Por A Lady
Nazarín no ha tenido la repercusión que se merece. A pesar de ostentar el "honor" de ser la película #6 en la lista que Somos reputó como la selección definitiva de las mejores películas mexicanas en 1994 y que ha preservado su ¿relevancia? por ser el único intento de enlistar semejante empresa, teniendo semejante producción nacional. Con todo y su sexto lugar, Aventurera se encuentra en el #4 y este filme de Buñuel, raro entre los que se produjeron a finales de los 50's en México, es mucho menos recordado y exhibido que aquella pena ajena de Alberto Gout. Ya que se menciona la rareza que Nazarín representa, en realidad no debería extrañar tanto que dentro de la casi siempre excesivamente regular producción nacional de esos años pudo existir algo como esta película: la promoción que el gobierno hacía de su industria cinematográfica era más prominente que su intervención y censura en los argumentos a filmar, privilegio que se extinguió entrando a los años 80's con el gobierno de Miguel de la Madrid, aquel político que quería ser empresario cultural y todo echaba a perder, incluyendo el Fondo de Cultura Económica cuando se encontraba bajo su dirección.
Pero de regreso a 1958, me asombra descubrir que era posible presentar en una película la figura de un Cristo que se carcajea, con corona de espina, cruz, sangre y todo, en la alucinación de una prostituta que convalece de unos piquetes que le dieron con cuchillo. Pienso, por ejemplo, en mis abuelos, cinéfilos incurables, con quienes vi muchas películas mexicanas de esos años y a quienes, según mi experiencia compartida con ellos, nunca les llegó la noticia de dichas blasfemias. Pero ellas estuvieron siempre ahí, tan campantes.
La tirria de Buñuel contra el cristianismo y su exhortación a aplicar sus principios al plano material empieza a tomar forma más definida a partir de esta película. Una forma de blasfemia más directa e inequívoca, de ataque áspero y, tal vez, de provocación. Las afrentas más elaboradas y sutiles que el cristianismo recibió de Buñuel más tarde tienen su origen en Nazarín y, a decir verdad, este filme no le pide nada a las producciones de la trilogía mexicana con Silvia Pinal ni a las grandes producciones francesas que empezaron a finales de los 60's. Gran parte de la calidad y belleza de esta película se le debe a sus actores y a la fotografía de Gabriel Figueroa y a los stills de Manuel Álvarez Bravo, un combo soñado que sólo se dio en una película de Buñuel y que dio como producto, para lo que lleva el ciclo, algunas de las tomas más bellas e impactantes que ofreció su cine.
En la primera colaboración que tiene con Buñuel, Francisco Rabal interpreta al padre Nazario, que no es más que una ni disfrazada alusión a Jesús el Nazareno, quien vive casi en miseria al seguir los preceptos de pobreza y caridad en un mundo y una sociedad que giran en torno al bien propio, la conveniencia y la sobrevivencia. El rostro de Paco Rabal es la de un anestesiado durante casi todo el filme y le sienta bien ser así, ya que todos sus gestos hacia sus semejantes tienen un efecto aparentemente piadoso, sin darse cuenta de que lo que en realidad crean es un fanatismo del todo anacrónico, una religiosiodad mal entendida. Una de las grandes cosas que tiene Nazarín es el personaje de Beatriz, interpretado por una Marga López gloriosa que no da ni pista de la viejita chillona en la que se vio obligada a convertirse en el cruel mundo telenovelero. Algunas escenas en este filme parecen ser sacadas de alguna película de Mario Bava de los 60's: los "ataques de loca" que le dan a Beatriz llegan a parecerse incluso a algunas contorsiones que Regan MacNeil tenía en The Exorcist. Su personaje es más complejo que el de una loca buscando solaz en el consuelo que otorga la fe, es el de la devota que huye de sus impulsos sexuales (nunca sabemos con exactitud a qué se deben esos "ataques de loca" que le dan y se intuye que algo tiene que ver con alguna inestabilidad en el ámbito sexual, ya que estos nuevas convulsiones le vienen debido al abandono en el que la deja su machín revolucionario en turno) y que al final, y ésta es una de las escenas con mayor tensión dramática en toda la filmografía de Buñuel, debe reconocer por instigación de su madre que quiere al padre Nazario como a un hombre. Aquí Buñuel aduce una de sus opiniones más presentes en el periodo de crítica más férrea contra la moral cristiana y que se volverá a encontrar en Viridiana: la devoción es sólo otro forma de aparición del deseo sexual, es decir, la gente no ama a Cristo y a la Virgen porque sean santos, sino porque se les antojan, sexual o moralmente. Ándara y Beatriz son difusas representaciones modernas de las Marías seguidoras de Jesús, especialmente de la Magdalena, la prostituta que acaba siendo la esposa de Jesús en algunos evangelios apócrifos.
El descenso de la moral y la fe de Nazario alcanza su culminación en esa magnífica escena en la que Ignacio López Tarso, que aquí interpreta a un delicuente malviviente y asesino, acaba liando amistad con él y, al escuchar la preguntas del padre Nazario por las razones de su modus vivendi, él responde que ambos son extremos de comportamiento, abstracciones que no pueden ser funcionales en la realidad: uno es la crueldad sin motivo, y el otro, la bondad sin razón ni beneficio. Ambos son iguales, de una u otra manera. Es justo la crisis que desata esta cavilación la que lleva al padre Nazario a dudar del sistema de su mundo, crisis a la que se alude con el símbolo más improbable en la escena final de la película: una piña, que se le ofrece a Nazario como caridad y que, en primer momento, rechaza, sólo para recapacitar y aceptarla como limosna. Esa piña es, probablemente, el símbolo más aislado y hermético de Buñuel, ya que en ninguna otra película se presenta una fruta con especial carga de significado. Es, tal vez, una referencia a lo absurdo que les parecía la caridad de Nazario a todos los que lo rodeaban, lo desfasado que era ayudar a una asesina por bondad sin temer lo que la ley orgánica prescribe para tales criminales. Nazario desvela aquí esa parte que le hace posible actuar en contra de la regla que su entorno considera prudente y de sentido común: su certeza de superioridad frente a los otros, a los no piadosos. Lo suelta de la nada, en esa discusión que tiene con el otro reo gordo, al confesarle que su deber cristiano es perdonarlo y soportar las vejaciones, pero que lo atormenta sentir a la vez desprecio y es una gran culpa no saber diferenciar entre el desprecio y el perdón; la negación de todas las emociones negativas inherentes al ser humano es lo que hace que el padre Nazario descienda, sin detenerse, hasta que la fe ya no le da para más, porque no le sirve de nada, porque se ha negado todo germen humano y desperfecto, lo cual lo hace ver que la fe sólo es necesaria cuando se requiere arrepentirse. Nazario cae en la nada a través de su piedad.
Si bien el cine de Buñuel tiene escenas específicas memorables en abundancia, pero de entre las primeras de ese grupo debe, sin duda, estar la parte en la que Nazario cura a la sobrina de Beatriz y todas las mujeres de la familia comienzan a dar alaridos y a tirarse al suelo invocando el poder sanador de Dios, aunque, al ver semejante euforia, uno duda de que su fanatismo algo tenga que ver con la serenidad que buscan. Marga López con los brazos abiertos y mirada perdida implorando al poder divino y milagroso del padre Nazario y rezando casi de forma ininteligible junto a las demás. La niña se cura y es éste el único milagro que Nazario logra mediar, o eso es lo que sus tías, madre y abuela piensan. El fanatismo siempre ciega. Para Buñuel, esta ceguera se llama Iglesia Qué belleza de película.
Otras impresiones:
1. Ésta es la primera adaptación que Buñuel hace de una novela de Galdós. Tristana será la segunda adaptación en forma, aunque se dice que Viridiana está basada en Halma, una novela no tan conocida del escritor español y, según cuentan, Buñuel siempre acarició el proyecto de filmar una adaptación de Fortunata y Jacinta. Amor había entre ellos dos.
2. Los enanos, que volverán a ser relevantes en Viridiana y Simón del desierto.
3. Ignacio López Tarso ya se veía treintón en 1958. El señor sigue actuando y tiene como 4 obras de teatro distintas en la CDMX. Y uno con gastritis y piedras en el riñón a los 30 y tantos.
4. Emilio Carballido fue el director de diálogos. ¿A dónde se fue el talento del cine de este país?
5. "Ojalá se te pudran los hijos antes de que nazcan, y te ahogue la garganta el pus. Y te mueras despacio, pero sufriendo". Insultos como los de Ándara sólo pueden venir de una vida de horror. Ya quisiera tener yo la lengua tan precisa y dispuesta.
6. El fuego y los rostros, de nuevo.
7. San Antonio, como quiera que se queme; ¡la criatura!
4½ / 5
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