domingo, 27 de septiembre de 2015

Scener ur ett äktenskap (1973) / Dir. Ingmar Bergman

Por A Lady

El matrimonio de Liv Ullman y Bergman colapsaba durante la filmación de Scener ur ett äktenskap y podría aducirse como chisme de trivia que, tal vez, fue ésta la causa y motor de esta película, concebida y estructurada en principio como una miniserie para la tele sueca. Esta estructura editada a una duración de 168 min deja huella en el ritmo de la versión para cine, que es más lento y uno de los pocos factores mínimamente reprochables del filme, ya que la tensión dramática se afloja por momentos; es curioso que sólo Fanny och Alexander y esta película sean las únicas obras de Bergman que soprepasen los 90 min de duración y que ambas primero hayan sido miniseries. Sin embargo, a diferencia de Fanny och Alexander, Scener ur ett äktenskap le plantea lo imaginado como insoportable al espectador: casi tres horas de intensidad emocional y psicológica en torno a la vida marital. Bergman siempre estuvo consciente de que, debido al tratamiento y temas de sus películas, las mismas no debían durar más de hora y media, si no se quería que el impacto en la recepción se transformara en aversión hacia su estilo (algo que me sucede cada vez más con Lars von Trier y ciertas películas "de arte" europeas). A pesar de estos ínfimos defectos, esta obra de Bergman tiene las cualidades suficientes para considerarse uno de los clásicos de su última etapa creativa.
El matrimonio no es algo que se acople bien a la mayoría de los comportamientos humanos individuales que se guíen por el impulso. La convivencia día a día, las subordinaciones psicológicas, los egos, las necesidades sexuales cambiantes y la siempre inminente posibilidad del desengaño son los hechos que van destapando las grandes dificultades a los que se enfrenta una pareja que planea unir no sólo sus existencias bajo un compromiso personal, sino también dominar sus impulsos bajo cierta idea específica de ética. Sin importar cuáles sean los términos del compromiso, existe siempre la necesidad de una lealtad jurada a la otra parte. Lealtad que termina siendo, en la mayoría de los casos, un cariño tibio que en poco se parece al hambre aparantemente insaciable que tuvo que llevarnos a semejante decisión. Lo sorprendente de este cariño apaciguado es que pareciera estar destinado a ser un sentimiento latente o manifiesto durante el resto de nuestras vidas: las implicaciones de un matrimonio (con el conocimiento de las intimidades más recónditas del otro, las cuales difícilmente se dan a conocer en una relación no tan cotidiana; las verdades dichas sin querer y no siempre placenteras; los insultos; los cariños; el sexo; el tiempo pasado en compañía del otro) aseguran la pervivencia casi vitalicia de un lazo emocional entre ambas partes, el cual es uno de los fenómenos humanos emocionales má complejos e imposibles de explicar de manera racional.
Estas dualidades de convivencia entre los matrimonios relativamente nuevos y aquéllos en los que el paso del tiempo ha erosionado ya toda la cubierta placentera de la ilusión optimista es escalofriantemente interpretada por Bibi Andersson y Jan Malmsjö (Peter y Katarina) durante la cena en casa de Johan y Marianne: ¿cuál es el momento y la causa para que la unión persistente de dos personas se dé a partir del odio y, sin embargo, las partes se rehúsen a cancelarla (durante toda la película el divorcio de estos dos nunca acaba de darse por completo)? Otras de las escenas más impactantes y hermosas es la de consulta de la música anciana que busca ayuda legal con Marianne para divorciarse de su marido: el matrimonio puede significar también la aniquilación de toda voluntad de vida y es terrible el momento en el que alguien se da cuenta de que todos los años gastados con el/la cónyuge (que se pueden medir en cuartos o mitades de vida) han sido sólo tiempo perdido en el que el deseo de vivir se ha extinguido en una secuencia repetitiva de eventos y que pueden llevar al individuo a aborrecer todo lo que de esta unión provenga (los hijos, por ejemplo) y a perder incluso la capacidad de sentir (aquí Bergman le da continuidad al tema de las maravillas y los estragos que el contacto corporal puede implicar, el cual es el aspecto central de Viskningar och rop).
Al final, y a pesar de experimentar el fracaso con anterioridad, prevalece en los individuos uno de los rasgos más humanos: el de "intentarlo otra vez" (con nuevas parejas y también con las antiguas), con la plena consciencia de la posibilidad del fracaso, el cual importa cada vez menos y lo que en realidad se persigue es el saberse capaz de sentir de tal manera que la existencia a través del cuerpo cobre algún sentido.

Otras observaciones:
1. De todos los actores de la tropa usual de Bergman Erland Josephson es el que menos me gusta. Como que siempre es el mismo personaje con vestuario diferente.
2. Hubo muchas partes de esta película que me recordaron muy cabrón a la vida marital de mis padres y (oh, Freud) a algunas de mi relación actual.
3. Esta película, Days of Wine and Roses y Who's Afraid of Virginia Woolf? deberían ser requerimientos del registro civil para todos aquellos incautos que pretendan casarse.

4½ / 5

1 comentario:

  1. 2015??? De verdad no han escrito nada desde el 2015? Bueno, prometí leerlos y, aunque tardé dos años en recordarlo (no puedo creer que haya pasado tanto tiempo), me voy a dar a la tarea de leer sus textos en este momento. :)

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