sábado, 5 de septiembre de 2015

Smultronstället (1957) / Dir. Ingmar Bergman

Por A Lady

Hace años, cuando era prácticamente aún un adolescente, vi por primera vez Smultronstället. No entendí muy bien aquella vez por qué el filme tendría que ser un pilar del cine del siglo XX; sólo hasta ahora, apróx. 10 años después, pude percibir, siendo un poquito más viejo, su belleza.
A pesar de ser ésta una de las tramas más lineales de Bergman, no le es fácil a cualquier espectador establecer un lazo inmediato con el personaje principal: Isak Borg (interpretado por Victor Sjöström, el padre del cine sueco y uno de los pioneros del lenguaje cinematográfico europeo), quien ha mantenido su devenir lo más alejado posible de cualquier intercambio entrañable con otro ser humano y ha seguido de forma exclusiva los dictados del principio, la honorabilidad y la racionalidad, descubre en su vejez que, de esta manera, se ha convertido en un ser que busca migajas de sensaciones humanas que, como efectos sensuales, son irracionales. La intelectualidad que ha regido toda su larga vida es, en parte, heredada, ya que su madre es presentada como un individuo ajeno a toda conexión afectiva con el recuerdo y a todo deseo de reivindicación de las acciones pasadas: esa escena donde dice que la foto de juventud con sus primeros hijos es basura, la cual Isak trata de rescatar, como si se tratara de su última oportunidad para rendir cuentas con su propio pasado.
Una de las grandes virtudes de este filme es el de haber sido capaz de presentar el pasado y sus cuentas sin saldar de una manera sencilla y alejada de cualquier pedantería formal o de guión: las actuaciones son por demás naturales, con dos de las más grandes actrices de la tropa asidua a la colaboración con Bergman: Ingrid Thulin (Marianne) y Bibi Andersson (Sara); es de notarse cómo los hombres de estas peliculas presentan casi siempre una actitud racionalista y parca en sentimientos hacia la vida. Sólo Sigfrid, el hermano de Isak, y Victor, el novio de Sara del presente, que planea ser seminarista, poseen cierta sensibilidad no racional y, curiosamente, son los más sensualmente atractivos para el sexo femenino.
Una de las escenas donde estas diferencias aparentemente irreconciliables llegan a un punto terrorífico es aquella en la que el matrimonio del accidente de auto discute en camino hacia la ciudad y deja explotar los rencores más hondos que su vida compartida ha engendrado. La relación entre hombres y mujeres en la obra de Bergman es siempre deseada y tortuosa (ya se verá mejor en Scener ur et äktenskap), ya que para Bergman los mundos de ambos sexos se atraen, pero son mutuamente repelentes en su esencia porque responden a sensibilidades del todo distintas. El matrimonio de Evald y Marianne parece prosperar al final, pero la acción no otorga ninguna garantía de que la paz sea permanente. El tratar de vencer estas diferencias en los sexos es lo que posibilita ese acercamiento de individualidades que se denomina amor.
Incluso las secuencias oníricas son estructuradas con sobriedad, una sobriedad que espanta y las hace más sobrecogedoras en su cercanía a la realidad. Isak cae en cuenta en estos sueños de que la lejanía y el aislamiento en los que vivieron sus seres "cercanos" fueron la fuente de un odio profundo hacia su persona. La vida no es unidimensional (como Isak comprueba durante sus flashbacks) y los aspectos irracionales del ser humano son el origen del apego, de la necesidad de compañía y de dependencia de otros humanos. Al final de la vida, lo único que nos comprueba el valor de la misma es cuántas veces y en qué medida pudimos disfrutar de esas otras dimensiones viviendo en esta naturaleza regida por la ciencia. Aun así, la memoria puede ser engañosa y todos los bellos recuerdos de Isak pueden ser sólo deformaciones idealizadas de los hechos, como la escena final de sus padres pescando en un paisaje idílico. Los recursos de redención del ser humano parecen ser infinitos.
 

Otras impresiones: 
1. La toma de Isak junto a la cuna es para morirse de belleza.
2. ¿Soy yo o la Srita. Agda ha sido la amante de Isak durante todos estos años? ¿Por qué le dice al final que él ya sabe dónde encontrarla y le deja la puerta entreabierta?
3. Nadie como Bergman para analizar las razones del odio humano.

5 / 5

 
Por Keith Nash

Estamos vivos, y estar vivo es una sentencia que estamos condenados a cumplir hasta el día de nuestra muerte, y tal vez la única ventaja infranqueable de la vida en relación a la muerte son los sueños, los sueños son un lujo innecesario para los muertos, y en los sueños los vivos podemos encontrar, tal vez y sin aludir a complicadas y charlatanas metafísicas, guías y respuestas de nuestra psique, en el sueño nos encontramos solos. Los sueños van desatando y conduciendo el viaje hacia el interior del Doctor Isak Borg (Victor Sjöström).
Si hablamos de la calidad técnica de esta gran película deberíamos asistir a ver el banquete de cumpleaños del tío sordo al cual Isak Borg (Victor Sjöström) acude, en primer lugar desde su imaginación y después desde sus ensoñaciones diurnas, la belleza de esta secuencia de imágenes no tiene comparación, todo es luz y maravillas, los personajes, un poco caricaturizados, que responden no a una sátira sino a una creación de la imaginación, la belleza, tal vez, idealizada por el recuerdo, de Sara (Bibi Andersson), los campos florecientes, la calidez de una mañana de primavera, rememoran por su estética y su luz sin duda a los pintores del impresionismo; en lo particular no pude contenerme a la idea de hacer un símil entre la escena de Sara (Bibi Andersson) siendo cortejada por Sigfrid Borg (Per Sjöstrand) y Le déjeuner sur l'herbe de Édouard Manet; sí sé que en el post pasado del mismo modo realicé un símil entre Caravaggio y la estética de Bergman y ahora repito la fórmula, pero de algún modo estas imágenes remiten, por su conformación, más hacia la pintura que a alguna otra expresión del arte; y ni qué decir de los relojes sin manecillas y los onirismos surrealistas del inicio de la película y por supuesto del ente sin rostro extraído de algún cuadro de René Magritte y una buena lista de etcéteras.
Un viaje que sirve para modificar su perspectiva hacia los otros desde el único punto en donde los cambios pueden realizarse desde el interior, al hacer un autoanálisis y un recorrido por los rincones más lóbregos y luminosos de sus vida el Doctor Borg se va dando cuenta de los orígenes de su soledad, descubre que el frío de su alma no solo lo ha helado a él, sino que también ha helado a las personas a su alrededor, el frío ha ido trasminando generación tras generación a los de su casa, decide poner fin a este ciclo no sin antes pasar por un doloroso camino que lo sitúa en su cruda realidad, es un anciano y la muerte está próxima, incluso él mismo se siente muerto. Hay otro tópico de reflexión en la película: ¿de cuánto silencio estaríamos rodeados sin los sonidos del pasado?

Impresiones irrelevantes:
1. Entiendo las funciones dentro del discurso de la película del trio de jóvenes que se agregan, pero me parecieron insufribles, yo los hubiera bajado de mi coche en la primera caseta. Muy ñoños.
2. Hubiera estado buenísimo que al final de la película pasaran los bloopers y que viéramos a la rueda de la carreta pegándole dos o tres veces en las piernas a Victor Sjöström
3. ¿O sea que el Doctor Borg muy a pesar de sus añitos quería seguir gateando o solo yo vi los lances del doc con su gatita (empleada doméstica)?

5 / 5

No hay comentarios:

Publicar un comentario