega a ser escalofriante por momentos.

5 / 5

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