domingo, 20 de septiembre de 2015

Persona (1966) / Dir. Ingmar Bergman

Por A Lady

Pocas películas han tenido un impacto en el mundo de la creación intelectual como lo ha tenido Persona: referencias en otras películas, en literatura, en fotografía y unos cuantos centenares de tesis de piscología se han creado en torno al contenido de este filme sibilino. Quiera uno sacar una historia lineal y lógica del transcurrir de la película, se acaba siempre por captar cosas distintas y/o nuevas con cada revisión, lo que confirma esa cualidad de los constructos artísticos que alcanzan la genialidad: la obra se mueve; es natural que la recepción de toda obra sea distinta con el paso del tiempo, pero conservar y aun aumentar su fuerza expresiva y su carga semántica es cosa que pocas logran obtener. La potencia de esta película crece con el tiempo y parece que mientras el mundo siga su camino de declive emocional y humano, ésta seguirá perturbando y fascinando espectadores.
Bergman filma Persona tras una larga y pesada estancia en el hospital debido a una infección pulmonar. La secuencia de escenas inicial compuesta de cuadros aparentemente inconexos, alusivos a la muerte, a la crucifixión, al sexo, a la agonía, a la niñez, etc. pareciera ser un intento de englobar todas las impresiones que Bergman pudo haber experimentado en la cercanía de la enfermedad. El espectador es dejado a su suerte y criterio al ser despojado de una historia lineal o de una historia en abosluto; cualquiera que sea la interpetación que se le de a estas imágenes, ésta rebotará sobre el espectador mismo y estará basada en conjeturas sin ningún sustento ficcional. Esta "truculencia" en la determinación de la trama reluce en repetidas ocasiones a lo largo del filme: el negativo se quema en uno de los momentos más dramáticos, puede verse a Sven Nykvist haciendo las tomas a Liv Ullman e imágenes de la secuencia inicial reaparecen en medio de la historia de las dos mujeres. Parece que Bergman quiere crear en su espectador la consciencia del constructo que es todo arte, que las películas anteriores de su filmografía (tan enfocadas a conflictos profundos y tangibles de la vida cotidiana, tan limpias en su ejecución) son parte de una postura distinta, que la sugestión a través de la forma deber ser llevada a su punto culminante para poder crear ese engaño que acaba siendo el arte como una imitación de la naturaleza. Las perspectivas son esenciales en la estructura del filme: hasta las acciones individuales de los personajes son repetidas, sólo para vivenciar los cambios de cuadro y, por tanto, de vivenciadora.
Bergman mencionó alguna vez que esta película gozaba de una gran influencia de los dramas de Strindberg y no es para dudarse, ya que la fuerza dramática corporeizada por dos de las actuaciones más soberbias de la filmografía de Bergman (y europea en general) a carga de Bibi Andersson y la en ese entonces newcomer Liv Ullman, que parecía más bien actriz veterana debido a la potencia y violencia interiorizada de su interpretación; su personaje es, a la vez, tremendamente seductor y espeluznante, en cuanto su silencio funciona como un espejo que se coloca frente a la enfermera Alma y termina por devorar su identidad mediante asimilación. No es casual que el título de la persona sea también el nombre con que se denomina a las máscaras usadas en el teatro de la antigua Atenas, las cuales representaban estados de ánimo y tipificaciones de personalidad específicas: Elisabeth Vogler se queda muda actuando en una representación de Antígona, en el momento en el que descubre que su identidad (y su vida ante la sociedad) está basada en máscaras y papeles condenados a repetirse por la eternidad. Su mutismo voluntario es la alternativa que ella elige para despojarse de toda aseveración que la pueda encasillar en una personalidad específica y decide dejar que sean los otros quienes determinen su personalidad. Al final, su interlocutora (o monologuista) acaba por otorgarle su propia identidad y cae en la trampa de identificar a Elisabeth consigo misma. Las identidades van creándose y mutando a través del exterminio y depredación de ajenas y propias partes de la personalidad. El toque de frente que Elisabeth deja en Alma es la destrucción de cierta parte de su personalidad y la complementación con una nueva, quizá más oscura y fría. O por lo menos eso es lo que consigo recibir de este film majestuosamente dinámico.

Otras impresiones:
1. Las escenas de Bibi Andersson con lentes de sol y Liv Ullman con sombrero son algunas de las más fashion de la historia del cine.
2. Las expresiones de Liv Ullman son para no creerse.
3. Sven Nykvist en su punto más cabrón. Qué fotografía.
4. Según yo, el público lésbico en general no ha descubierto esta película. Y espero que jamás jamás jamás lo haga.

5 / 5


Por Keith Nash

¡Elisabeth! ¡Elisabeth! ¡Elisabeth! Elisabeth Vogler (Liv Ullmann) ha decidido construir el más impenetrable de los espacios que un humano es capaz de crear en su derredor, ha levantado una muralla o tal vez ha construido una alhambra de silencio. No hay un espacio mejor para la interpretación, sean estas meras interpelaciones personales o serios estudios antropológicos, que el espacio en blanco, que la hoja en limpia del dibujante, los lienzos albos del pintor, así esta obra, que con el silencio magistral de Vogler, nos otorga un espacio libre para la interpretación de los mensajes, que pueden, o no, existir en la película. El silencio mismo es ya un recurso que da forma a la obra entera. Todo emana del silencio, este silencio tiene también la capacidad de confundirse con los sonidos y las voces de otros, se mimetiza con las voces de otros, se esconde en los rincones ante nuestra mirada, y a veces nos salta al rostro y respira; es un silencio vivo y latente, no es el silencio sepulcral de la muerte, es el silencio de una mujer exitosa, bella, artista, joven, madre, es un silencio escandaloso. El silencio de Elisabeth Vogler además es también un silencio manifiesto.
Cuando las miradas despiertan lo hacen frente a grandes eventos, se ponen a prueba nuestras capacidades de entendimiento, se tantean nuestras sensibilidades, [cada quien y sus sensibilidades]. Quien nunca haya sentido nada frente a una pintura, aquel que leyendo poesía no ha sido un vaso desbordado, aquel pobre que nunca ha sentido sus entrañas hacerse del tamaño de un puño en el estómago al escuchar alguna melodía, difícilmente comprenderá la complejidad de emociones, ideas y detalles artísticos que esta película tiene, cuando se tiene al cine por arte, a este tipo de películas hay que recurrir para comprender ese concepto, no con total exactitud, (aunque, ¿cómo se puede ser exacto con un término tan ambiguo como “cine de arte”?), pero que dejará al menos una idea precisa entre creación cinematográfica artística y creación cinematográfica con meros fines comerciales; esa es otra discusión inagotable que no abordaremos, no es tema. Sin embargo me parece preciso recalcar que desde el inicio, desde el primer instante, esta película se nos presenta como una obra de arte.
La innumerable cantidad de detalles que la película posee es prodigiosa, todos y cada uno de ellos aportan algo sustancial al entramado de la historia, a la complejidad de los personajes, cada detalle, cada cuadro, cada secuencia, cada toma, calculada con la precisión de un ingeniero trazando un puente, con la precisión de Bergman trazando vínculos con el espectador, solo quiero referir un ejemplo, más allá de las escenas que se pueden llamar clásicas de la película, hay un instante en el que Alma (Bibi Andersson), después de haber leído la carta de Elisabeth, se detiene a un lado del camino, viendo su imagen que se refleja en este pequeño estanque, su mirada fija en el reflejo que se mueve suavemente y aunque la escena dura tan sólo 6 segundos, podemos comprender por medio de la imagen el cambio que en Alma se ha gestado, la conversión por la que el personaje ha comenzado a transitar. Magnífica.

Impresiones irrelevantes:
1. Me falta tanto por entender de esta película que casi nada me pareció irrelevante
2. En la película que correrá ante mis ojos antes de morir seguro aparecerá Bibi Andersson recargada en la pared con sus lentes de sol.
3. A veces perdía el hilo de la película contemplando la belleza de ciertas imágenes o de Bibi Andersson y Liv Ullmann, ¡cuánta Belleza!

5 / 5

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